Cuatro años y medio atrás la contadora Georgina Manson decidió comenzar a producir paltas en la zona de El Timbó, Tucumán. El emprendimiento, Paltas del Timbo, surgió con la posibilidad de adquirir un establecimiento para recuperar el legado familiar de su abuelo Matías, quien fue desde siempre un apasionado por el campo.
“Llegó mágicamente una carpeta a mis manos con este campo que estaba a la venta; empecé a averiguar y se dio poder comprarlo”, recordó Manson en diálogo con Bichos de Campo.
Manson empezó con 1200 plantas de palta del tipo Hass y otras 200 plantas del tipo Torres. “Me gusta la naturaleza y encontrar un poco de paz a sólo treinta minutos de la ciudad: me pareció increíble”, confesó.
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Luego de mucho trabajo, hoy cuentan con unas 10.000 plantaciones y están invirtiendo en riego. “Le estamos poniendo mucho amor y energía a esto. Ya hemos llegado al mercado de Buenos Aires, Mendoza, Córdoba y Rosario, Santa Fe”, explicó.
En Tucumán son pocas las plantaciones de palta, porque en la provincia siguen dominando cultivos como la caña de azúcar y el limón, pero, según Manson, hay un mercado muy prometedor para la fruta. “No me pasa en ninguna otra actividad que me llamen desde distintos lugares y me pregunten cuándo estarán listas las paltas para la venta”, aseguró.
La emprendedora comentó que hace dos años estuvieron en el Congreso Mundial del Aguacate en Medellín, Colombia, lugar en el que pudieron hacer varios contactos y, aunque durante la pandemia de Covid-19 reconoció que les costó colocarla afuera, mantiene el diálogo con otros vendedores para mejorar la comercialización.
Argentina tiene una producción deficitaria de paltas, con lo cual Manson debe competir con la palta que llega de Chile, Perú, Colombia y Brasil. Al respecto aclaró que “esos países no mandan acá su mercadería de primera” y que el negocio depende del ritmo de ingreso de la mercadería proveniente del exterior.
“Hay que estar atentos a la ‘ventana comercial’, que son los momentos en que ellos no mandan su fruta, entonces, si llegamos al mercado local en ese período, resulta un buen negocio”, graficó la empresario.
Bernardo Garber, hijo de Georgina, estudia finanzas y se abocó de lleno al proyecto paltero junto a su madre. Para Garber, el crecimiento de la palta “depende de una buena altura o de ser colocada en lomadas para evitar que la afecten las heladas, buena composición de humedad, y acá tenemos un microclima muy bueno y buenas lluvias por estar cerca de El Cadillal, salvo que nos toque un período de sequía como el del año pasado, pero generalmente estos suelos contienen mucho la humedad”.
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Cada época de crecimiento de las paltas tiene sus complicaciones. “En invierno está la parte linda, que es la cosecha, pero a la vez tenés las heladas; en la primavera es el período de la floración, pero te viene un viento Zonda y se te cae el cuaje; y en verano no te preocupás por el agua, pero podés sufrir una inundación”, declaró.
En cuanto a la cosecha, la cual generalmente se da en la provincia de abril a julio, Garber comentó que primero cosechan la palta Hass y luego pasan a levantar la variedad Torres. “Comercialmente es muy buena la Torres, porque se abre una ventana en la que se termina la disponibilidad de la palta proveniente de Perú y todavía no comienza a entrar la de Chile; entonces la palta Torres (variedad originaria de Yerba Buena, Tucumán) la miran con muy buenos ojos”, describió.
Una vez finalizada la cosecha, le siguen las labores de poda y en la época de lluvias comienzan con las abonadas, aplicación de herbicidas y limpieza. Y en cuanto a la competencia interna con otros proveedores palteros, Garber admitió, al igual que su madre, que son pocos, aunque la firma Guayal, ubicada en la localidad tucumana de Famaillá, es para ellos “un modelo a seguir”.
Una cosa queda clara para Manson y Garber: quieren seguir subidos a la aventura de invertir en la fruta verde y, en efecto, continúan sacando los pocos naranjales que quedan en el campo para reemplazarlos por lo que consideran una nueva opción productiva de Tucumán: la palta.