Si bien el Mercosur es una región libre de enfrentamientos militares, no se encuentra exento de una guerra silenciosa que, si bien pasa inadvertida para la mayor parte de sus habitantes, tiene una implicancia decisiva a escala global.
Esta semana el gobierno chino habilitó la posibilidad de que Argentina utilice un tramo del “swap” vigente entre ambas naciones para que el país sudamericano pueda abonar importaciones de bienes provenientes de la nación asiática por medio de yuanes.
La suma de yuanes en cuestión es casi un chiste –equivale a poco más de 1000 millones de dólares–, pero para la desesperante situación cambiaria presente en la Argentina todo suma. Y para el gobierno chino también, que aprovechó la baratísima jugada para publicar un artículo en el sitio oficial China Daily que asegura que “Argentina decidió cambiar el dólar estadounidense por el yuan para todas las liquidaciones de importaciones desde China”, algo que claramente no es cierto, pero contribuye a consolidar la propaganda china.
Así como EE.UU. aplica un “cerrojo” diplomático y militar en la zona de influencia geopolítica de China con el propósito de evitar la expansión de la potencia emergente, el gobierno central de la nación asiática instrumenta una “contraofensiva” en Sudamérica –el “patio trasero” de EE.UU.– pero con herramientas comerciales, financieras y, finalmente, también cambiarias.
El “swap” en cuestión es en los hechos una suerte de crédito comercial, porque los yuanes recibidos no son gratuitos, dado que deben retornarse con una tasa de interés determinada por China (Shanghai Interbank Offered Rate).
Lo que sucede en la Argentina es un ensayo menor de un juego mucho más grande que, en términos regionales, lidera Brasil, país que, como integrante de los BRICS, está gestionando la posibilidad de evitar el uso del dólar como moneda de intercambio comercial en ese bloque.
El pasado 13 de abril, al llegar en misión oficial a China, lo primero que hizo el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva es brindar un discurso en la sede central del Nuevo Banco de Desarrollo de los BRICS, localizado en Shanghái, donde preguntó “¿por qué los BRICS no pueden tener una moneda que pueda financiar la relación comercial entre Brasil y China? ¿Por qué no podemos hacer nuestro comercio basados en nuestras propias monedas?”.
Tales movimientos, si bien no son tan espectaculares como los portaviones estadounidenses merodeando el Mar de la China Meridional, son equivalentes en términos geopolíticos, porque desafiar la dominancia del dólar implica atacar la base misma del poder global de EE.UU.
Este es un buen momento en el artículo para recordar que el dinero es la representación simbólica de riqueza preexistente y no una “varita mágica” que genera prosperidad de manera inmediata. Los yuanes, ya sea adquiridos por medio del comercio (Brasil) o por un swap (Argentina), son valiosos porque permiten adquirir una multiplicidad de bienes, piezas, insumos y tecnología.
No es casual que el gobierno argentino haya decido emplear el “puchito” de yuanes ahora disponible para focalizar la importación de agroinsumos, dado que los mismos son esenciales para la producción agrícola, que es, en definitiva, la única “moneda” presente en la Argentina (junto con el gas natural y el litio, que por el momento son solamente una promesa porque ambos requieren infraestructura para poder monetizarse).
Es importante advertir que en una “guerra monetaria”, al igual que en una contienda militar, existen también batallas, táctica y bajas. “Mojarle la oreja” al gobierno de EE.UU., por medio del anuncio del swap, en medio de una negociación para obtener un acuerdo extraordinario con el Fondo Monetario Internacional (FMI), no luce como la estrategia más inteligente, a menos que Antonio Aracre, ex CEO de una filial controlada por una corporación estatal china, abandone de un día para el otro su cargo como Jefe de Asesores del presidente Alberto Fernández.
Otro aspecto crucial es que ofrecerse como “campo de batalla” de una “guerra monetaria” requiere ciertas aptitudes que, si no se cumplen, puede llegar a terminar generando más daños que beneficios.
Brasil, por su parte, tiene superávit comercial con China y exporta muchísimos productos a la nación asiática. Argentina, en cambio, tiene un abultado déficit comercial con China y exporta muy pocos bienes a ese mercado. Las condiciones para negociar en uno u otro caso difieren de manera sustancial.
Como en toda contienda, se requiere preparación, cuadros profesionales y una plan de acción, sin los cuales, claramente, jugar a dos puntas entre dos gigantes puede terminar mal.