El gobierno ha encarado una serie de medidas de intervención sobre el mercado de la carne vacuna que parecen rescatadas del arcón de los recuerdos, y que podrían afectar a la ganadería y frenar la recuperación de las exportaciones de ese alimento, que ahora aportan entre 2.500 y 3.000 millones de dólares anuales a la economía.
El principal argumento de los funcionarios que toman esas medidas e incluso del propio presidente Alberto Fernández, quien llegó a decir que aquí la carne estaba tan cara como en Alemania, es que los precios de ese alimento clave para los argentinos se han ido por las nubes. Y en efecto, luego de la devaluación de fines de 2019 y más especialmente durante todo 2020, los precios locales de la carne vacuna han aumentado casi 100% y siguen subiendo. Pero tomados en pesos y en medio de un proceso inflacionario. En dólares, la carne argentina sigue siendo una de las más baratas del mundo.
Los funcionarios, de todos modos, siguen repitiendo una falacia, con un simplismo que espanta: “La carne está cara”.
No, amigo. En realidad lo que sucede no es que la carne esté cara sino que nosotros los argentinos estamos regalados. Nuestra carne nos sale cara a nosotros, porque nos hemos empobrecido aceleradamente. Por más que nuestro ingreso en pesos se mantenga y hasta aumente, en los dos últimos años el poder de comprar de los salario promedio ha caído de forma notable. Especialmente si lo que queremos comprar es un kilo de asado.
Así las cosas, con el actual salario mínimo, vital y móvil (SMVM), que está ubicado en 21.600 pesos a partir del pasado 1 de marzo, se pueden compra actualmente solo 36 kilos de asado, que valían en marzo en 604,67 pesos por kilo, según el promedio registrado por la encuesta de precios del Instituto de la Promoción de la Carne Vacuna (IPCVA).
Quienes menos ganan en la Argentina, sabiendo que hay mucha gente que gana el equivalente a un salario mínimo, puede comprar poco más de 1 kilo de asado por día.
Es un espanto la caída del poder adquisitivo de ese SMVM frente a la fuerte recuperación de los precios de la carne, en pesos. Sobre todo en la comparación contra lo que sucedía el año pasado. En 2020, el mismo ejercicio arrojaba que podían comprarse 52 kilos de asado con un salario mínimo. Eran 16 kilos más que ahora.
Es decir que el poder de compra de un salario mínimo frente al mostrador de las carnicerías era un 30% más elevado el año pasado que ahora. Frente a cosas así, el problema no solo está del lado de la cadena productiva que ahora es sujeta de nuevas amenazas de cierre de las exportaciones. Es visible que los bajos ingresos de la gente son parte central del problema de acceso a este alimento tradicional en la dieta de los argentinos.
La fuerte caída del poder adquisitivo del SMVM medido en kilos de asado se inició en 2019, año en que -a partir de las elecciones primarias de agosto- se desató una corrida cambiaria que descolocó todo los precios relativos de la economía argentina. Los granos y otros insumos ganaderos tomaron valores dolarizados de inmediato. La carne vacuna y otros alimentos elaborados (como la leche) recién el año pasado pudieron subirse al ascensor para ir recuperando paulatinamente su valor histórico en dólares.
Frente a estos movimientos, los ingresos en pesos de los argentinos, y ahí está el problema, están comenzando a subir recién los primeros peldaños de una larga escalera.
Si la comparación se hace con 2011, una década atrás, el salario mínimo equivalía a 68 kilos de carne, en el promedio de los cortes. Es decir que en el segundo gobierno de Cristina Kirchner, el poder de compra de los salarios eras un 47% superior al que tienen ahora.
Estos son los valores tomados para construir este ejercicio:
La mejor relación entre el salario mínimo fijado por las autoridades y el kilod e asado se registró en 2013. En ese momento sí el poder de compra de los ingresos en pesos era más del doble que el de ahora, pues el SMVM estaba fijado en 3.088 pesos, pero el kilo de asado valía 41 pesos y medio. En consecuencia, se podían comprar 74 kilos por mes (más de 2 kilos por día), el máximo de la última década.
El impacto de esta severo empobrecimiento de los argentinos ya se hace notar en los consumos promedio de carne, que se ubican ahora en cerca de 45 kilos anuales per cápita, cuando en 2020 se ubicaron en un promedio de 50 kilos, y diez años atrás estaban mucho más cerca de los 60 kilos anuales por habitante.
Peligro de intervención: Recuerdan que la carne argentina ya es una de las más baratas del mundo
La exportación es una parte menor del problema y acaso sea parte de la solución, porque un ingreso fluido de divisas debería conducir a largo plazo a un proceso de recuperación paulatino de los salarios, en dólares.
Tampoco los embarque de carne al extranjero son la causa del encarecimiento del precio del asado en el mercado interno. Como bien apuntó un analista, si se divide el valor del asado actual por el dólar oficial (que es el que se toma para la exportación), una tonelada de asado valdría 6.500 dólares, o unos 6,5 dólares por kilo.
Pero no hay mercado del exterior que pague tanto. A los más tradicionales, ese corte con hueso no se exporta. Y China, que podría estar llevando algo de asado dentro el denominado “trimming” (son los recortes de troceo; es decir pequeños pedazos de carne deshuesada), no está pagando más de 4.300 dólares por tonelada.
Es decir que, aún en nuestra más extrema pobreza, los argentinos seguimos pagando bien por el asado.