“Por suerte estamos cosechando. Es una gracia divina poder seguir trabajando”, afirmó Julián Clusellas, productor de olivos en La Rioja y directivo de la Federación Olivícola Argentina.
En el arranque de la recolección de aceitunas, tanto de mesa como para aceite, Clusellas explicó que la actividad suele alternar un año de buen resultado productivo con otro malo. Este es justamente ese caso, el año malo. Explicó que en un año bueno “se producen 100 millones de kilos de aceitunas de conserva y 30 mil toneladas de aceite. En este calculamos que va a estar en 40 millones de kilos de aceitunas y entre 22 y 23 mil toneladas de aceite” de oliva.
El productor olivícola explicó que en el arranque de esta cosecha hay varios frentes de tormenta: Uno es sostener el empleo de los cosecheros y otro tiene que ver con la cuestión estrictamente comercial: cuánto y cómo se cobrará la producción.
Escuchá el reportaje a Julian Clusellas:
En cuanto a los trabajadores, Clusellas dijo como ejemplo que en el Valle de Chilecito hay 4 mil personas afectadas a la actividad y que durante los 120 días que dura la cosecha se pagan 600 mil jornales en la provincia de La Rioja.
“Damos muchos empleo y tenemos todos el compromiso de sostener el personal, pero no sabemos cómo vamos a afrontar el resto de los costos como impuesto y energía, que no vamos a poder pagar en tiempo y forma”, advirtió.
Luego agregó que “aun sin bancos estamos cosechando, gracias a un buen entendimiento de parte de cosecheros y el gremio. Esto generó muchos problemas porque en general los trabajadores cobran semanalmente y en efectivo, y el cierre de los bancos fue una dolor de cabeza para los productores”.
El cierre de los bancos, al menos hasta fines de la semana pasada, generó importantes problemas y la ayuda prometida por el Gobierno vía créditos no parece ser una solución para la olivicultura. “Nos van a terminar hundiendo más, porque se puede tomar uno para pagar marzo, otro para pagar abril, pero qué hago después si no se puede comercializar la producción o si no me la pagan porque se cortó la cadena”, reflexionó Clusellas.
Con respecto a la comercialización y rentabilidad de la actividad dijo que “el mayor problema por delante, una vez que pase la cosecha y elaboración, es cómo va a estar el mercado brasileño, porque nuestros clientes no vendieron la producción y el aceite bajó a la mitad del valor que tenía en 2018, pasó de los 3.500 a 4.000 dólares la tonelada a los actuales 2.000/2200 dólares”.
Según el olivicultor, esta situación “nos deja por debajo de los costos de producción, y es el segundo año que afrontamos esta situación. Esto hará que parte de fincas se vayan abandonando. La línea de flotación de costos depende de cada finca, de la eficiencia y de qué componente tecnológico hayas logrado adquirir en los últimos años para ser más eficiente. Pero hay que pensar en un ingreso de 3 mil dólares por hectárea para subsistir”.