Mónica Carrizo es propietaria de una finca de olivares y una fábrica de aceite que cuenta con nada menos que 120 años de vida. Sin embargo, pese a tan largo tiempo, le pone unas ganas a la producción de aceitunas y aceite como si el emprendimiento hubiera nacido ayer. Ella misma “inventó” un exquisito aceite de aceitunas todas negras, bien maduras. Y maneja el camión que lleva sus productos hasta ferias y exposiciones.
El lugar donde comienza esta historia queda en Villa Mazán, Departamento de Arauco, a 100 kilómetros al noreste de La Rioja capital. Mónica heredó allí una pequeña fracción de la finca original de su abuelo materno, pero toda la responsabilidad. En rigor, honra a su antepasado con su nombre en la marca de sus productos Lorenzo Cabrera.
Mónica vive en Carlos Paz, Córdoba, con su esposo Luis Milich, y viajan juntos todos los meses a atender la finca en La Rioja. Es hija de padre ferroviario y por eso explica que haya nacido en Sáenz Peña, Chaco, y se criara en San Francisco de Córdoba, hasta que fue a estudiar a la universidad en la capital cordobesa. A pesar de que vivió unos años, por trabajo, en Panamá y en España, cuenta que desde chica no hubo cosecha de aceitunas a la que no haya asistido en la finca de su abuelo Lorenzo. Era un encuentro familiar y toda una fiesta, que sucede después de Semana Santa.
“En la finca la cosecha de las aceitunas se hace a mano hasta el día de hoy. Al terminar las cosechas de algodón, venían a cosechar familias ‘golondrinas’ desde Bolivia, Paraguay, Santiago del Estero, Salta, Chaco, hasta de Cruz del Eje, Córdoba, y nosotros les llevábamos los cajones y los controlábamos”, recuerda Carrizo, quien se considera una pequeña productora.
Esas andanzas de Mónica, todos los años entre los olivares, le imprimieron en su corazón una pasión para toda la vida. Su abuelo Lorenzo fue pionero de las aceitunas en la zona de Arauco. Pero cuenta que fue su tío Julio Cabrera, quien le enseñó todo el manejo de las aceitunas y del aceite de oliva.
“Apenas yo tenía 18 años, era tal mi mi pasión por los olivos –cuenta-, que desarrollé un producto de aceite de oliva extra virgen, de aceitunas negras de la variedad Arauco con mi propia marca, Lorenzo Cabrera. Pero mi familia me decía que era complicado porque se necesitan 7 a 10 kilos de aceitunas para obtener un litro de aceite, dependiendo de la época del año en que la coseches. A pesar de ello, yo seguí produciéndolo y hoy ya he obtenido con el tres premios, uno en Argentina, otro en España y otro en Brasil”, señala orgullosa.
“Desde aquella época seguí trabajando además como investigadora científico técnica –continúa la emprendedora olivícola-, tomaba los muestreos de los rindes de las cosechas, con mayor o menor riego, poda o abono, y llevaba los resultados a la Universidad de La Rioja, que desarrolla más de 50 variedades de olivos. Mi abuelo plantó los olivos de modo tradicional, a pulmón, y tuvo 9 hijos. Yo terminé heredando una parte, después le compramos a mi hermana, su parte, con mi esposo, y hace 6 años hemos logrado montar una fábrica en Villa Mazán. Allí también fraccionamos, envasamos y etiquetamos nuestros productos, todo en forma artesanal y manual.
Mirá la entrevista completa:
-¿Cuáles son los productos que hoy tienen a la venta?
-Tenemos aceite de oliva extra virgen de aceituna negra natural, que dejamos madurar en la planta y después mandamos a molienda, con tres decantaciones, donde se separa el orujo, el agua y finalmente el aceite extra virgen de calidad con un grado ácido oleico inferior al 0,1 % -que pertenece a los ácidos grasos Omega 9-; aceitunas verdes –que cosechamos antes- y negras –dejadas madurar en la planta-, en salmuera, presentadas en frascos de plástico, y negras griegas que deshidratamos al sol y las presentamos en salmuera con orégano y provenzal. Todas son de la variedad Arauco y Premium, seleccionadas, de mucha carne y poco carozo, que es la aceituna de mesa. También elaboramos aceitunas rellenas, pero en poca cantidad, sólo para las ferias.
-¿Por qué los definen como agroecológicos?
-Sí, porque no usamos agroquímicos, los abonamos con el guano de las cabras de un productor vecino que las alimenta con algarrobas, y regamos una vez por mes con agua de deshielo.
-¿Cuánto están produciendo?
-Las plantaciones rinden más cuantos más años tienen las plantas y empiezan a dar a los 7 años de vida. Las nuestras pueden estar dando desde 300 hasta 700 kilos de aceitunas de la variedad Arauco. Por año, estamos elaborando entre 100.000 y 200.000 kilos, pero les estamos comprando a otros productores de la zona.
-¿Dónde colocan sus productos y en qué ferias del país se presentan? Porque se pasan el año viajando.
-Distribuimos a Santa Fe, Chaco, Córdoba, y en la provincia de Buenos Aires, en Zárate, Pilar y en la Capital Federal, en el barrio de Palermo. Nos presentamos en las ferias de Caminos y Sabores, en la Expo Rural de Palermo, en la feria Nuestros Caballos, en la Bienal del Chaco, que se hace cada dos años, en Rafaela, en Río Cuarto, en la Rural de San Francisco de Córdoba y si se vuelve a hacer, también en la Feria de las Naciones.
-¿A qué se debe el llamativo éxito que tienen en las ferias?
-El éxito es porque en las ferias vendemos a precio mayorista, pero notamos que la gente busca precio, las ofertas, más que los productos Premium. Y hay mucha competencia, pero que no son productores.
-¿Las aceitunas son un buen negocio?
-Sí, mi abuelo llamaba al olivo “el oro verde”, porque es una planta muy noble, ya que hasta en el caso de que a la aceituna le cayera un granizo, la podés rescatar para hacer aceite, no se pierde. Además, tiene muchos otros aprovechamientos: para combustión en calderas y hogares. En Israel llevan 50 años haciendo un material de combustión para vehículos, y felizmente en el Parque Industrial de La Rioja están buscando muchas innovaciones.
-¿Hace mucho que vienen invirtiendo y piensan seguir haciéndolo?
-Hace seis años, con mi esposo montamos la fábrica y compramos un pequeño camioncito que carga 7000 kilos, para poder viajar a las ferias y abastecer el mercado de Buenos Aires. Lo manejamos los dos, porque yo también saqué el carnet y soy la primera camionera de Carlos Paz. Ojalá que muchas más se animen. A veces viajo sola con mis perros, o me acompaña mi madre, con 87 años, o mis tías. Nos gustaría exportar un contenedor por mes o cada dos meses, sin complicarnos mucho la vida, pero para eso necesitamos aumentar el volumen de producción. Y eso se logra implementando maquinarias para automatizar nuestro volumen y el envasado, lo cual requiere de una inversión grande, que hoy no podemos hacer.
-Se te ve feliz, atendiendo tu puesto en las ferias junto a tu familia…
-No hay cosa más linda que vivir de lo que a uno le gusta, y en mi caso, de lo que mamé desde muy chica. Sobre todo, hoy, generando trabajo y viendo cómo se integra gran parte de la familia en un mismo proyecto.