Un estudio realizado desde la Facultad de Agronomía de la UBA (Fauba) analizó que el fuerte avance de la agricultura, con la soja a la cabeza, y el retroceso de la ganadería entre 2004 y 2019 provocó que se removieran unos 1.270 kilómetros de alambrados internos en los campos de la Pampa Ondulada. Es equivalente a la distancia que existe entre Buenos Aires y Salta.
El dato cobra sentido desde el punto de vista ambiental, ya que la remoción de esos alambrados, (muchos de ellos internos en los predios rurales) “son refugio de plantas y animales y aportan numerosos servicios ecosistémicos”, según advirtió un informe publicado por el sitio de divulgación Sobre la Tierra.
“En las últimas décadas, el progreso tecnológico en la agricultura llevó a los productores a ‘levantar’ los alambrados internos de sus campos para lograr menos lotes de mayor superficie. Un estudio de la Fauba en Pampa Ondulada analizó los impactos de esta transformación y halló que entre 2004 y 2019 se removieron 1270 kilómetros de alambrados y que los cruces entre ellos poseen un 21% más de especies vegetales que las secciones lineales”, indicó ese informe.
La Pampa Ondulada esta integrada por 45 mil kilómetros cuadrados abarcan un segmento comprendido entre las provicnias de Buenos Aires, Santa Fe y Entre Rios, o más precisamente entre los ríos Paraná y de la Plata al este, el Carcarañá al norte y los ríos Matanza y Salado al sur. Aunque de nivel siempre inferior a los 100 metros, sus suaves ondulaciones debidas a la red hidrográfica la diferencian de la topografía general de la zona.
Allí, según la Facultad de Agronomía, los alambrados internos tenían una función importante, no solo cuando la actividad ganadera ocupaba mucho espacio sino incluso luego con la agriculturización. “La vegetación que crece en torno a los alambrados es muy importante para la producción agrícola porque favorece la polinización y ofrece refugio a insectos controladores de plagas, entre otros servicios ecosistémicos que brinda”, dijo Ailén Federico, que es docente de la Universidad Nacional de Hurlingham y becaria doctoral del Conicar en el instituto IFEVA.
Ailén subrayó que debido al aumento del tamaño de la maquinaria y a las nuevas tecnologías del agro hoy los productores trabajan en lotes más grandes. “Esto fomentó que se remuevan alambrados internos, eliminando esos refugios para la fauna y la vegetación espontánea”, describió.
Como parte de su doctorado en la Escuela para Graduados de la Fauba, Federico estudió la evolución de la cantidad de alambrados en las cuencas de los ríos Arrecifes y Tala, en la Pampa Ondulada, durante los últimos 20 años. Para ello, se basó en censos de vegetación y en imágenes satelitales. Puso el foco en las secciones lineales y enumeró además las especies espontáneas vegetales en las llamadas ‘encrucijadas’; es decir, en los encuentros de dos o más alambrados.
“Con el grupo de estudio observamos que el 57% de los alambrados censados en 2004 fueron levantados. Según nuestros cálculos, son 1270 kilómetros de alambrados que ya no están. En su lugar, hoy encontramos lotes más grandes donde hay sembrados, sobre todo cultivos de grano”, indicó la investigadora.
Estos resultados fueron publicados en la revista científica Biological Conservation. Ailén contó allí que halló 38% menos especies vegetales en los segmentos lineales. “Algunas especies nativas que se habían censado en esos lugares ya no están, como la verbena, la hierba mora o la campanilla roja”, aseguró.
“Esta pérdida facilita que algunas plantas espontáneas que toleran los herbicidas -como el nabo o el yuyo colorado- se vuelvan dominantes. Hoy, estas malezas proliferan y complican los manejos agronómicos”, advirtió lña agrónoma.
Al referirse a las encrucijadas, Federico destacó que “abarcan áreas más amplias que los segmentos lineales de alambrados y por su geometría, a los que operan la maquinaria agrícola se les complica acceder y aplicar herbicidas, por ejemplo. Por lo tanto, están menos disturbadas y la diversidad animal y vegetal se ve menos afectada”.
“Estos cruces entre alambrados son importantes ya que albergan un 21% más de especies vegetales -como la cebadilla y el raigrás- en comparación con las secciones lineales. Son hábitats mucho más aptos para que se establezca la vegetación porque favorecen la dispersión de las semillas y el crecimiento de las plantas”, sostuvo.
Acerca del futuro de su investigación, la docente señaló: “Queremos conocer más los pormenores detrás de la mayor biodiversidad de las encrucijadas. Para eso, estamos profundizando el estudio del establecimiento y la dispersión de las especies espontáneas”.
También consideró que sería conveniente conocer más de los insectos que habitan los paisajes agrícolas de la Pampa Ondulada, ya que muchos de ellos controlan plagas y son útiles a la agricultura brindando el servicio ecosistémico de polinización.
A modo de conclusión, Ailén Federico hizo hincapié en que “si los productores siguen removiendo alambrados, se estará complicando también la agricultura. Conservar esta red es muy importante para sostener la biodiversidad, los servicios que aporta y los agroecosistemas”.