Puede que “Coquita”, una pequeña llama, haya sido la responsable de que Rogelio Allignani, un médico veterinario santafesino, se haya mudado a la Puna catamarqueña para fundar su propia estancia. O al menos fue la que lo hizo enamorarse del lugar en donde hoy cría llamas, burros y ovejas, y elabora productos artesanales, como fernet, queso de cabra y leche de burra.
“Vi la imagen de tu madre que te abrazaba”, le dijo su pareja cuando una pequeña llama se le acercó a Rogelio mientras sacaban fotos. Esa experiencia, que él mismo describe como “mística”, fue hace una década, cuando poco tiempo después de fallecer su madre el veterinario santafesino emprendió un viaje para conocer el norte. Decidió bautizarla con el nombre de “Coquita”, en honor a su progenitora.
Ese momento fue el que lo motivó a fundar la estancia El Pichanal, su ambicioso proyecto productivo y educativo. Eligió la zona de Famabalasto, perteneciente al departamento de Santa María, y, bajo el brazo, llevó el mensaje de Coquita, su formación académica y un sueño que cumplir. Así fundó su finca láctea El Pichanal.
De hecho, el enfoque que eligió para su empresa es lo que lo diferencia de otros productores, porque el veterinario tiene muy en claro que no quiere sólo dedicarse a sostener una finca y hacer ricos quesos. “Me propuse el desarrollo de un núcleo crítico de conocimiento”, explicó a Bichos de Campo, y describió la filosofía de vida que pregona en plena Puna catamarqueña.
El disparador fue el “golpe de realidad” que se encontró Rogelio al instalarse como productor ganadero en la zona. Se dio cuenta que lo que había aprendido en la universidad y en la empresa familiar Allignani Hnos SRL, un importante laboratorio de fármacos y biológicos santafesino, mucho no le servía para plantear un negocio a más de 3000 metros de altura, con otros animales y distinta idiosincrasia.
Fue por eso que, tras fortalecer vínculos con municipios, universidades y otros centros educativos, creó el instituto DIDE, que funciona dentro de la estancia y es conocido por organizar jornadas de formación. Ya lo han hecho sobre ovejas y burros, y para octubre organizan el primer congreso internacional de camélidos.
En el fondo, lo que molesta a Rogelio es que el trabajador rural, que no recibe beneficios de la minería o el turismo, viva marginado y con prácticas de antaño. Por eso quiere que el conocimiento también esté al servicio de la producción. “Me imagino un productor ganadero en el campo con una situación económica mucho mejor, que acumule y genere recursos”, afirmó.
Un ejemplo que vive en carne propia es el bajo nivel de desarrollo que tiene la producción de carne de llama, un animal a menudo muy aprovechado para la industria textil, por la calidad de sus fibras, pero que en lo alimenticio difícilmente supera el autoconsumo o la cocina gourmet. Tanto confía Rogelio en esa producción regional que no duda de que el país podría exportar carne de llama sin problemas si se industrializa el sector.
Mirá la entrevista completa con Rogelio Allignani:
Tampoco teme ser polémico cuando afirma que en realidad en la región falta profundizar en prácticas de manejo y dejar de naturalizar la eficiencia. “Hay que correrse un poco de la buena voluntad, de lo lindo y de lo místico. Eso está bárbaro, pero hay que cambiar el paradigma para poder sobrevivir”, aseguró.
Lo que le sucede es que nota que muchas de sus intenciones, más vinculadas a lo mercantil y el negocio per sé, no encajan con el ritmo de trabajo. E incluso, a veces corren por vías contrarias. Llámese etnocentrismo, capitalismo o lo que fuera, pero a Allignani le llevó mucho tiempo entender aprender del humanismo que prevalece en muchas de las economías de la región.
“Entendí que no es necesario tener tanto”, expresó, aunque también confía en que esa idiosincrasia puede superponerse con la suya, con una visión centrada en generar valor. “El privado no viene sólo a ganar plata. Hay quienes quieren hacer las cosas bien, que creen en el desarrollo y lo sostienen”, agregó el veterinario.
Él, que se considera parte de esos privados, reconoce la importancia de establecer vínculos con el sector público y trabaja a menudo con los municipios de la Puna catamarqueña. Eso sí, se cuida de no ser acusado de tejer negocios con el Estado y evita meterse en la política partidaria. “Yo quiero diferenciarme, no vine a Catamarca a ganar un subsidio. Tal vez venda más queso o fernet, pero la esencia de esto es el conocimiento”, concluyó.