Una resolución publicada por el Instituto Nacional de la Yerba Mate (INYM) la semana pasada, la 79/2023, encendió nuevamente las alarmas entre los industriales de esa cadena porque supuso un nuevo refuerzo a las regulaciones oficiales dentro del sector yerbatero. Al sistema de fijación de precios y las limitaciones a las nuevas plantaciones de yerba, se suma ahora un control a la cosecha mecanizada.
“El INYM regula gran parte de la actividad, mucho más de lo que nos gustaría. Debe ser de las actividades más reguladas hoy en Argentina y lo hace con un signo político bastante marcado. Se hace demagogia tratando de proteger al pequeño productor. Nadie está en su contra, todo lo contrario. Ellos son los grandes abastecedores de todos los grandes industriales. Pero hay cosas que no son sanas”, dijo a Bichos de Campo Francisco Crisp, presidente de la Asociación de Productores Molineros de Corrientes.
Esta sensación de cansancio no es nueva sino que responde a medidas previas que, para el sector industrial y de empresas integradas, no hacen más que sumar distorsiones al mercado. Una de ellas es la regulación del precio de la hoja de yerba, que para muchos exacerban los ciclos de sobre oferta y sub oferta de yerba en el mercado.
“Las medidas están dirigidas a los pequeños productores pero lo que ocurre es que se van generando precios artificiales de materia prima. Eso fomenta una ineficiencia en la producción porque tenés productores que no reconvierten sus yerbales, que no invierten en ellos, porque logran una rentabilidad a través de una política y no de mejores prácticas productivas. Fragilizás al sistema”, alertó Crisp.
Y agregó: “La gente que tiene buenas prácticas productivas termino logrando rentas extraordinarias por ser eficientes. Con esos precios artificiales terminan generando más plata y empieza a haber una mayor diferenciación entre la gente que produce bien y la que no”.
A esos desajustes los industriales suman la pérdida de competitividad frente a los países productores de la región como Brasil y Paraguay, cuya producción de yerba es más barata que la local y pueden llegar a quedarse con los mercados externos a los que llega Argentina.
En el caso de la resolución publicada días atrás, el temor gira en torno a la posibilidad de que se desincentive la adopción de tecnologías para la cosecha mecanizada de yerba mate.
¿Qué fue lo que se aprobó? La creación de un Registro de Operadores que realizan cosecha mecanizada, “a los efectos de contar con los datos necesarios para su análisis y visibilización”.
Esos operadores “deberán presentar por cada máquina un formulario en carácter de declaración jurada, en el que se informará, nombre y CUIT del propietario de la máquina cosechadora, datos del operador que utiliza dicha mecanización, número de yerbal y nomenclatura catastral del mismo, el tipo de máquina, el peso de la misma, capacidad de cosecha de la maquinaria, los kilogramos de hoja verde cosechados con máquinas por año, el combustible utilizado, la cantidad de operarios por máquina, número de ingresos al mismo yerbal por año, el sistema de corte, y el porcentaje que debe ser repasado manualmente mediante trabajo humano”.
Antes de esta aprobación, hubo un debate que vale la pena mencionar. Según explicó Crisp, actualmente los industriales mantienen un convenio de responsabilidad gremial, mediante el cual pagan una tasa por kilo de yerba con el que cubren los aportes sindicales, la jubilación y otras cargas sociales de la actividad primaria. Esa medida ayudó a sumar transparencia en la actividad.
Posteriormente la misma entró en revisión ya que se buscó establecer una tasa diferencial para la cosecha mecanizada.
“Si cosecha una máquina, que no paguen cargas sociales por el 100% de lo que vale cosechar con personas, porque obviamente estás usando menos recursos. No deberían estar pagando de más”, indicó el correntino.
Eso fue en parte lo que llamó a analizar cuánto porcentaje de adopción tiene en efecto la cosecha con medios mecánicos.
“Cada vez hay más cosecha mecanizada porque cada vez hay menos mano de obra para levantar la cosecha, sobre todo en lugares como Corrientes y el sur de Misiones. Convengamos que partimos de que la cosecha ya no era 100% manual”, sostuvo Crisp.
Ese reclamo de una tasa diferencial tuvo mucha presión en contra de las gremiales como UATRE, que “erróneamente temen que se le quite el trabajo a sus representantes”, según dijo el molinero.
“Es una idea errónea no querer tecnificar para mantener los puestos de trabajo. Pasar de un trabajo 100% manual a uno más digno y tecnificado supone una mejora para los trabajadores que representante. Esto es una burocracia más, una trabaja más para algo que ya existe, que a se hace. Es embarrar la cancha”, consideró el correntino.
Y añadió: “Hay mucha gente que tiene miedo de que de que eso derive después en una prohibición de la cosecha mecanizada, lo cual parece descabellado. Pero conociendo a los jugadores que hay detrás, no lo es. Ya prohibieron la plantación de yerba, mirá si no van a prohibir cosechar con máquinas o con tijeras eléctricas”.
-¿Para ustedes qué debería pasar frente a este panorama de grandes controles?- le preguntamos a Francisco.
-Para mí hay que desregular el mercado. Cuanto más desregulado esté, mejor. Eso va a permitir que el sistema se auto regule con los vaivenes que eso implica. Pero se va a terminar auto regulando el sistema y vas a terminar con estos ciclos tan pronunciados o oferta y sub oferta, que van a pasar a estar sujetos más a cuestiones climáticas y de rentabilidad del negocio.
Bichos de Campo intentó contactar a representantes del INYM para consultarles por los efectos y motivaciones detrás de esta medida pero no obtuvo respuesta.