“La casa de mis viejos, donde me crié, estaba al lado de la bicicletería de mi abuelo, la pasión por las dos ruedas es familiar, y no sólo con las bicicletas, también me gustan las motos. Hasta hace un tiempo tuve una Harley Sporter Iron 883, la vendí, pero ya estoy en plan de comprar otra, no puedo no tener una moto”, revela, a modo de confesión de vida, Nelson Illescas, abogado especialista en Relaciones Internacionales, con una larga trayectoria en la Fundación INAI (Instituto para las Negociaciones Agrícolas Internacionales), y desde mayo de 2024 coordinador de Estrategia y contenidos del Grupo de Países del Sur (GPS).
Nelson, protagonista del último capítulo de El Podcast de tu Vida, nació en 1984, se crió en Roque Pérez, Buenos Aires. Su padre apicultor, su madre ama de casa. Recuerda ir al campo los fines de semana o siempre que se podía. Allí estaba su abuela y los tallarines caseros con tuco de pollo, además de todas las aventuras posibles entre apiarios, picaduras de abeja (“todavía me acuerdo bien la electricidad que sentís con una picadura”).
“Era un campo de los de antes, que tenía de todo, gallinas, vacas, chanchos, huerta, primero andaba por todos lados molestando y ya más grande ayudando”, relató.
Su última aventura en bici fue correr el Gran fondo de los 7 lagos, un recorrido que une San Martín de los Andes y La Angostura, una carrera de más de 100 kilómetros que le llevó unas 4 horas. Imperdible el pin-pong, hablando de series, películas, lugares, viajes en el tiempo y mascotas. Pasen y lean…
-¿Tiene bici ya tu hijo?
-Ja… dos bicicletas y una moto eléctrica… y tiene dos años… “No está presionado, para nada”… (se ríe). En mi defensa, yo no le inculqué su amor por las bicis y las motos. Eso sí, una vez que me di cuenta que le gustan, ahí sí a fondo. Lo estoy acompañando en eso. De hecho, cuando se duerme conmigo, porque generalmente se duerme con la mamá, me pide que le cuente historias de motos…
-Bueno, bien, bien. Es un clásico que en estas charlas arrancamos cronológicamente. Quiero que me cuentes de tu infancia en Roque Pérez, ¿Qué te gustaba haber? ¿Qué cosas disfrutabas? ¿En qué contexto te criaste?
-Me crié en la casa de mis viejos que estaba al lado de la bicicletería de mi abuelo. Me asomaba por el portillo y estaba ahí lleno de bicicletas. De chiquito, la pasión por las dos ruedas es familiar. Mi viejo apicultor, mi madre ama de casa. Los fines de semana siempre íbamos al campo de los abuelos, era un clásico, si nos podíamos quedar a dormir me encantaba porque me daba más tiempo para chivear con mi hermana y mi primo. Pero si no íbamos los domingos a almorzar los tallarines caseros que hacía mi abuela con tuco de pollo… era un campo como los de antes que tenían todo: gallinas, vacas, chanchos, huerta, y todo era bastante de producción para consumo familiar. Me acuerdo de las carneadas. De chiquito andaba dando vueltas, primero molestando, después ayudando.
-Y del apiario, ¿Qué sensaciones te quedaron? ¿Qué cosas se te grabaron en el alma?
-Si cierro los ojos todavía me acuerdo de la sensación de electricidad que te recorre el cuerpo con una picadura. Pero después, el estar en el galpón sacando miel, el olor a cera, a miel, eso es impagable. De hecho, hace unos años ya que no lo hago, lo hice cuando estaba en la facultad, pero me iba todos los veranos a laburar con mis viejos. Salíamos a la mañana temprano, 6 o 7 de la mañana y volver al atardecer. Juntábamos la miel, después sen el galpón hacíamos la extracción, llenábamos los tambores. Tengo un recuerdo muy lindo de esa época. Las colmenas están en un pueblito que se llama Líbano, cerca de General Lamadrid.
-Llegó el momento de estudiar, y si no supiese yo el desenlace me jugaría que estudiaste algo de agronomía o veterinaria, pero ¡Abogacía con especialización en Relaciones internacionales! Esa no me la veo venir… ¿Cómo fue esa decisión? ¿Qué me perdí en el medio?
-Las vueltas de la vida. Yo estaba en la secundaria y pensaba que iba a estudiar informática o contabilidad. Esas eran mis orientaciones a los 14 o 15 años. Pero en ese momento llegó un proyecto a mi escuela que era el Modelo de Naciones Unidas, ahí nos metimos con un amigo y durante muchos años estuve trabajando en ese tema, primero en la secundaria, después como voluntario. Y eso caló hondo. El tema es ¿A qué me dedico si estudio relaciones internacionales? Y ahí hubo una profesora de historia, Cecilia, que me acompañó en ese proceso que un día me pasó un diario que hablaba del ISE, el Instituto de Servicio Exterior de la Nación. “Esto es lo que tenés que hacer vos”, me dice. Y sí, estaba bueno. Ahí surgió Relaciones Internacionales (RRII), pero estaba sólo en Buenos Aires. Y no tenía ganas de vivir en Buenos Aires. Entonces decidí estudiar Derecho y después hacer una maestría. Y así terminé estudiando en La Plata.
-¿Y cómo entraste al INAI?
-Cuando estaba haciendo la maestría surgió esa posibilidad. Entre medio yo volvía los fines de semana a Roque Pérez y me juntaba con mis amigos que uno estaba estudiando agronomía, otro Administración Agraria y otro era contratista rural. Mis mejores amigos. Hablaban de campo constantemente. Yo decía no, muchachos, hablemos de otra cosa. Cuando entré a trabajar en el INAI, en la Bolsa de Cereales, todo ese lenguaje que inconscientemente captaba de mis amigos, me ayudó para entender de qué hablaban los agrónomos y economistas agrarios. Y la transición fue más sencilla. Entonces, de no tener que ver nada con el campo, mi profesión se terminó metiendo de lleno. Fue una linda transición. Es una época que recuerdo con mucho afecto, de mucho aprendizaje, sobre todo en la primera etapa.
-¿Te tocó laburar mientras estudiabas?
-El hecho de haber laburado tanto tiempo con las colmenas me permitió tener colmenas mías, trabajar durante la época de estudio con mis colmenas, me permitió también no tener que trabajar durante la carrera y entendí que tenía que recibirme en tiempo y forma, rápido. Después cuando estaba sí terminando la maestría sí arranqué en el INAI. Ojo, hice un par de cosas de abogado, pero la verdad, no se acuerda la gente que soy de abogado… porque no laburo de eso.
-¿Cuándo vos empezaste abogacía o ya el plan era Relaciones Internacionales?
-El plan era Relaciones Internacionales y abogacía era el backup. Por suerte me pude dedicar a temas que me gustan, que no son estrictamente de relaciones internacionales pero sí de negociaciones y vinculados al comercio internacional del sector agro.
-¿Qué te gusta de lo que hacés hoy? Eso que te levantás y sentís ¡qué lindo que me toca hacer esto!
-Hoy en GPS siendo lo mismo que sentí en su momento cuando entré al INAI, un ámbito en el cual puedo construir hacia algo más importante. Y sobre todo con la gente que estoy laburando. Marcelo Regúnaga, Martín Piñeiro, Horacio Sánchez Cavallero, que son mentores para mí. Estoy aprendiendo mucho de ellos. Como en su momento en el INAI aprendí de Ernesto Liboreiro, que para mí fue de los mejores economistas agrarios de Argentina. Es gratificante trabajar con ellos porque son personas muy generosas. Y después los temas, poder vincularme con gente del sector privado y académico de Argentina, Paraguay, Uruguay, Brasil). Y es un desafío porque es un trabajo home office, pero me encuentro en una etapa de mi vida que me sienta bien eso, porque el jardín de mi hijo está enfrente de casa, lo llevo, vuelvo, preparo la comida, y terminas trabajando más horas que cuando estás en una oficina, sobre todo cuando hacés algo que te gusta, pero también te da otras libertades. Eso te libera la cabeza también.
-Arrancamos el pin-pong de El podcast de tu vida con la pregunta animal, ¿Tenés mascotas? ¿Qué representan para vos?
-Siempre tuvimos perros en casa, gatos esporádicamente, eran más que nada de los vecinos que iban y venían. Nos pasó de tener un ternero guacho en casa de mascota, le comprábamos sachet de leche para darle. Después siguió su camino en el campo. Ahora tenemos una perra que cuando nos la regalaron nos dijeron que era mitad coker, mitad mestiza. Conforme fue creciendo nos dicen que se parece a un labrador. Ahora está afortunadamente callada y nos deja hacer la entrevista. Se llama Bruna. Ladra, pero es compañera. Sobre todo conmigo, generalmente está abajo del escritorio a los pies.
-¿Cómo despejás tu cabeza después de un día largo de laburo? ¿Qué te resetea?
-Hasta hace unos años era la bicicleta. Volvía de laburar y agarraba la bici y salía. Ahora lo que estoy haciendo es ir al gimnasio y trato de quemar toda la energía ahí. Pero tengo la idea de volver a la bicicleta en un corto plazo. Trato de hacer 3-4 veces por semana actividad física. Resetear la cabeza y poder dormir bien por lo menos.
-Contame de la bici. Has corrido carreras…
-Cuando era chico mi viejo me armó mil bicicletas. De hecho tuve una de las primeras bicicletas con 18 cambios de Roque Pérez. En ese momento intenté correr pero me di cuenta que no era lo mío. Y ya más grande, empecé a usar más la bici, empecé a correr, tenía 23, veintipico, lo que era rural bike, por caminos rurales. Eso llevó después a la bici de pista, las tengo las dos.
-Hace poco corriste en la montaña…
-La última fue el “Gran fondo 7 lagos”, fue hace un par de años. Une San Martín de los Andes con Villa La Angostura. Hermosa carrera, desafiante, son más de 100 km, me llevó 4 horas hacerla. hermosa experiencia, podés ir viendo el paisaje incluso. Es una carrera que quiero volver a correr porque es hermosa. Lo que me gusta es el grupo que vas formando en el entrenamiento. Incluso a transitar la pandemia, porque ayudaba en un momento difícil.
-También tuviste y no sé si tenés motos. ¿Qué onda las motos en tu vida?
-Es una transición casi lógica entre bici y moto. Cuando tenía 10 años ya manejaba una motito en el campo. Teníamos una Puma segunda serie que la teníamos destartalada en el campo. Y era llegar y estar peleando para ponerla en marcha y poder salir a andar. Mi última moto fue una Harley, una Sporter Iron 883. Que la tenía ahí estacionada, no la usaba y fue la decisión más compleja de mi vida venderla, avanzar hacia otras cosas, que de hecho lo estoy haciendo. Pero la vuelta está ahí cerca, estoy en plan de comprar otra, porque no puedo no tener una moto. Y sobre todo con mi nene que me pregunta ¿Cuándo vamos a salir a andar en moto papá? Jaja…
-¿Cómo te va con la cocina?
-Me fui a vivir solo a los 18 años y me tuve que hacer de abajo. Hasta ese momento no cocinaba nada. Y la verdad, me gusta la cocina. Parrilla, disco, olla, lo que venga. Particularmente, me gusta el ritual de prender el fuego. Todo eso. La picada, tomar algo, el fuego, la charla.
-¿Algún lugar que conozcas y que recomiendes visitar o quieras volver?
-El sur en general, Bariloche en particular. Nos encanta como plan familiar con mi señora y mi hijo. Y soy de los que me gusta manejar para llegar al lugar. Hemos hecho ya un par de viajes al sur, 5000-6000 kilómetros, ir parando cuando ves algo lindo. Los lagos del sur son fascinantes. Tengo la deuda pendiente de la pesca deportiva, pero ya va a llegar.
-¿Y algún país, lugar, ciudad que te gustaría conocer?
-Me encantaría Egipto por las pirámides. O Marruecos, para conocer Casablanca, desde que vi la película me quedó ahí pendiente. Son dos lugares que siempre están en la cabeza.
-¿Series, películas? ¿Qué te gusta mirar?
-A mí me gusta “Sons of anarchy” (“Hijos de la anarquía”), una serie de motos, es una de las mejores que he visto, pero te tienen que gustar mucho las motos. Pero también soy de películas. Soy de la idea que película de acción y explosiones y velocidad se ve en el cine, el resto lo ves en el sillón. Y si no algún buen libro, poder darte ese tiempo para leer.
-¿Y qué lees?
-Soy bastante ecléctico con la lectura, pero últimamente cosas históricas. Tengo la biografía de Napoleón por ahí dando vueltas. Pero en ficción me gustó “1984” (de George Orwell), “Rebelión en la granja” (Orwell), “Mundo feliz” (Aldous Huxley), futuros distópicos, todo eso me fascinaba. Cuando iba a laburar al centro leía mucho en el subte.
-¿Si pudieses tener algún superpoder cuál te gustaría tener?
-Uff… yo miro mucho Marvel o DC y todo gran poder conlleva una gran responsabilidad, parafraseando al tío Ben. Y siempre que tienen un poder tiene la contracara de algún problema. Pero bueno, probablemente volar. No sé, igual hoy tenés los drones… que se yo…
-Si pudieses subirte al Delorean, el auto de “Volver al futuro”, ¿A qué momento irías?
-¿Cómo observador o si interactúo genero algún cambio?
-Sólo como observador…
-Por ahí el partido Argentina-Inglaterra de 1986, para ver los dos goles más importantes de la historia del fútbol y ya que estás te quedás a ver la final y ves Argentina campeón. Porque yo al ser de 1984 no ví ese mundial, tenía dos años. Y ya en un plan de poder intervenir, el mundial Estados Unidos 1994 y avisarle a Diego que le iban a hacer una cama… ese tipo tenía que salir campeón…
-¿Se te ocurre alguien que te gustaría escuchar su historia en El podcast de tu vida?
-Te podría mencionar varios de GPS con quienes laburo pero quedaría mal con los que no mencione. Por eso te digo otro, Roberto Bisang, a quien conozco hace varios años, lo considero uno de mis mentores, mis maestros. Y cada vez que he tenido la posibilidad de charlar con él siempre ha tenido una anécdota e historia nueva para contar. Su historia valdría totalmente la pena.
-¿Con qué tema musical cerramos la charla?
-Soy muy de la vieja escuela en muchas cosas pero hay una banda relativamente nueva que es “The Killers” y hay un tema que es “The Man”, que para mí es excelente, sobre todo el sentido irónico que tiene y durante mucho tiempo fue en Spotify el más escuchado… no te voy a decir cuál es el actual porque le pongo mucha música a mi hijo y está descontrolado… jeje… Antes era Almafuerte o los Redondos, hoy los Minions, la Casa de Mickey Mouse. Como cambian los tiempos…