El ministro de Agricultura, Julián Domínguez, asumió su cargo en septiembre pasado, como fruto de una avanzada del peronismo más “¿albertista”? en el Gabinete Nacional, luego de la fuerte derrota del oficialismo en las PASO. Domínguez siempre cuenta que fue el propio Presidente quien lo llamó un viernes a la noche para ofrecerle el cargo, y que de inmediato él llamó a Cristina Kirchner para preguntarle si ella también estaba de acuerdo. Recién entonces aceptó.
Domínguez tenía una misión: acercar posiciones (o por lo menos entretener) a las entidades de la Mesa de Enlace que por ese entonces comenzaban a endurecer su discurso por la intervención en el mercado de la carne vacuna y la amenaza que se cernía sobre otros mercados, como el trigo y el maíz. Comenzó a hacer su fajina recostándose en el poder que por entonces emanaba del también flamante jefe de Gabinete, hoy bastante esmerilado, el gobernador tucumano Juan Manzur.
Cuando sintió que ganaba confianza, porque con idas y venidas finalmente había sofocado las revueltas agropecuarias (hay que recordar el masivo acto del 9 de julio en San Nicolás, que preanunciaba otra revuelta como la 125), Domínguez se animó a ir por más y se decidió a poner a gente de su confianza en los principales resortes del Ministerio de Agricultura. Le costó encontrar esa gente (muchos rechazaron ese convite) para llevar a cabo ese armado, pero finalmente el 4 de enero anunció los primeros cambios. El asesoramiento de uno de sus hombres que ya revistaba en esa cartera, Julio Cesar Vitale, el subsecretario de Gestión Administrativa, fue clave.
Domínguez debe haber sentido que el kirchnerimso más duro iba a aplaudirlo con la primera y sorpresiva de sus designaciones, pues resultó ser toda una estocada en el corazón del ruralismo: convocó a Matías Lestani, ex asesor de CRA y presidente de la rural de General Rodríguez, para ser su nuevo secretario de Agricultura, en reemplazo del massista Jorge Solmi, que había asumido en marzo de 2021 y apenas tuvo tiempo para desplegar alguna de sus ideas.
Según los anuncios de hace tres semanas, Lestani asumirá como viceministro. Sería el segundo en importancia en la cadena de mandos y de firmas de ese Ministerio. A Solmi, Domínguez le prometió un puesto de articulación política con el Congreso, donde mandan Sergio Massa y Cristina Kirchner, a partir de la recreación de una Secretaría de Relaciones Institucionales que había sido demolida por el macrismo.
Se desconoce hasta aquí si la designación de un dirigente del riñón de CRA, la entidad agropecuaria más crítica al kirchnerismo, podría haber ofendido a alguien…
No fue el único manotazo de poder que dio Domínguez. También a principios de enero se anunció oficialmente que Jorge Ruiz, un viejo dirigente de la Federación Agraria de Entre Ríos que ya había sido su asesor en 2009 (cuando el chacabuquense y su colaborador Vitale también desembarcaron en el Minagri), seria designado como nuevo jefe del Gabinete de Asesores, reemplazando nada menos que a Diana Guillen. Esta mujer -la primera “presidenta” que tuvo el Senasa entre 2013 y 2015- llegó a ese cargo luego de ser la coordinadora agropecuaria del Instituto Patria, el think thank del kirchnerismo más duro.
No se sabe todavía si la remoción de Guillen pudo haber molestado a alguien…
Para completar su avanzada sobre los casilleros de Agricultura, Domínguez también confirmó que su amigo santafesino Luis Contigiani sería el reemplazante de Marcelo Alos en la Secretaría de Bioeconomía y Alimentos, otra gran área del ministerio. Contigiani no es peronista sino socialista, fue ministro de la Producción en su provincia y también diputado nacional por el Frente Cívico y Social. Dejó de pertenecer a esa bancada porque decidió cortarse solo y votar en contra del aborto, respetando sus convicciones cristianas que son profundas y que son las que lo acercan al actual ministro de Agricultura.
No se sabe si este posicionamiento de Contigiani pueda haber llamado la atención de alguien dentro del espacio oficialista…
El peronista bonaerense, envalentonado por haber institucionalizado los cepos a la exportación de carne, trigo y maíz, como le reclamaba el ala más dura del gobierno, solo detuvo su ofensiva respetando sin chistar el tercero de los territorios en que se divide Agricultura, la Secretaría de Agricultura Familiar, un redil de militantes que en el reparto de poder de 2019 le tocó al Movimiento Evita, del líder piquetero Emilio Pérsico.
Desde el vamos, a Domínguez y Vitale alguien le había puesto otros límites a la hora de ocupar los casilleros del Ministerio que él mismo conduce: le habían advertido, por ejemplo, que el vicepresidente de Senasa, el santacruceño Carlos Milicevic, era “un intocable”, y que algo parecido sucedía con el actual titular de la ex ONCCA y ex interventor de Vicentin en la cruzada expropiatoria, el contador Luciano Zarich. Pero en otros organismos descentralizados había espacio para avanzar.
En el INASE (Instituto de Semillas) se conoció hace pocos días la renuncia del peronista santafesino Joaquín Serrano. Pero de mayor importancia aún, en el INTA (Instituto de Tecnología Agropecuaria) se anunció el reemplazo de la presidente Susana Mirassou por el tucumano mariano Garmendia, un hombre cercano al ex gobernador Manzur.
Se desconoce hasta aquí si la remoción de Mirassou, la primera mujer que llega a la presidencia del INTA en toda su historia, podría haber hecho enojar a alguien…
Confirman que un tucumano cercano a Juan Manzur será el nuevo presidente del INTA
Lo cierto es que todas estas designaciones anunciadas por Domínguez para su definitiva coronación como ministro de Agricultura no se concretaron todavía: llevamos 20 días en que no se publican los respectivos decretos o resoluciones en el Boletín Oficial, y por lo tanto todo el armado que planificó el ministro pende todavía de un hilo.
No se sabe por qué, pero las cosas no avanzan, están sospechosamente congeladas. Si uno pregunta qué sucede, le dirán que alguno de estos cambios propuestos molestaron a ciertos sectores del poder, o que no fueron bien acogidos por el sector que responde a la vicepresidente Cristina Kirchner, o que en el nuevo gabinete de Agricultura que imaginó Domínguez no se estarían respetando los cupos femeninos mínimos que establece la legislación…
No se sabe por qué, pero alguien o algo está trabando las nuevas designaciones y ya han pasado veinte días en que buena parte del Ministerio de Agricultura está virtualmente acéfalo, pues faltan las firmas de los secretarios para ciertos trámites de rutina. Los que se marcharían dejaron de firmar por obvias razones. Y los que llegarían no fueron oficializados.
No vaya usted a creer que nosotros pensemos que existen “poderes ocultos” que interfieren en este proceso de recambio impulsado por Domínguez, y que con este delay lo colocan casi al borde del ridículo. No, jamás podríamos pensar eso. Pero que parece, parece…