Alicia Otero es ingeniera agrónoma y trabaja desde hace mucho tiempo en la Estación Experimental Agropecuaria (EEA) INTA de General Villegas, al noroeste de Buenos Aires. Allí se ha especializado en sistemas lecheros. Uno de sus principales motivos de estudios es el uso de agua en los tambos de esa cuenca.
Luego de hacer un exhaustivo estudio sobre 20 establecimientos de todo tipo y tamaño, el grupo liderado por Alicia detectó que el mayor ahorro del vital elemento podía producirse cambiando hábitos, ya que el mayor desperdicio de agua se daba cuando los tamberos manguereaban los corrales de ordeñe, para limpiar los desechos de las vacas. Por eso, entre otras cosas que están estudiando, fabricaron un singular rabasto con rueditas, que permitiría agrupar esos residuos orgánicos antes del lavado, reduciendo considerablemente el uso de agua.
Alicia recuerda que cuando General Villegas sufrió una grave inundación en 2017, muchos tambos de la zona debieron replantear su actividad y hasta hubo cierre de establecimientos. “El golpe fue muy duro. Muchos tambos cerraron y tuvieron que sacar sus vacas. Aguantaron condiciones muy duras porque fue muy intensa la inundación y muy larga en el tiempo. Fueron muchos días en que se tuvo que sacar la leche como se pudiera y tratando de alimentar y poner a las vacas en el poco terreno seco que quedaba”, dijo Otero a Bichos de Campo.
“Muchos tambos pequeños no pudieron reabrir y hay otros que aguantaron y se recompusieron. Hoy podemos decir que en la zona más afectada la lechería está nuevamente de pie aunque con los mismos problemas estructurales que preocupan a la actividad, tales como los caminos que no mejoraron en la proporción que quisiéramos como para aguantar otro episodio como el que vivimos”, agregó Otero. La disponibilidad de agua es uno de esos temas cruciales y de allí la mirada del INTA sobre el uso de este recursos.
Mirá la entrevista a Alicia Otero:
La especialista del INTA remarcó que más allá de que los tambos tienen por lo general una buena imagen social porque “no son tan extractivos como la agricultura”, el tema ambiental es un aspecto a “mirar con cuidado a partir de que los sistemas se están intensificando y las cargas animales están subiendo; del mismo modo hay que atender el manejo de efluentes y el consumo de agua, ya que más del 80% de la leche es agua”.
Los tres grandes consumos de agua que se dan en un tambo son, según los datos que maneja Otero, “el consumo de agua potable de la gente que vive en el tambo; luego la bebida de los animales, ya que una vaca precisa cerca de 100 litros de agua por día; y el tercer componente es el uso del agua para la higiene y el ordeñe en el establecimiento”.
Puntualmente se refirió el relevamiento que hicieron en 20 tambos de la zona, para evaluar cómo era el consumo del agua para ese último destino. “Queríamos cuantificar dónde se daban los gastos de agua, ya fuera para lavar la maquina de ordeñe, o cuando el ordeñe se hiciera con lavado de los pezones o cuánto se usaba para el lavado de los pisos”, informó.
La conclusión fue que “el mayor consumo de agua está en el lavado de los pisos”, al manguerear la bosta de las vacas. Por esta razón la recomendación del INTA Villegas es que primero se empujen esos desechos. Para eso diseñaron un rabasto con rueditas que facilita la recoleccción de la bosta primero en seco. Luego, el lavado de los pisos demanda un mucho menos consumo de agua.
“Durante el ordeñe las vacas están encerradas en un corral donde bostean y todo ese bosteo por lo general se arrastra con agua. Por eso proponemos que primero se arrastre con un rabasto y luego se limpie con agua”, afirmó Alicia. Agregó que otra propuesta es que ese bosteo podría ser aprovechado para generar subproductos como el biogás.
Lo cierto es que el manejo de los efluentes con volúmenes de agua más reducidos se haría más eficiente, y sobre todo teniendo en cuenta un aspecto que remarcó Otero, y es que la actividad lechera se está intensificando cada vez más.
“Así como presupuestamos la base forrajera, los silos y la producción, nos falta programar y saber qué recursos tenemos y para cuánto nos alcanza. Si no prestamos atención corremos el riesgo de quedarnos sin recursos y eso hace insostenible la actividad. No puede haber tambos sin agua, y ya estamos observando cómo hemos salinizado o empeorado la calidad de esta”, explicó la profesional.