Teresa Guelfo es pionera entre las mujeres rurales en os años 80. Desde muy joven se tuvo que hacer cargo, sola, de la administración del campo de cría de la familia. Ella es la que decide todo, se encarga del personal, de gestionar la sanidad de los terneros, de la reproducción de las vacas y de ir a los remates a vender terneros, comprar hacienda para la recría o vientres para mejorar su rodeo.
A Teresa siempre le gustó el campo y por eso se animó a estudiar y recibirse de licenciada en administración agropecuaria. Una rareza en aquella época. Sin éxito intentó conseguir trabajo enviando su currículum a diferentes administraciones de campos.
“Me llamaron a algunas entrevistas, pero era más para saber quién era esa mina que se atrevía a mandar un currículum”, recuerda. En aquellos años esos puestos de trabajo eras exclusivos del género femenino.
Fue entonces cuando, se produjo la sucesión familiar del campo que la empujó a mudarse de Capital a la Cuenca del Salado.
Su abuelo tenía un campo en General Guido, Buenos Aires. Cuando falleció, su madre y sus tías lo recibieron en herencia y comenzaron a trabajarlo hasta que en 1985 Teresa se metió de lleno en el manejo de la cría vacuna, con el título bajo el brazo.
“En aquella época las mujeres que estaban en el campo era las ‘esposas de’ o las ‘hijas de’, además había que lidiar con los paisanos a los que no les gustaba que los manejara una mujer. Ahora están más acostumbrados, hay chicas que están trabajando, agrónomas o veterinarias, todo es mucho más normal”, celebró esta pionera.
Desde que agarró la sartén por el mango pasó por varias situaciones difíciles y vio muchos cambios en el manejo de los rodeos de cría.
Por ejemplo, debutó con una inundación de esas “que no dejan ver el alambrado, el que tuvimos que ir cortando para sacar a las vacas. Por suerte me agarró con pocos animales y los pude sacar a la ruta”. Dice que lo sucedido es algo que hoy es impensado hacer porque no encuentra personal que esté dispuesto a eso y porque además los dueños de lo ajeno la dejarían sin nada.
También enfrentó los prejuicios propios de la época. Ser mujer en esos años en el ámbito agropecuario no fue fácil. “Una vez la Rural de Dolores había organizado en viaje a la Exposición Rural de Palermo, había que anotarse, pero me rechazaron. Así que agarré el auto y fui sola”.
Entre los cambios en el manejo de la producción de cría destaca los avances en materia sanitaria: “Hoy es muy diferente la sanidad que se aplica”. También la incorporación de tecnologías como “el eléctrico”, que le permite manejar mejor el recurso forrajero, rotando las vacas dentro de un mismo lote.
Su campo es de 1900 hectáreas, pero además alquila otros dos que los tiene en producción y a los que recurre cuando el de General Guido se inunda. “Son mi salida en el caso de que tenga complicaciones con el agua, hoy ya no podés dejar 500 vacas en la ruta a la espera de que baje el agua”.
Teresa pasó varias crisis climáticas y económicas del país: “Remé en dulce de leche y contra la corriente durante muchos años, pero tengo la suerte de haber hecho lo que me gusta, creo que eso es fundamental y pude conocer gente maravillosa gracias a esto”.
Luego agregó: “Sé que en algún momento voy a tener que decir hasta aquí llegué, que se haga cargo otro, pero por ahora -mientras lo pueda hacer- voy a seguir porque me encanta”.
Teresa salió airosa de todas las dificultades que enfrentó en 40 años al frente del campo de cría que heredó y ahora le toca disfrutar de este buen año para la cría vacuna: “Los precios en dólares son altos, pero eso no significa que haya una gran rentabilidad porque los costos también subieron. Pero dentro de todo en estos últimos dos o tres años estamos más aliviados, siempre fuimos los últimos de la cadena” y ahora toca revancha.