El cartel colgado en uno de los stands de la última edición de Expo Lajitas en Salta llamó la atención de Bichos de Campo. En letras grandes y afirmativas, una consigna define un rumbo, una apuesta, una estrategia: “Formosa, el próximo polo agrícola del norte”.
Esta frase también abre una pregunta incómoda: ¿cómo convertir a una de las provincias más postergadas del país en un polo agrícola y sin avanzar sobre el monte nativo chaqueño?
Esa tensión, que se abre entre el desarrollo agrícola y la deforestación, es el núcleo de una historia que se viene gestando en silencio, en paralelo al gran relato sojero de la Pampa Húmeda. Se trata de otro modelo, más híbrido, más periférico y, si se quiere, más estratégico. Está en plena expansión, involucra a nuevas empresas y a nuevas zonas, y que busca colarse en las agendas de producción y exportación del futuro.
Uno de los que está promoviendo esto es Surgen, una firma que nació en el norte de Salta, en Embarcación, y que lleva el sello de los ingenieros agrónomos de campo, los que ensucian las botas y se obsesionan con el clima. “Nosotros arrancamos en una zona donde el clima es muy duro, las temperaturas son muy altas”, explicó Pablo Pizarro, uno de sus socios, en diálogo con Bichos de Campo. “Hace 30 años los productores de Jujuy, principalmente, encontraron que una alternativa productiva era el poroto… descubrieron que había 90 días donde las temperaturas no eran tan altas, la evapotranspiración no era tan alta, las lluvias alcanzaban para producir”.
Esa ventana climática dio pie a una especialización: el poroto blanco, el mungo, la chía. Pero también marcaron un límite. Con el tiempo, el crecimiento se volvió difícil, los campos disponibles se achicaron, la competencia se intensificó. Y el norte se especializó en legumbres. Entonces, la mirada se empezó a correr: hacia Jujuy, hacia Paraguay… y hacia Formosa.
“Hoy Formosa es una potencia ganadera, es reconocida por la producción de sus terneros. Nosotros creemos que en 10 años Formosa va a ser agrícola”, lanza Pizarro con convicción. Y lo dice sabiendo que pisa terreno delicado, una ecorregión sensible como el Chaco seco, que ya ha sufrido las consecuencias del avance de la frontera agrícola.
Según entiende el cordobés que vive en Salta, en esta última provincia el desarrollo se detuvo por presión ambientalista, y ahora hay que mirar a otras latitudes. Y tanto Formosa como Paraguay entraron en el foco.
La discusión sobre la deforestación ya no es sólo una preocupación ambiental o una cuestión de responsabilidad social empresaria. Es, directamente, una barrera comercial. La Unión Europea prohibirá desde 2026 el ingreso de mercaderías que provengan de zonas deforestadas después del 31 de diciembre de 2020. Eso incluye a la soja, al maíz y también a la carne.
Pizarro tiene una estrategia: “Hay muchas hectáreas que son ganaderas, que hoy ya están con gatton panic, con pasturas megatérmicas implantadas, y en esos lotes, en esas estancias, en esas unidades de producción, es muy factible que se reemplacen las pasturas por cultivos”.
Esa idea de reemplazo sin más desmontes es el corazón del argumento productivista. Y es también la forma en que países como Brasil han crecido exponencialmente en superficie agrícola, aunque muchas veces no sin controversias. En ese espejo también se mira Surgen. “Brasil todos los años crece su superficie agrícola en detrimento de la superficie ganadera”, dice Pablo, y añade: “Yo sinceramente, desde los conocimientos profesionales que tengo, creo que Argentina tiene que seguir por ese lado, tiene que intensificar su producción, tiene que producir cada vez más granos, tiene que fertilizar cada vez más”.
Mirá la entrevista completa con Pablo Pizarro:
Sin embargo, el desafío no es solo interno. Pizarro también reconoce que hay un condicionante externo que obliga a hilar más fino: el acceso a los mercados internacionales, especialmente los más exigentes. “Es un tema. Creo que los gobiernos deben involucrarse en este tema. De vuelta, hay dos salidas: una es volcar hectáreas ganaderas que ya fueron, desmontadas en el pasado, donde hoy hay pastura megatérmica”, detalla.
“Formosa tiene 7 millones de hectáreas, y hoy produce 100.000 hectáreas agrícolas. Yo creo que es muy viable, haciendo un manejo sustentable y con todas las cuestiones que el productor agropecuario, las provincias y las normativas tienen en cuenta, incrementarlas”, dice Pizarro, quien además lanza un número que funciona como tesis productiva, pero también como argumento defensivo: “Me parece que es muy factible, por ejemplo, en la provincia de Formosa, que haya un millón de hectáreas agrícolas. Me parece que es algo que en 10 años se puede dar sin que esto signifique atentar contra el medio ambiente. O sea, si tenemos 7 millones de hectáreas y hablamos de volcar a la agricultura un millón de hectáreas, estamos hablando del 15%”.
Para Pizarro, ese 15% es también una oportunidad: “La comunidad o la sociedad tienen que entender que un 15% de producción agrícola es un avance, es una producción que en el 90% de los casos se exporta, que significa el ingreso de divisas al país. Entonces nosotros desde la profesión, como ingeniero agrónomo, vemos que es el camino”.
Pizarro sabe de lo que habla. No solo porque es ingeniero agrónomo, sino porque ya lo vivió en carne propia. Antes de lanzarse al norte, su recorrido profesional empezó en el oeste de Córdoba, donde también supo ver el potencial agrícola en campos tradicionalmente ganaderos.
“Yo soy de Córdoba y ahí pasó lo mismo. En toda la parte oeste de Córdoba, desde Cruz del Eje hasta Villa Dolores, toda la vida fueron zonas ganaderas, y hoy son zonas agrícolas”, recuerda. Su propio derrotero empresarial, primero como técnico y luego como socio de Surgen, se alimenta de esa experiencia. “Y lo mismo pasó en el NOA, lo mismo pasó en Salta, lo mismo pasó en Santiago del Estero. Entonces digo, ¿por qué no va a pasar en Formosa?”, se pregunta el experto.
Para él, el límite ya no es el suelo o el clima: es la falta de infraestructura, de caminos, de políticas que acompañen el salto productivo. “Creo que los gobiernos deben involucrarse en este tema”. Y vuelve sobre el ejemplo de Brasil, donde no solo hubo reemplazo de pasturas por cultivos, sino también un fuerte apoyo estatal. “Yo creo que si realmente queremos exportar más, si realmente queremos incrementar nuestra producción, el gobierno debe apoyar el desarrollo de estas zonas”, sentencia.
Además, Pizarro ve a Paraguay como otro actor clave en este proceso de expansión del norte argentino, una suerte de espejo que va acompañando la reconfiguración agrícola de la región. “El país vecino ha apostado fuertemente por la agricultura. En Paraguay también hay mucha tierra ganadera disponible para ser reconvertida en agrícola”, observa.