Por Matías Longoni (@matiaslongoni).-
Juan Rolca es el patriarca de los avellanos. Casi seguro que no querría ser llamado así, y casi seguro además que prefiere permanecer medio escondido en el monte de frutales de su pequeña chacra de 20 hectáreas en la zona del IDEVI, el valle inferior del Río Negro, cerca de Viedma. Allí hay implantadas 10 hectáreas con avellanos, más 6 de nogales. También algún almendro.
Juan, que trabajaba en el INTA tiempo atrás, empezó a inquietarse por los frutos secos luego de una beca de solo tres meses en Italia, a fines de los setenta. Ahora debe necesariamente ser considerado como el pionero de una actividad económica que ya es significativa para la región norpatagónica.
Cuando Rolca comenzó con esto de la fruta seca, en Río Negro había solo algunos nogales viejos traídos por los viejos inmigrantes. Nada más. Fue él entonces quien inició las primeras plantaciones comerciales en 1983, cuando en la provincia no parecía haber más espacio que para las peras y las manzanas.
Hoy existan unas 500 hectáreas de avellanos en toda la provincia, incluidas unas 200 hectáreas de la empresa italiana Ferrero, que forman parte importante del “cluster de frutos secos” que se creó en Río Negro. En Chile, del otro lado de la cordillera, hay unas 15.000 hectáreas de esa variedad frutal.
Juan, como muchos otros productores, en muchos otros rubros, asegura que la clave de todo está en insistir y trabajar. En su caso la chacra la maneja junto a sus dos hijos. Al principio de esta historia, ellos tres esperaban pacientemente hasta la caída de los frutos secos (las avellanas) que suele producirse en marzo, y luego levantaban cada una de ellas a mano desde el suelo. Eso ya ha cambiado y ahora existe una especie de gran aspiradora que facilita la cosecha, pues absorbe los frutos y a la vez elimina el 95% de las impurezas. Esta máquina, como los conocimientos iniciales de Rolca, provino de Italia.
Lo que no pudo resolverse del todo todavía es cómo pelar las avellanas. Recién ahora el “cluster” rionegrino está adaptando en la región del IDEVI una descascaradora mecánica, la primera en toda la región. Ya hablaremos de ella. Hoy estamos presentando a Juan.
Lo mejor de esta actividad, dice el patriarca de los avellanos, es que una vez que empiezan a largar fruta, la vida útil de estos árboles puede llegar hasta los 100 años. En su caso, la densidad de la plantación es de unas 150 o 160 árboles por hectárea.
El año pasado, el kilo de avellana se pagaba a 3,5 dólares con cáscara. Hoy vale cerca de 4,5 dólares, porque la Argentina sigue siendo deficitaria. No son malos números, pero Juan insiste en que a los productores locales les resulta mucho más conveniente vender las avellanas sin cáscara, ya sea a la fabricante de los populares bombones Ferrero Rocher o a quienes elaboran chocolates con avellana en Bariloche y otras zonas turísticas.
¿Pero cómo se pelan? “Con tablita y martillito”, responde Juan.