En Paraguay, la agroecología comienza a ser tomada también como bandera de lucha. Esto sucede principalmente entre pequeños productores, campesinos y comunidades indígenas, para quienes el avance de la producción agrícola extensiva tiene una contracara: está causando estragos en la supervivencia de las comunidades rurales más tradicionales en el vecino país.
“Los agronegocios crecen a expensas de los campesinos e indígenas, y de sus tierras. Hay mares de soja, y cada vez son más. Es una cosa casi imparable para nosotros. Nos da mucha pena”, señaló Ernesto Heisecke, integrante de la ONG Decidamos de Paraguay, durante una charla con Bichos de Campo.
Desde 1990, Decidamos trabaja en campañas para la expresión ciudadana, con el propósito de “promover los derechos y las garantías de la ciudadanía”. En el marco del último encuentro de Organizaciones de la Agricultura Familiar Campesina e Indígena realizado en ese país, al ONG alertó por los efectos del avance del “agronegocio en la soberanía alimentaría de Latinoamérica”.
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“Las organizaciones advertimos sobre el peligro de los sistemas alimentarios dominados por intereses corporativos, que priorizan la exportación de commodities y amenazan la sostenibilidad de los territorios”, señalaron en una declaración publicada a fines de octubre de este año.
Para Heisecke, esto queda de manifiesto en el aumento en los éxodos rurales y de la pobreza en los conurbanos: “El movimiento económico no llega. Cada vez hay más violencia, hay más asentamientos precarios, irregulares”, afirmó.
Frente a esto, la llamada agroecología se perfila como una posible solución.
“Está disminuyendo la población rural, de hecho una de las víctimas son las organizaciones campesinas. Aún así, hay algunas que se articulan en la búsqueda de otra cosa. Lamentablemente, las instituciones públicas de promoción de la agricultura en realidad hacen promoción de los agroquímicos, de la manera convencional de producción. Eso de alguna manera debilita la tierra y debilita las organizaciones”.
“Por eso se está reviendo otra vez el pasado y se está volviendo a proyectar otro en otros términos, que en última instancia es con la agroecología”, sostuvo.
A continuación, añadió: “Aquí la gente recuerda mucho a los abuelos que no usaban agroquímicos y tenían una producción hermosa. De alguna manera la agroecología nos indica ese camino. Tenemos compañeros que son ingenieros agrónomos especializados en agroecología, pero para el productor es imposible no recordar sus antepasados, que eran quienes producían lo que queremos producir ahora: algo más sano, sin químicos, sin enfermedades”.
-¿Hay políticas públicas o es un puro empuje de organizaciones y comunidades?– le preguntamos a Heisecke.
-No hay políticas públicas. Aquí se creó un supuesto Viceministerio de la Agricultura Familiar pero no tiene recursos, así que es lo mismo que nada. No hay un territorio para la agricultura familiar.
-¿Y qué queda para responder a eso?
-Organización, producir en autonomía, y vincularse, ver cómo nos encontramos anteriormente, ver qué hacen los campesinos argentinos y brasileños. Tenemos que unir fuerzas. Estamos viviendo situaciones difíciles.