La ministra de Agricultura brasileña, Tereza Cristina, viajó en las últimas a Rusia e Irán con un objetivo claro: asegurar la provisión brasileña de fertilizantes, un insumo clave para la producción agrícola y, por ende, para la generación de divisas. En la Argentina, en cambio, esa cuestión estratégica ni siquiera está en el “radar” de la agenda internacional del gobierno de Alberto Fernández.
La Dirección de Informaciones y Estudios Económicos de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) publicó un estudió con estimaciones de lo que podría ocurrir si las importaciones de fertilizantes se ven afectadas en la nueva campaña. De no asegurarse su ingreso, solamente para trigo y maíz se calculó una baja de productividadque podría derivar en una caída de las exportaciones de 3300 a 4500 millones de dólares.
Si bien en lo que respecta a la demanda mundial de fertilizantes Argentina representa apenas el 1% del consumo mundial, ubicándose en el puesto 24 en el ranking global, el consumo de nutrientes viene creciendo de manera firme desde 2016 de la mano de la recuperación de la superficie sembrada con cereales.
El 2021, de hecho, marcó un récord tanto de importaciones como de consumo interno de fertilizantes, de acuerdo a los datos oficiales del Indec y de la asociación Fertilizar AC (que nuclea a la principales compañías del sector).
Los fertilizantes nitrogenados representan más de la mitad de las importaciones argentinas, si bien el país cuenta, gracias a Profertil, con producción propia de urea. En cuanto a los fosfatados, si bien existe producción local, se requieren importaciones de roca fosfórica, materia prima que solamente está presente en pocos países del mundo, tales como Marruecos, Rusia, EE.UU., China, Siria y Argelia.
Los sucesivos “cuellos de botella” logísticos y productivos promovidos por la pandemia de Covid-19 generaron interrupciones en la cadena productiva y logística de los fertilizantes en un momento en el cual, frente al aumento considerable del precios de los granos, la demanda internacional de nurtrientes aumentó con gran impulso. Así fue como la urea y el fosfato monoamónico (MAP), principales fertilizantes consumidos a nivel mundial, mostraron subas elevadas a lo largo del año pasado para enfriarse en lo que va de 2022 (aunque ahora habrá que ver qué impacto tiene el conflicto ruso-ucraniano en el mercado de fertilizantes).
La urea a nivel internacional llegó a cotizar en más de 900 u$s/tonelada en diciembre de 2021 para triplicar el valor registrado a comienzos del año pasado. El fosfato monoamónico también mostró importantes subas, desde los 550 u$s/tonelada en mayo a casi 850 en febrero de este año.
En ese marco la BCR alertó que aún no comenzaron las importaciones de fertilizantes en el país, lo que representa un riesgo, dado que en pocas semanas comienza la siembra de trigo y cebada, dos cereales de invierno que son muy demandantes de nutrientes.
La logística requerida para importar fertilizantes no es sencilla porque se trata de grandes operaciones y los orígenes de aprovisionamiento están muy lejos de la Argentina, con lo cual las compras deben ser realizadas con anticipación suficiente. El hecho de el gobierno, a través del Banco Central (BCRA), esté limitando el acceso a divisas al tipo de cambio oficial para concretar importaciones no luce alentar en el actual escenario.
La estimación actual de la BCR para la campaña 2021/2022 se aproxima a los 38.000 millones de dólares anuales de exportaciones agroindustriales, una cifra que podría ser aún más alta si el nuevo escenario geopolítico consolida un nuevo “escalón” alcista de precios de los commodities agrícolas.
En este sentido, desde la entidad indicaron que “una posible limitación en las importaciones de fertilizantes no redundará en ahorros de divisas, sino que llevará a mayores pérdidas de producción agroindustrial, menores exportaciones y, por ende, una menor liquidación de divisas a nivel nacional. Si hay un rubro donde debe priorizarse la asignación de divisas es precisamente éste, por su impacto en las exportaciones agroindustriales”.