Viernes a la tarde en Plaza Italia, Palermo, Buenos Aires, Argentina. Son vacaciones de invierno y las calles están llenas de gente, y de niños que van de la mano de sus padres, de sus tíos, de sus abuelos. En el acceso principal del predio ferial de Palermo, donde se desarrolla la tradicional Exposición Rural, un grupo de quince jóvenes vestidos de negro forma dos filas enfrentadas, entre las que circulan los transeúntes. “Si compraste una entrada para la Rural tenés las manos manchadas de sangre”, les gritan con megáfonos a las personas que pasan. Sus gritos se confunden con los de un vendedor de copos de azúcar, que tiene que gritar todavía más fuerte para hacerse escuchar.
No es nueva la presencia de activistas veganos en la Exposición Rural de Palermo, que en 2023 cumple 135 años de existencia. Ya desde hace varios años que pululan por ese lugar icónico para la ganadería argentina y en la edición 2019 protagonizaron uno de los episodios más grotescos de la larga historia de la muestra ganadera, al irrumpir sorpresivamente en la pista central, desde donde fueron corridos a rebencazos por algunos “gauchos” de a caballo presentes en el lugar.
Pero a diferencia de aquellos -que incluso pudieron expresar sus pensamientos en un programa de Bichos de Campo– de hace unos pocos años atrás, las nuevas generaciones de activistas por los derechos de los animales se están tornando más agresivos, y apelan a consignas hirientes y hasta violentas en su intento de conmover a la población y ganar adeptos para sus causas: “Si no sos vegano sos un abusador de animales”, sintetizaba uno de los carteles que sostenían esta vez los activistas, dejando expuesta una nueva e insoportable grieta entre ellos y nosotros, como si no existieran miles de grises en el medio.
En la Argentina, ciertamente, este tipo de activismo es un fenómenos incipiente. Y todavía no ha habido de su parte protestas demasiado violentas, más allá de lo discursivo. Quizás uno de los pocos hechos tristes que se recuerde además del de Palermo haya sucedido en 2020, cuando en las puertas de un frigorífico de Monte Grande, en la provincia de Buenos Aires, un grupo de activistas de la agrupación Verdad Animal fueron increpados y posteriormente atacados por trabajadores de esa planta, cuando se disponían a darle “el últimos adiós” a las vacas que ingresaban al matadero.
Pero en el mundo suceden cosas que anticipan lo que podía suceder también aquí en un futuro no muy lejano, y sin muy frecuentes los actos de sabotajes en granjas productivas y también las incursiones de estos activistas, en busca de videos que luego propalarán a la población buscando concientizarla sobre las supuestas atrocidades que cometen los productores de carne, leche y huevos en todo el planeta.
Tanta es la presión que se siente por el activismo animalista en los países más desarrollados del Hemisferio Norte que -como siempre que algo degenera de mal modo- a la reacción sucede una contrarreacción. De hecho, en varios países del mundo las organizaciones que representan a los ganaderos han comenzado a estructurar sistemas de defensa contra este tipo de ataques. Ya existe, por así decirlo, una contrainteligencia ganadera.
“¿Sabes cuáles son los 5 principales estados objetivo de los activistas por los derechos de los animales? La respuesta puede sorprenderte. California, Nueva York, Illinois, Texas y Washington son los estados más atacados. Estados Unidos es el segundo país más atacado detrás del Reino Unido”. Así, con datos crudos, comienza una nota en un sitio internacional de producción porcina. El artículo es revelador para Bichos de Campo porque nos informa sobre la existencia de algo desconocido hasta aquí para nosotros: la existencia de una Alianza Agrícola Animal que justamente se especializa en la defensa del sector frente a los ataques cada vez más violentos de veganos y militantes por los derechos animales.
Al principio, en su presentación en sociedad, este grupo fundado en 1987 y con sede en Arlington, en los Estados Unidos, parece inofensivo, pues se plantea como “una organización sin fines de lucro, que reúne a agricultores, ganaderos, veterinarios, empresas de alimentos para animales, empresas de salud animal, procesadores, asociaciones aliadas y otros involucrados en llevar alimentos de la granja a nuestros consumidores”. Pero luego su lema incluye una pista de su verdadera preocupación: “Conectar, participar y proteger”.
¿De qué se protege la industria ganadera estadounidense? Claramente de la mala fama que les ocasionan las campañas en contra de los abusos contra los animales y también de los ataques cada vez más violentos de los activistas que califican directamente como “extremistas”.
Que su objetivo es repeler este tipo de ataques es más que obvio. La semana pasada, la Animal Agriculture Alliance publicó dos informes de “contrainteligencia”, que detallan la interconexión entre las diferentes ONG que conviven en el movimiento por los derechos de los animales, así como las tácticas dirigidas a atacar la producción animal.
El primer informe se denomina “Animal Rights Extremist Web” y es una manera de delatar a quienes atacan a la industria. La justificación es que “las protestas, manifestaciones e incidentes de activistas que irrumpen en granjas van en aumento. El uso de videos encubiertos sigue siendo una táctica importante. Los activistas por los derechos de los animales continúan engañando a los consumidores que nunca han estado en una granja sobre cómo se cría el ganado y las aves de corral”.
Un segundo informe llamado Radical Vegan Activism in 2022 destaca los esfuerzos de estos grupos por “atacar la agricultura animal y las verdaderas intenciones de estas organizaciones”.
“No importa el grupo extremista de los derechos de los animales o las tácticas utilizadas, todos comparten el mismo objetivo de eliminar la producción animal y sacar la carne, los lácteos, las aves, los huevos y los mariscos de los estantes de nuestras tiendas de comestibles y de las mesas familiares”, explicó Abby Kornegay, gerente de asuntos y compromiso de Animal Agriculture Alliance al presentar ambos informes.
Entre otras cosas, allí se cuenta que un tercio de los “ataques extremistas” por los derechos de los animales documentados en 2022 se dirigieron hacia productores y trabajadores del sector, “poniéndolos a ellos y a los animales en peligro”.
Las acciones directas documentadas de estos grupos incluyeron el año pasado en Estados Unidos:
- 95 incidentes de vandalismo
- 70 animales robados
- 60 infracciones criminales
- 10 casos de incendio premeditado
- 9 incidentes de acoso e intimidación
“Los extremistas se están volviendo cada vez más audaces en sus esfuerzos contra la producción animal, y las acciones directas en la granja, las instalaciones de procesamiento y las tiendas minoristas continúan aumentando”, dijo Kornegay, que pidió que “los agricultores, procesadores y toda la cadena de suministro de alimentos implementen medidas de seguridad que los protejan contra posibles amenazas”.
Radical-Vegan-Activism-in-2022
Un problema adicional que identifica esta organización defensiva es que estos grupos de activistas tienen mucho dinero para gastar en sus operativos de protesta. “Los principales grupos extremistas de los derechos de los animales incluidos en Animal Rights Extremist Web son importantes recaudadores de fondos y generan más de 800 millones de dólares en ingresos anualmente”.
Frente a la dimensión del supuesto ataque vegano, la Alianza ha elaborado una serie de recomendaciones para que los productores estadounidenses no sean víctimas de este tipo de ataques. Les sugieren:
- Establezca procedimientos de registro para los visitantes en su granja y asegúrese de que todos los empleados y miembros de la familia sepan los pasos a seguir si se presenta un visitante. Acompañar a los visitantes en todo momento.
- Mantenga la seguridad básica: cierre con llave las oficinas y los gabinetes, tenga iluminación adecuada, alarmas y cámaras, coloque carteles de áreas restringidas y prohíba el paso.
- Si hay una protesta en su granja, instalación o evento al que asiste, no se enfrente a los manifestantes y mantenga la calma.
- Examine minuciosamente a todos los solicitantes de empleo verificando empleos anteriores, realizando verificaciones de antecedentes y confirmando que no son activistas conocidos.
- Desarrollar un plan de acción de comunicación de crisis.