Una nueva edición del informe Perspectivas de la agricultura y del desarrollo rural en las Américas, elaborado por especialistas de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) destaca que la región puede encontrar una vía de solución a sus problemas históricos de pobreza y exclusión a partir de implementar políticas de impulso a la bioeconomía y el desarrollo rural.
Esto, en otras palabras, significa que los tipos que piensan el futuro de este continente están viendo que en la agricultura está la solución más que la causa de los problemas que padecen las naciones latinoamericanas. Lo dijo con todas las letras el director general del IICA, el argentino Manuel Otero, al abrir en San José, en Costa Rica, una Conferencia de Ministros de Agricultura de las Américas 2019, donde fue presentado este documento. “Allí donde hay problemas que agobian y ponen tensión en nuestra región y en el mundo, la agricultura emerge como parte inseparable de las soluciones”, explicó Otero.
El documento, en el mismo sentido, señala que “el desarrollo rural es fundamental para enfrentar el aumento del hambre, la pobreza y el impacto del cambio climático en la región, por lo que debe estar al centro de las estrategias de gobierno”. En Argentina, sumidos en nuestras propias crisis y urgencias, estamos a años luz de darle bolilla a este tipo de recomendaciones.
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Pero allí está el escrito de la Cepal, el IICA y la FAO. Allí se recomienda que “una de las formas de potenciar ese desarrollo es mediante la bioeconomía, que es la utilización intensiva de conocimiento sobre los recursos, los procesos, las tecnologías y los principios biológicos para la producción sostenible de bienes y servicios en todos los sectores de la economía”.
Empiezan a tallar entonces palabras en el lenguaje diplomático internacional que antes eran desconocidas: biocombustibles, biogás, utilización de residuos biológicos y desechos agrícolas, textiles derivados de celulosa que reemplazan el uso de plásticos derivados de petróleo, polímeros en base a semillas, biotecnología agrícola, etcétera.
Según el informe, la bioeconomía no solo es una oportunidad para la región debido a su amplia biodiversidad, recursos genéticos, diversidad de paisajes productivos y capacidad para producir biomasa, sino también una necesidad por el reto de encontrar nuevas rutas para un desarrollo rural y agrícola más sostenible e inclusivo. En ese sentido se remarcó que América Latina “contiene el 50% de la biodiversidad mundial conocida, 57% de los bosques primarios y la mayor disponibilidad de tierras para cultivar”.
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“La bioeconomía permite aprovechar la riqueza biológica de la región para potenciar el desarrollo productivo, tiene la ventaja de promover un desarrollo bajo en carbono y resiliente, aprovecha los residuos de forma rentable, plantea el uso alternativo de la biomasa, genera cadenas de valor sofisticadas en industrias novedosas como construcción, farmacia y de cosméticos, y plantea el uso de las zonas rurales como biofábricas”, destacó Otero.
“El mundo rural y agrícola de América Latina y el Caribe es una pieza clave de la seguridad alimentaria mundial. Produce alimentos para cientos de millones, alberga el 50% de la biodiversidad global y tiene el 30% de los suelos arables. El agro, los sistemas alimentarios y el medio rural son parte de la solución para dinamizar el desarrollo de la región y representan una enorme oportunidad que no podemos desaprovechar”, agregó Julio Berdegué, Representante Regional de la FAO.
Por su parte, Alicia Bárcena, Secretaria Ejecutiva de la CEPAL, destacó la importancia de fomentar en la región una bioeconomía que sea sostenible e inclusiva. “Las contribuciones pueden ser múltiples. Por ejemplo, a la producción agrícola sostenible y la seguridad alimentaria, nuevas oportunidades para la creación de empleo decente en nuevas cadenas de valor de base biológica, especialmente para las mujeres y los jóvenes, y conocimientos para la conservación, gestión y uso sostenible de la biodiversidad”, indicó la alta funcionaria de las Naciones Unidas.
La publicación de CEPAL, FAO e IICA presenta una radiografía completa del panorama agrícola y rural de la región. Una de sus principales conclusiones es la urgencia de impulsar el desarrollo rural por su alcance multidimensional: ofrece oportunidades agrícolas, alimentarias y productivas, así como posibilidades para un nuevo desarrollo energético y para enfrentar la pobreza, el hambre y el cambio climático.
Por ahora, la región parece haber elegido el camino equivocado, ya que la pobreza rural pasó de 45,1% a 46,4% entre 2014 y 2017. En cuanto a seguridad alimentaria, el número de personas subalimentadas llegó a 42,5 millones, por el incremento que se viene dando año a año 2014, mientras que el sobrepeso y la obesidad afectan al 7,7% de los niños y niñas menores de 5 años y al 24% de la población adulta.
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En lo concerniente a la seguridad social, se revela que solo el 22% de la población rural tiene acceso a cobertura rural del sistema de pensiones contributivas, muy lejos de lo que se observa en los territorios urbanos, donde alcanza el 54,7% de la población. Según el informe, se debe dar mayor impulso a programas de protección social como instrumentos de fomento productivo, asistencia urgente y reducción de desigualdades en los territorios rurales.
La publicación plantea que impulsar el desarrollo rural es fundamental para conservar la biodiversidad de la región. Explica que los cambios de uso de suelo son responsables del 70% de la pérdida estimada de la biodiversidad terrestre en la región, mientras que la degradación de la tierra productiva alcanza costos de oportunidad que equivalen a 60.000 millones de dólares anuales.
Sobre cambio climático y desastres naturales, el informe menciona que el desarrollo de las zonas rurales es fundamental para afrontar estos desafíos, ya que concentran el 67% de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) de la región; la agricultura, la silvicultura y el cambio en el uso del suelo son responsables del 42% de estas emisiones y el desarrollo energético representa el 25% de los GEI.
Uno de los efectos del cambio climático, como es la mayor ocurrencia de desastres naturales, ya se deja sentir en ALC. Según la publicación, el número de personas afectadas por algún tipo de desastre natural relacionado a eventos climáticos extremos creció en 8,3 millones en la región, pasando de 2,7 millones en 1990 a 11 millones en 2017.