Desde el Gobierno y también desde instituciones privadas parecen estar alineados por lo menos en el discurso: hay que exportar con mayor valor agregado. Esto significaría dejar de vender tanto grano como tal (sea soja, maíz o hasta trigo), para comenzar a venderlo transformados en carne, bioinsumos o biocombustibles. “Dejar de exportar alimento para ganado para pasar a exportar alimento para humanos”, suena como slogan. Parece muy atinado por diversas cuestiones económicas y sociales, que junto a inversiones y cierta estabilidad en las reglas podrían transformar el interior y crear más trabajo.
Ahora, el gran tema es si el mundo va a dejar que esto suceda, porque los de afuera también juegan y las señales históricamente son han sido tan buenas. Por el contrario, las grandes potencias siempre han jugado para ser ellas mismas las que agreguen valor a los granos que importan desde la Argentina y otros países en desarrollo. Estas políticas se han agravado en medio de la pandemia, con países que se cierran y abrazan el proteccionismo, sin problemas en subsidiar a su sector productivo para que le garantice los tan vitales alimentos.
Le preguntamos esto a Nélson Illescas que es un experto en este tema de comercio internacional y como tal dirige la Fundación INAI (Investigaciones para Las Negociaciones Agrícolas Internacionales).
“Hay que partir de la base que los importadores quieren el grano para transformarlo ellos, no quieren la carne o los bioplásticos. Para eso utilizan algo que se llama escalonamiento arancelario, en el que te ponen un arancel muy bajo o nulo para la materia prima y a medida que se avanza en la elaboración, el arancel crece y es cada vez más caro entrar en ese mercado”, explicó en Bichos de Campo.
Aquí la entrevista completa con el abogado Nélson Illescas:
“Esa es la primera medida a tener en cuenta. Luego te chocás con competidores que han hecho todos los deberes y han eliminado barreras. Nosotros tardamos 20 años con la negociación Mercosur-Unión Europea, y en ese tiempo Australia firmo una pila de tratados con China, India, Estados Unidos, etcétera”, agregó.
Luego, Illescas subestimó la capacidad actual de la OMC (Organización Mundial del Comercio) para avanzar hacia una liberalización mayor del comercio internacional en beneficio de la Argentina. “Mucho menos con Estados Unidos que amenaza con abandonarla todo el tiempo, y hay que tener en cuenta que la OMC será lo que los países quieran que sea, si bregan por el proteccionismo así tenderá”, explicó.
Además aclaró que el multilateralismo que ofrece la OMC no siempre es el camino más directo, porque allí la resolución de las disputas demoran años. “Lo importante de los acuerdos bilaterales, como el del Mercosur con la Unión Europea, no es solo el comercio en sí, sino los canales directos de negociación que esto abre”, explicó el abogado.
Illescas luego se refirió al informe de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos), que expuso a la Argentina como el país que más recursos toma de su sector productivo, a contramano del resto de la comunidad internacional, que syuele subsidiar a sus sectores productivos.
“Acá tenermos los derechos de exportación -retenciones-, y eso nos hace jugar con la cancha desnivelada y salir al mundo a competir con dos goles en contra”, fue la metáfora utilizada por Illescas.
El experto, por último, intentó ser un poco más positivo y planteó las fortalezas argentinas. “El abanico de posibilidades en el mundo existe. Hay países que reclaman alimentos saludables en sus góndolas. Y en ese sentido hacemos muchas veces las cosas bien”, mencionó.
“Ahora, lo que falta es que sector público y privado tiren para el mismo lado, sino no se logra nada. Si el Gobierno abre mercados pero no tenemos producción, o si el privado se pone a desarrollar productos sin mercados abiertos, caemos en la nada”, advirtió.
Y cerró: “Es muy importante ganarse el respeto en el plano internacional, no podés abastecer un año al mercado y al otro no tener o no querer; la relación debe ser duradera y confiable”.