La camelina es un cultivo de moda. Llegó hace poco tiempo a las pampas argentinas, y crece rápidamente su adopción. Para poner números, hace unos 5 años nadie sabía de su existencia, y en esta campaña 2024 al menos 400 productores la cosecharon en 8 provincias distintas.
El motor de su expansión tiene que ver con que su grano, muy pequeño, posee un 40% de aceite, y ese producto puede usarse como biocombustible y poder abastecer a la industria aeronáutica. Es decir, que con muchos de los granitos que se cuentan de decenas en la palma de una mano, se puede hacer mover un avión.
Este poder concentrado es el que está haciendo que muchos productores vuelquen su intención de siembra durante el invierno en este tipo de cultivos “energéticos”, como se les suele llamar, y que varios estén analizando una decisión similar en las próximas siembras.
Son muchas las provincias con sus respectivos ambientes productivos que pueden tener camelinas sembradas. Su implantación puede extenderse más allá de las fronteras de la zona agrícola por excelencia, y se está probando en regiones tan adversas como Mendoza, donde una fábrica de aviones tiene listo un programa de ensayo para evaluar la posibilidad de sembrar su propio combustible, es decir, sembrar camelina en esas áridas tierras para obtener la materia prima para la elaboración de la energía que mueva sus aviones.
Pero esta moda propone algo más que una novedad pasajera. Hay quienes aseguran que la camelina posee buenas características agronómicas que la convierten en una muy buena opción para incorporarla a la rotación agrícola.
Aun así, suele asociarse a la camelina con el concepto de sustentabilidad. Y viceversa. En Bichos de Campo nos preguntamos: ¿Esto es efectivamente así?; ¿Por qué la camelina sí es sustentable y otro cultivo como trigo o cebada no?; ¿De qué hablamos cuando hablamos de sustentabilidad agrícola? Estas preguntas y otras más se las hicimos a Victoria Capalbo, que es gerenta regional de sustentabilidad para LDC, una de las compañías que impulsa la camelina en Argentina, Paraguay y Uruguay.
Al respecto, la especialista se metió dentro del lote de camelina para responder a este medio: “Es una oleaginosa que tiene 40% de contenido de aceite, con lo cual ya es un montón. La semillita es muy muy chiquitita, y la verdad que el contenido de aceite que tiene es tremendo. El potencial que hay en estas mini semillas es enorme. La camelina le presenta al productor una oportunidad para generar una renta adicional con un cultivo que tiene propiedades de sustentabilidad, referidas a que se puede utilizar el aceite para elaboración de biocombustibles de generación avanzada para abastecer a la industria de la aviación que tiene grandes compromisos para descarbonizar su cadena. Uno de los requisitos es que el cultivo no compita con alimentos”.
Con esta presentación en sociedad de un cultivo que está cautivando por ahora a un sector muy pequeño del escenario agrícola regional, pero que de poco empieza a derramar en productores que siguen esta tendencia, Capalbo hace hincapié también en otro aspecto importante: “En el caso de Camelina no está desplazando al cultivo original que se pensaba hacer en este lote y a su vez tampoco provoca la expansión del área agrícola. No se abren tierras nuevas para hacer camelina. Lo más probable es que el productor lo incluya en Argentina en lo que es el periodo de barbecho, entonces en lugar de hacer una inversión solamente en el periodo barbecho, con esto está obteniendo a su vez también una renta adicional con un cultivo que le aporta mucho valor”.
“Camelina lo que le permite al productor es de alguna manera continuar intensificando la rotación en sus campos y sumarle un cultivo más, es un ciclo corto que le permite liberar el lote en el momento que necesita salir a sembar la gruesa, o lo que sea que quiera implantar. Tiene un consumo hídrico bastante bajo, tiene una alta resistencia a las heladas, tiene un manejo de malezas muy bueno, corta el consumo hídrico más o menos unos 20 días antes de la cosecha, con lo cual lo deja al lote con un buen abastecimiento, tiene una raíz pivotante, tiene ciertos beneficios que lo hacen realmente atractivo”, añade Capalbo.
Mirá la entrevista completa con Victoria Capalbo:
Sin embargo, hay varios temas orbitando en conjunto entre la sustentabilidad y la camelina. Para Capalbo, el uso industrial es clave a la hora encarar una discusión seria al respecto. Es por eso que afirma: “Podemos hablar de una tendencia en el mundo que es innegable, en donde este camino hacia la descarbonización que tenemos que emprender todos, de alguna manera en pos de limitar el ascenso de la temperatura global en un grado y medio respecto a la era preindustrial para poder seguir teniendo un planeta habitable, es algo que es tangible, que todos de alguna manera el cambio climático lo vivimos. Entonces forma parte de la necesidad que tenemos de buscar fuentes alternativas, incluso de biocombustibles”.
Al respecto, la agrónoma especialista en sustentabilidad agrega: “El combustible fósil se va a acabar, entonces de alguna forma tenemos que ser capaces en el mundo de reemplazarlo. Ese reemplazo se puede dar de muchísimas fuentes distintas. Este cultivo te provee la posibilidad de hacerlo con una cierta alternativa. Después tenés millones de otras alternativas de distintas fuentes de energía para suplir ese pool hoy de combustible fósil. El zapato que hay que llenar de la cantidad de combustible fósil que se consume en el mundo es tan grande que yo creo que no va a haber limitación para ninguna altenativa, creo que todas van a ser necesarias y que el desafío va a estar en cómo el hombre va encontrando tecnologías nuevas adecuadas para mejorar los procesos para poder obtener esas energías renovables”.
Según se desprende de la declaración de Capalbo, estamos en un momento bisagra en el camino hacia un cambio de tendencia, análogo quizá al momento en que comenzaron a producirse los primeros biocombustibles, industria que hoy no encontró su techo.
“Creo que tenemos que ser un poco más abiertos de mente en el sentido de que no solamente vamos a obtener biocombustibles quizás de fuentes de aceite, sino que podemos obtener biocombustibles de fuentes que hoy no imaginamos como de desechos. En este último tiempo está bastante de moda escuchar sobre el UCO, que es el aceite usado de cocina. Tenemos que mirar un poco más allá para entender en dónde podríamos tener un recurso, una materia prima para generar una energía alternativa. Camelina es un gran ejemplo”, resume desde el lote Victoria.
Aun así, la especialista remarcó el crecimiento que tuvo en muy poco tiempo la irrupción de la camelina: “Este es el segundo año que tenemos camelina en Argentina. Este año también lo lanzamos en Uruguay, es la primera campaña y tenemos planes de lanzarlo el año que viene para Paraguay. En Argentina crecimos un montón, el primer año fueron casi 5.000 hectáreas y este año estamos casi en 30.000 hectáreas. La idea es seguir creciendo porque la verdad es que vemos que este cultivo tiene muchísimo potencial”.