Por Matías Longoni.-
Durante años, las empresas proveedoras de tecnologías e insumos para el sector agrícola machacaron con un discurso sin fisuras que promovía una mayor intensificación, sin reparar demasiado en las consecuencias sociales y ambientales de la llamada “segunda revolución de las pampas”. Había que producir más y más con recurso limitados, y por ello había poco para pensar y revisar.
Días atrás, en una saludable charla sobre agroquímicos organizada por la Universidad de Buenos Aires (UBA) con participación de varias de sus facultades, el profesor titular de la cátedra de Cerealicultura de Agronomía, Emilio Satorre, comenzó a echar las primeras paladas de tierra para enterrar una etapa de la historia agrícola reciente y dar vida a una nueva. “Estamos en el final de la segunda revolución de las Pampas y en la construcción de una tercera etapa”, dijo Satorre. Y agregó: “En esta nueva etapa seguramente no va primar un enfoque exclusivamente tecnológico, sino modelos de producción más integrados. No va a haber un único modelo. Van a convivir muchos modelos”.
El maestro de agrónomos añadió que en ese proceso “habrá que incluir a la sociedad en las decisiones y aplicar los principios ecológicos para hacer una agricultura entendiendo la naturaleza”.
Todo esto a modo de introducción para contar una buena noticia, al menos en el sentido que predica Satorre y que reclaman muchos otros profesionales de la agronomía y de las ciencias ambientales. La empresa Syngenta, principal proveedora de fitosanitarios para el mercado local en 2016, por arriba de Monsanto, comenzó a recomendar a sus clientes, los productores, que incorporen los llamados “paisajes multifuncionales” a sus planteos productivos. Uno de los objetivos de este plan es contar con una diversidad abundante para que puedan prosperar los insectos polinizadores.
Ver: “Syngenta superó a Monsanto en el mercado local de agroquímicos”
“Luego de la primera experiencia realizada en Argentina en la Estación Experimental de Syngenta de Santa Isabel en 2015, la estrategia de generar ‘paisajes multifuncionales’ comienza a multiplicarse”, informa la multicacional que recientemente fue adquirida por capitales chinos.
En ese sentido, Syngenta reconoció que “los paisajes agrícolas a menudo carecen de la diversidad y abundancia de las flores que necesitan los polinizadores. De ahí la importancia de preservar y promover un espacio donde la biodiversidad florezca destinando zonas o franjas en los bordes de los lotes, alambrados, caminos rurales y otras áreas no cultivadas, para el desarrollo de plantas nativas que favorezcan la presencia de polinizadores”.
De acuerdo con esta visión mucho más amigable con el medio ambiente, “un paisaje multifuncional tiene un valor escénico, estético, ecológico y de recreación -entre otras funciones-, aporta valor y servicios a la comunidad, y además impacta positivamente en los cultivos de producción”.
Syngenta blanqueó sin más que el objetivo de impulsar esta estrategia “es reducir el impacto de la agricultura intensiva sobre los polinizadores y aumentar la biodiversidad de especies vegetales y animales en las zonas productivas”. De hecho, el impacto de la agricultura intensiva sobre la actividad benéfica de las abejas es un asunto que viene ganando espacio en aquellos lugares donde la agricultura moderna está en debate.
La gacetilla de la empresa toma palabras de Santiago Poggio, docente de la Fauba e investigador del Conicet, quien explicó: “Hay funciones ecológicas que dependen directamente del funcionamiento de las especies asociadas a lo que llamamos servicios de los ecosistemas o servicios ecológicos, como el ciclado de nutrientes o el ciclo del agua y el carbono, los controles de plagas y enfermedades por insectos depredadores, y por supuesto: la polinización”.
“El beneficio del trabajo que hacen los polinizadores lo recibimos en la vida cotidiana. Lo principal es tomar conciencia que desde que nos levantamos hasta que nos acostamos utilizamos los productos de la polinización, desde el algodón que usamos en la ropa y en las sábanas, el café, la mermelada, las frutas, la producción de semillas y verduras o el aceite. Es la sociedad la beneficiaria de las funciones ecológicas de la biodiversidad”, explicó el docente.
Syngenta ahora se propone trazar en la Argentina un protocolo de fácil implementación que no genere dificultades al momento de adaptarse, ni complicaciones en las prácticas tradicionales de cultivos, y difundir las ventajas y simplicidad de sumar este enfoque. “De este modo, entre más productores tomen consciencia sobre qué áreas son un reservorio para los polinizadores más pronto se podrá alcanzar una escala que tenga un impacto significativo a nivel territorial, que redundará en mayor presencia de insectos benéficos. Además, esta práctica también podría retrasar la aparición de resistencia en plagas y malezas, favoreciendo la presencia de biotipos susceptibles”, se explicó.
Como antecedente, Syngenta cuenta con la experiencia realizada desde la campaña 2014/15 en la Estación Experimental de Santa Isabel. Sobre ella informó que “la flora se restauró y empezó a haber presencia de mayor cantidad de dicotiledóneas con flores. El principal logro de estas investigaciones es haber demostrado que la mayor parte de la biodiversidad que queremos conservar está en los márgenes de los cultivos, asociada a los alambrados y a los bordes de los caminos”, explicó Poggio
Añadió que “nuestro próximo paso es trabajar en conjunto con los productores, lo que implica elaborar un protocolo y elegir los lugares a preservar: en general en áreas peri domésticas o asociados a bordes de alambrados, vías férreas y caminos”.
Las franjas deben tener al menos cinco metros de ancho por treinta a cincuenta metros de largo, aunque esto puede ser insuficiente en casos de lotes de gran superficie, por lo que se deberá determinar en futuros ensayos el tamaño adecuado de cada parcela.
“Lo que se propone es el manejo del corte de la vegetación en estas franjas al menos una vez al año según el ambiente y la no aplicación de herbicidas ni insecticidas. Si se observa dominancia de gramíneas, que son autógamas y en general poco atractivas para los polinizadores, el corte permite la aparición y el desarrollo de especies como tréboles o dicotiledóneas herbáceas, más favorables para estos insectos y, finalmente, para el rinde de los cultivos”, resaltó el agrónomo.