El agro carga con varios mitos por parte de una sociedad fundamentalmente urbana que ve a los productores como contaminadores, como avaros sentados sobre su soja, como terratenientes e infinidad de cuestiones sobre las que también se suele montar la política.
“Las estructuras míticas se construyen sobre realidades que probablemente hayan existido en algún momento, pero que luego cambiaron. De todos modos el mito empieza a construir sobre lo que ya estaba, y a su vez genera contradicciones. Lo peligroso acá sería construir políticas públicas o miradas sobre algo que no existe”, advirtió a Bichos de Campo Patricio Quinos, coordinador nacional del programa de reconversión productiva Cambio Rural.
El programa que coordina este ingeniero agrónomo y estudiante de filósofía nació allá por 1990 frente a la necesidad de agrupar a productores para achicar las brechas que existían entre diferentes escalas. Se cogestiona actualmente con el INTA.
Ahora que está muy de moda la palabra “deconstruir”, Quinos comentó que “así como se empieza a deconstruir por ejemplo, el patriarcado y uno mismo, del mismo modo hay que deconstruir la cuestión agraria. Ese proceso lo deben hacer las gremiales agropecuarias, las organizaciones técnicas, las campesinas, los que diseñan políticas, los que piensan qué hacemos con la balanza comercial”.
“A mi juicio, todos miran cosas que puede ser que hayan estado en 1910, pero la pregunta es: ¿Sigue existiendo ese agro?”, se preguntó Quinos.
Mirá la entrevista completa a Patricio Quinos:
-Estamos hablando de más de 100 años. Lo grave es que con tanta historia debajo del puente los argentinos no podamos derribar los mitos. Deberían tener fecha de vencimiento
-Lo que pasa es que el mito es tranquilizador, porque no hay que probar nada de lo que está ahí.
– ¿Y qué mitos te preocupan sobre el sector agropecuario argentino?
-Está claro que el sector agropecuario de los últimos 30 o 40 años es el de un capitalismo agrario super desarrollado, vinculado a la tecnología y a una dinámica del capital que es muy alta. De hecho, el programa Cambio Rural, fue pensado por Felipe Solá en su momento, en estas dinámicas capitalistas, para evaluar qué pasaba con los que no podían subirse a ese tren. Esa es otra cuestión, pero está estudiado que hay toda una progresión en términos de sociedades que comenzaron siendo agrarias, luego pasaron a ser comerciales, industriales, y no vuelven a la sociedad agraria de 1900.
No sé la dinámica que tomará el mundo con esta pandemia, pero evidentemente las sociedades industriales van siguiendo un camino mucho más evolucionado, y acá pareciera que hay un retorno a lo natural y a volver al campo. Yo no digo que no suceda esto, pero hay que ver en qué condiciones se vuelve y a qué se vuelve, para evitar un retroceso.
-Quienes abrevan del mito suelen formar parte de una corriente anti tecnológica. En vez de evolucionar en conocimientos, renegamos de los conocimientos adquiridos. ¿Somos conscientes de lo que estamos planteando?
-Lo que pasa es que como el mito tranquiliza se tiende a pensar que vamos a estar mejor, pero hay que discutir si esto será realmente así. Otra cosa que me preocupa en ese camino de involución es que se resigne la figura del asalariado urbano obrero. En este esquema la producción industrial no puede absorber una masa de personas. Entonces, si no tienen lugar en un esquema urbano industrial, acá aparecen los mitos de 1950 o de 1960 del tipo ´vamos al campo a ver qué pasa´. Yo no sé si se maneja con esta liviandad, pero debemos ver cómo haremos, si resignar y asumir que no se puede seguir una carrera de evolución industrial, o talvez convertirte a una sociedad agraria.
-Eso de ir para atrás… ¿Aplica tanto al conservador que quiere volver a la Argentina agroexportadora que se conforma con exportar granos, como así también al hippie o rebelde que quiere volver a la agroecología como modelo anti tecnológico. ¿Desde ambas vertientes ideológicas se promueve una involución?
-En mi opinión está claro que la Argentina no anda con un solo motor. Necesitás también del motor industrial. Ese antagonismo Campo versus Industria me parece una construcción de 1950 o de 1960 donde hay un campo atrasado. El campo se desarrolló y no es un campo atrasado como en esa época. Tenemos el motor del agro y el motor de los servicios ¿Y el motor de la industria dónde está? Ese motor que no funciona expulsa población, y eso lo vimos en 1990 y en 2001, y no sé cómo lo veremos ahora con la post pandemia.
-Entre los mitos que hay que derribar en el agro argentino, ¿Te preocupa el que tiene como 100 años y que sostiene que en el agro son todos oligarcas?
-Me preocupa el estereotipo que se genera en torno al agro, pero al mismo tiempo pienso que el agro debe hacer una autocrítica en términos de cómo se muestra a la sociedad. Así como hay una discusión discursiva vinculada a la oligarquía, a las camionetas 4 x 4 y al amarrocamiento, debería oponerse una construcción discursiva vinculada a defender o mostrar las acciones y tareas que hace el agro en términos más formales. Me parece que el agro o las organizaciones del agro deberían construir su propio discurso, el cual es más tecnocrático y tecnológico, lo cual está bien, pero al cual le faltan las personas. Acá me parece muy interesante el trabajo que hizo la Fundación Agropecuaria para el Desarrollo Agropecuario (FADA) en esa línea de construir un discurso, porque en muchos de sus estudios plantea: para qué necesitamos los dólares, para qué necesitamos exportar. Con esto quiero decir de que no no estoy tan seguro de que el grueso de la población sepa qué hace el agro. Hay que sacarle las 400 capas de pintura que tiene la F-100 de mitos que se han construido a lo largo de los años y que evitan ver cuál es su color actual.
-¿Y cómo definirías al agro actual?
-Primero hay que buscar un discurso local. Por ejemplo, dentro de Cambio Rural hay 40 producciones y son todas lo mismo. Las que están en La Pampa tienen un determinado tipo de productividad y acervo, y del mismo modo los que están en las zonas extra pampeanas y en el Nea. Es más complejo.
-Bueno, podemos empezar por decir que la diversidad es una idea interesante para derribar mitos. El agro es diverso.
-Hay montones de producciones y también muchas nuevas como nuez pecán, frutos secos, arándanos. No es todo soja. Lo que pasa es que, de vuelta, las construcciones de mitos se van instalando en el discurso. Ahora por ejemplo, se ven montones de mujeres rurales que hablan de otra ruralidad, con una mirada más femenina. Esas son cosas que muestran un agro más cercano en sus comunidades. De todos modos, el agro debería mostrar más cercanía con su comunidad porque la lejanía marca un corte de comunicación a veces. Yo viví mucho tiempo en Alberdi, Buenos Aires, donde hay 10 mil habitantes. Yo caminaba 6 cuadras y estaba dentro de un lote de maíz. Ahora vos le preguntabas a alguno de los chicos que allí cursaban, y no sabían qué pasaba en el campo, que se sembraba, cosechaba o qué prácticas culturales se hacían. Eso es parte de nuestra comunicación, discurso e integración con la comunidad.
Las chocleadas en el sur de Córdoba eran interesantes para mostrar eso.
Y después hay un tema vinculado a la necesidad de apropiación de la renta. Todos esos discursos también son funcionales a pensar: ´Bueno, como este es así me habilita a apropiarme de la renta que produce y aparte se lo merece porque viste cómo es´. La diversidad no es un tema menor, hay diversidad de producciones y también de sujetos. También hay que hablar acá del ecosistema de servicios. Por ejemplo, el año pasado tuvimos 4 o 5 grupos de contratistas rurales que no tienen una sola hectárea, pero que se unen dentro de un grupo de Cambio Rural, preocupados por sus costos, entre otras cuestiones. Entonces armaron esquemas mediante Excel y ese sistema/ sujeto (contratista) recién empezamos a censarlo en 2018. Hasta entonces, estaba invisibilizado.
-El contratista es una pieza clave para el agro argentino porque es la mano de obra que levanta el 80% de los granos que luego se exportan y generan divisas para el país
-Y es más, ese sujeto es un enorme agente de difusión de tecnología. Si vamos a un esquema de parcela chica, será difícil difundir esa tecnología. Por eso digo, hay que pensarlo. Cuando uno se lanza al: ´bueno, mandemos gente al campo´, debemos pensar cómo va a estar la situación productiva en términos tecnológicos.
-¿Ahí tenés los contratistas como nuevos extensionistas decís vos, llevando la tecnología, la maquinaria?
-Yo creo que tiene que haber economías de escala, porque todo esto es muy lindo pero vivimos en un sistema capitalista que precisa de economías de escala.
-Otro mito es que es imposible desarrollar políticas agropecuarias. Hay como cierta resignación mítica en el agro porque es imposible hablar con los políticos para desarrollar políticas agropecuarias ¿Lo ves así?
-No me estoy sacando el lazo con lo que te diré, pero creo que hay que mirarlo en un contexto de los últimos 30 años, y a mi me parece que hay una política agraria marcada: la liberación de materiales transgénicos, el desarrollo de fertilizantes. Si miramos los últimos 30 años y no de modo coyuntural, gran parte de la enorme productividad que tuvo el agro tiene que ver con políticas de Estado.
-Bueno, pero también uno podría pensar más bien, si no es el mercado marcándole los ritmos a la política.
-Puede ser también, pero lo que quiero decir es que hay una política. Es probable que el mercado pueda trazar eso. Cuando hablan del neoliberalismo, es eso: las corporaciones metidas dentro del Estado diseñando las políticas, y no pasó solo con Macri, pasó en los últimos 30 años.