Pablo Etcheberry maneja el campo de su mamá, Felicitas Melón Gil, ubicado en Pellegrini, provincia de Buenos Aires. En Santa Marta hay 385 vacas, 110 vaquillonas, 350 terneras, 25 novillitos, 13 toros (hacen ciclo completo menos este año que quisieron alivianar el campo) y 200 hectáreas alquiladas para agricultura.
“La familia siempre tuvo Angus negro pero desde hace un tiempo sumamos algo de colorado, para tener un mix”, describe Pablo, que agrega que acaba de incorporar 33 vacas de la raza africana Tuli preñadas para ganar rusticidad, tener mayor docilidad, mejor resistencia al calor, facilidad de parto y un mejor rumen que les permite digerir cosas que al Angus se le complica.
“Me han criticado mucho por esta decisión, como que ´es una pena hacerle eso al Angus´”, dice riéndose, “pero la verdad es que es sólo una prueba y si no nos gusta o no funciona se puede volver atrás sin problemas”.
Actualmente realizan el primer entore a los 18 meses y tienen una carga de 3,7 vacas por hectárea y quieren bajar a 3 porque si no “es demasiado”. En cuanto a alimentación, hacen 100 hectáreas de pasturas (alfalfa, festuca, cebadilla) y usan las 200 hectáreas de rastrojo de maíz, soja y girasol durante cuatro meses al año.
“Este año queremos sumar 50 hectáreas de pasturas y en las 150 hectáreas que nos quedan nos gustaría hacer un manejo propio de agricultura con un poco de labranza para poder, en algún momento, llegar a una producción sin agroquímicos”, describe. “En la parte ganadera hace 6 años que no se pone ningún fertilizante, insecticida ni herbicida porque realmente tenemos un compromiso con el ambiente”. Agrega que utilizan un sistema de rotación diaria con parcelas móviles y terminan el engorde en corral móvil con granos.
“Queremos que el campo esté vivo en el sentido de que haya gente, que haya interacción con amigos, vecinos y con la familia”, reflexiona Pablo, luego de contar que durante varios años en el campo no hubo ganadería y estaba todo arrendado, hasta que un día decidieron volver a los animales, a pesar de que implicaba tener más trabajo y ya no sería sólo recibir el dinero del alquiler.
Lo que pasa es que a Pablo lo empezaron a mover razones más profundas. “Si esto fuera sólo un campo de soja no vendría nadie y no pasarían las cosas buenas que está pasando”, grafica.
Entre esas “cosas buenas” están las gallinas en pastoreo que lleva adelante su hermana Macarena, que es profe de teatro, vivía en el pueblo y que “nunca quiso saber nada con el campo”, pero que durante la cuarentena sintió deseos fervientes (y sorpresivos) de volver y de un día para el otro se encontró cosechando 920 huevos por día.
“Un día salí a caminar por el campo y me di cuenta de que nunca lo había recorrido entero, que había partes que no conocía”, cuenta graficando cómo era su relación con el predio familiar donde vivió hasta que se fue a estudiar a Buenos Aires. “Fue todo un (re)descubrimiento”, sintetiza.
“Mi hermano siempre tiene ideas nuevas y cuando me propuso esto en seguida me entusiasmé”, cuenta Macarena, que trabaja junto a Bauti en el cuidado de las gallinas y cosecha de huevos, incluyendo los que ponen en los árboles cercanos a pesar de que tienen un bonito gallinero móvil al que van a dormir a la noche, y que se complementa con un corral de malla plástica para que pastoreen tranquilas durante el día.
“El gallinero lo hizo mi hermano y me dieron una gran mano Santiago Debernardi y Bruno Vasquetto, de El Mate, que es en Argentina uno de los que tiene más experiencia tiene y arranqué con este sistema de producción donde se respeta el comportamiento natural de la gallina, no se usa luz artificial, está libre de jaula y tiene una parcela de 50 por 50 donde puede pastorear y escarbar”.
La gallina se alimenta a pasto, complementando con granos. La diferencia nutricional del huevo se logra porque la gallina se encuentra totalmente libre de stress y por su alimentación natural. Además, con sus garras produce el regeneramiento del suelo, por eso es importante el cambio cada 7 días para dejarlo descansar.
“Cuando las cambiemos a la alfalfa, vamos a ir rotando una semana en la alfalfa entre 5 y 3 días después de que pasó la vaca, (o sea una vez qué pasó la vaca, esperamos 3 días) así se logra que la gallina haga una limpieza y se alimente de bosta, bichos y de las larvas que depositan las moscas y eso como alimentación es proteína pura”, recalca Maca.
“Vendemos en el pueblo y noto mucho interés de la gente, muchos me preguntan cómo es esta forma de tener gallinas porque quieren saber sobre el bienestar animal y recién cuando ven los videos del gallinero y del corral móvil ahí lo entienden bien y les encanta”.
Otro emprendimiento que se sumó hace poco fue el de Cata y Tomás Palazzo, que están criando ovejas Pampinta, que tienen en un corral móvil que ellos van moviendo según necesiten.
“Nuestro proyecto surgió hace 2 años cuando sacamos un crédito a través de la Ley Ovina pero al final lo dimos de baja porque nos faltaban instalaciones”, explica Luciana, la mamá de los chicos. “Y en la cuarentena avanzamos con la idea sobre todo para que ellos tuvieran algo lindo para hacer y pusieran en práctica lo que aprenden en la escuela agropecuaria”.
“Hace menos de un año que tenemos el corral móvil, lo hizo mi papá”, cuenta Cata mientras describe que los animales pastorean en la parcela que tienen asignada y van al corral a la noche para protegerlos de los depredadores. “El agua también es móvil, la tenemos en un tanque que llevamos a donde sea necesario”.
La electricidad del corral la obtienen a través de un panel solar que también se mueve y cuando hay poco pasto suplementan con rollo. Ahora acaban de comprar un carnero raza Dorper, para ganar en carne y rusticidad. Tanto la lana como los corderos los venden en la zona.
“En los chats de productores siempre hablamos de la máxima rentabilidad sustentable por hectárea y yo el otro día decía que, además de esto, creo que es hora de pensar en la máxima felicidad sustentable por hectárea. En eso estamos en Santa Marta”, concluye Pablo.
Cuanta tristeza que hay en la gente, cuanto dolor que cala profundo , cuantas vidas se van de este mundo, por este virus inmundo.
La gente encerrada no entiende mas nada, los politicos hacen cagadas, no aciertan en nada, le echan la culpa a otra manada.
Con versos perversos, se sacan el lazo, mientras el pais, se cae a pedazos.
En la Argentina manda una mina, pega un grito y el titere camina, no pone peros, cumple fielmente, desde su cargo de presidente.
El virus te encierra, te somete y te mata, te deja a merced de estos piratas, de guantes blancos y manos en la lata.
Sube la inflacion y desocupacion, es buena ocasion para este gobierno, con versos muy tiernos, te lleva al infierno, donde te espera, el de los cuernos, militante de este gobierno.
PANDEMIA + DESGOBIERNO = INFIERNO.
Pablo, gracias por compartirlo, es algo que vengo pensando desde hace varios años. El campo como era antes con felicidad, con familia, con niños aprendiendo de los mayores. En mi caso habria que convencer a familia hermanos y padres, es dificil…pero ojala pudiera lograr alguna mejora en felicidad. Somos vecinos quiza te cruce para conversar. Teresa.