“47 años, molinero, padre de dos”. Así se presenta Pablo Aranda, creador de La Pachita, emprendimiento dedicado a harinas integrales agroecológicas que surgió en 2010 a través de una búsqueda personal que lo llevó a conocer a Lorena, su compañera y madre de sus hijos, Julia y Pedro.
Con un título universitario de licenciado en sistemas y 12 años de carrera, un día –comenta– empezó a darse cuenta de la crisis ambiental que vive el planeta y de esa comprensión surgió la necesidad de hacer algo “con mayor sentido en esta vida y aportar algo a esta humanidad en crisis”.
“El nombre Pachita, vine del diminutivo de Pachamama o “la madre tierra” para las culturas andinas que entendieron el profundo vínculo que tenemos con la tierra y que el hombre moderno perdió por completo”, explica. “Por eso nuestra materia prima la compramos a productores comprometidos con la salud y el ambiente, nos basamos en relaciones de confianza. Molemos trigo, maíz, centeno, avena, cebada y mijo”.
-¿Por qué decidieron moler cereales agroecológicos y a molino de piedra?
-Rudolf Steiner, el creador de la Agricultura Biodinámica, Antroposofía y otras artes dijo: “Hoy las plantas alimenticias carecen totalmente de las fuerzas que debería transmitir al hombre”. Entonces, hacer alimentos de verdad, que ayuden al crecimiento espiritual de la humanidad es una de las motivaciones.
-¿Y cómo se relaciona con el cambio climático que a usted le preocupa?
-La agricultura química tiene un rol muy importante, justamente, en el cambio climático. Moler granos que vengan de una agricultura orgánica, regenerativa o biodinámica no solo aporta alimentos de alta calidad nutricional, sino que también son actividades que capturan carbono en la tierra, reduciendo los efectos de los gases de efecto invernadero.
-¿Por qué no trabaja con harina convencional? ¿Qué experiencia tienen con los agroquímicos?
-Todos los granos provenientes de una agricultura convencional tienen altas cantidades de venenos, que terminan en la tierra, en el agua y en nuestros cuerpos. Es muy importante para mí que la gente tome conocimiento de esto para que se provoquen cambios importantes en el sistema alimentario.
-¿Cómo armaron el molino o a quién se lo compraron? ¿Por qué es bueno que sea “de piedra”?
-El molino está fabricado por un emprendedor de Bariloche, para fortalecer la industria argentina. Y que sea molida a piedra le da otras características a la harina: tiene aromas y sabores que no se encuentran en las harinas convencionales.
-¿Cuánta harina producen al mes?
-Unos 1000 kilos de harina de trigo. También hacemos fideos secos, otras harinas especiales, cerveza artesanal y tenemos una pequeña biofábrica para hacer fertilizantes orgánicos.
–¿Quiénes son sus clientes?
-El panadero de la nueva era! Gente apasionada por los panes que se cocinan en pequeños emprendimientos caseros. Y personas que buscan harinas limpias para cocinar en casa.
-¿Creen que hay cada vez más conciencia sobre el cuidado del ambiente y de uno/a mismo/a (como ser humano)?
-Creo que sí, pero tenemos un nivel de demencia tan grande como humanidad que todavía tenemos que ser más los que entremos en conciencia de lo que está pasando para poder hacer cambios significativos. En mi camino de vida me encontré con una palabra hermosa, la agricultura, y es la cultura de los pueblos la que le da forma. Para mí, hay muchos tipos de agricultura: la industrial: llena de venenos y basada en monocultivos y la biodinámica, la orgánica certificada, la agroecología, la agricultura regenerativa y la sintrópica: todas basadas en el cuidado de la tierra y la biodiversidad. Cedimos el poder a la industria y debemos recuperarlo.
-Ustedes, ¿viven en el campo?
-Vivimos en la Ciudad de Buenos Aires y el molino está en Chivilcoy; poco a poco estamos armando un lugar donde poder ir.
-En su Instagram afirma que si uno no cambia lo que hay en su corazón y lo aplica en su hogar, nada cambiará en el mundo. ¿Cómo se relaciona esto con su emprendimiento?
-La llegada de mis hijos fue uno de los motivos que me animaron al cambio. Ver el desastre que estamos haciendo en el medio ambiente me hizo pensar… ¿qué les voy a decir a mis hijos dentro de unos años cuando la crisis sea más grande? Y luego pensé: “Ya sé qué mundo les toca a mis hijos, ¿pero qué clase de hijos le voy a dejar a este mundo?”. Quise que me vieran trabajando/luchando por una causa justa y al mismo tiempo que se conecten desde un lado más amoroso con la naturaleza y la comida. Por eso aquello de “primero adentro y luego afuera”.