Cuando debatimos la discrecionalidad en el manejo de las tasas municipales y los graves problemas de infraestructura en el interior productivo, muchas veces nos obsesionamos con las cifras y datos duros, pero olvidamos ponerle cara al abandono. Hay gente que vivió toda su vida a merced de las lluvias, que ve cómo se repiten cíclicamente los mismos procesos y se niega a ceder ante el menosprecio de los municipios.
El pueblo de Ordoqui, del partido de Carlos Casares, es un ejemplo de ese proceso. Los casi 40 kilómetros de caminos de tierra que separan a sus 200 habitantes con la ciudad cabecera han sido la barrera natural que los condenó al olvido una y otra vez. Cada vez que se inicia la época de lluvias, los vecinos saben que permanecerán incomunicados por semanas enteras.
Y este no es un caso coyuntural que se desprende de la emergencia hídrica iniciada en marzo. En realidad, es a la inversa, porque los 700 milímetros que cayeron semanas atrás en las zonas de 9 de Julio, Casares, Henderson y Bolívar, pusieron nuevamente en evidencia una verdad de perogrullo: Están solos.
El informe que elaboró el medio Casares Online con ayuda de vecinos y productores ilustra la fase actual de un proceso de abandono que inició hace ya muchos años, cuando en Ordoqui cerraron las últimas empresas lácteas y dejó de llegar el ferrocarril. La vida social y laboral del municipio fundado en 1911 continúa gracias a los vecinos que, por arraigo, costumbre, trabajo o comodidad, eligen quedarse y se niegan a ser olvidados.
Las postales de aquellos tiempos dorados hoy chocan con una realidad triste. Aislados, y sin respuesta de las autoridades, denuncian que así como muchos no pueden ir a trabajar, hay niños que pasan semanas sin ir a la escuela, familias que quedan solas en medio del campo y médicos que no llegan a los centros de atención. La única forma de atravesar varios tramos es a caballo, y llegar a salvo termina siendo cuestión de suerte.
De hecho, la productora láctea Andrea Passerini -que ya tiene varios juicios contra el municipio por los abusos en el cobró de tasas que no redundan en ningún servicio- confirmó a Bichos de Campo que presentará ante la Justicia una medida cautelar autónoma para denunciar el delito penal de abandono de personas. “Esto excede el lucro cesante por no poder producir”, aseguró.
Otros 30 milímetros anoche.
Nos tapa el agua @danielstadnik_ @Kicillofok @LuisCaputoARSigan cobrando tasas sin contraprestación, ingresos brutos y “retenciones” (DEXs).
Iremos OTRA VEZ a la justicia a pesar de tener a todos en contra.#RuralidadAbandonada #FederalismoRoto pic.twitter.com/0LQek9nTGS— Andrea Passerini (@AnPasserini) April 15, 2025
Así como Andrea, hay otros vecinos de Ordoqui y Hortensia, ambas localidades del extremo sur del Partido, que ya no se sorprenden con cada inundación, pero a la vez sienten que no pueden quedarse de brazos cruzados hasta que los expulse la falta de respuestas.
“Yo decidí vivir acá y acá quiero morir ¿Por qué nos quieren exterminar? ¿Por qué quieren que dejemos todo?”, pregunta de forma retórica Alicia Sánchez, que hoy es maestra jubilada y Directora del Centro Cultural de Ordoqui. Cuando enseñaba en las aulas, perder días de clases por lluvias era común; hoy nada cambió. “Es un círculo vicioso. Se inunda, hacen obras paliativas, y volvemos a inundarnos”, denunció la vecina.
El estado de las localidades del interior productivo demuestra que hay muchos lugares que no son prioridad para los gobiernos, más que para cobrar periódicamente las tasas e impuestos. Incluso, gran parte de las inundaciones de la provincia de Buenos Aires están vinculadas a la paralización de las obras de la Cuenca del Salado iniciadas hace décadas.
Mirá el informe completo de Casares Online:
El testimonio del tambero Matías Santa María da cuenta de lo que significa producir en esas condiciones. “La falta de mantenimiento es permanente. Tenemos que insistir mucho para que vengan a hacer algo”, lamentó el productor, que emplea a unas 25 personas en su establecimiento y muchas jornadas debe trabajar con menos personal a causa del estado de los caminos.
Fue tanto su hartazgo que, junto a otros vecinos, acordaron con el municipio contratar una retroexcavadora para hacer un trabajo de mejora ellos mismos. En contraprestación, se les descontará de la tasa municipal, que pagan, precisamente, para tener ese servicio. Lo que sucede es que los tiempos de los productores no son los de la gestión pública, y no pueden quedarse sentados esperando.
“No tener caminos dificulta mucho la salida de la producción, la entrada de alimentos y la circulación de la gente”, lamentó Santa María.
Para otros, quedarse esperando no sólo implica poner en juego su trabajo, sino incluso la vida de los propios. Ese es el caso de Nicolás Murguía, que tiene dos hijos con dificultades de salud y no puede dormir tranquilo cada vez que se inunda la zona. “Si le pasa algo a uno de mis chicos, es imposible salir de urgencia”, explicó y, a pesar de ser joven, demostró tener el mismo hartazgo que otros vecinos del pueblo: “Como no recibimos respuestas, hay que esperar a que se seque. No queda otra”, afirmó.
El pueblo de Ordoqui es una familia grande que se niega a caer en el “sálvese quien pueda”, pero tiene pocos elementos de los que aferrarse. Con cada inundación, muchos se cansan, abandonan el barco y se mudan, mientras que otros, igual de extasiados, se niegan a hacerlo.
Jorge Ordoqui, descendiente de aquel hombre que le dio el nombre al pueblo, tiene 78 años, y recuerda haber visto los mismos problemas en las últimas 5 décadas, pero aún así la lucha. “Con la sequía que hubo, ¿por qué no se trabajó para evitar esto?”, expresó. Al igual que otros vecinos, dejará algunas preguntas sin respuesta.
Los políticos son todos iguales, te roban con la tasa vial para dárselos al populismo, dan vergüenza ajena.