En pocos años, el sector lechero argentino recuperó mucho tiempo en lo que significa el trabajo vinculado a la variable ambiental. Con la ayuda del cambio generacional que se está dando, pero también por los requisitos de los mercados externos y los incentivos que llegan desde las industrias, es que los tambos están acelerando su proceso para tener una pauta bien detallada de su huella ambiental.
Este miércoles en el 1° Congreso sobre “Desafíos y oportunidades ambientales en el centro de la provincia de Santa Fe”, se presentaron los primeros resultados de la medición del impacto ambiental en 50 tambos.
“Al primer ejercicio lo tuvimos en el 2023 y 2024, cuando elegimos a seis productores, dimos una charla para explicarles lo que íbamos a hacer, qué tipo de información les íbamos a pedir, y después salimos a recopilar los datos sobre el impacto por kilo de balanceado. Con eso hicimos la herramienta y tuvimos los primeros datos”, comienza contando María Paz Tieri, la especialista que trabaja en la Universidad Tecnológico Nacional, Regional Rafaela, que es quien lidera el proyecto junto con la Cooperativa Guillermo Lehmann.

Luego de aquella primera instancia, se dio una segunda etapa en la que se abarcaron 50 establecimientos, donde lo primero que se relevó fueron “los cultivos, con qué fertilización, cuántas semillas propias, el uso de maquinaria, el uso de combustibles, las categorías animales, las dietas, cuánto tiempo están en cada instalación, cómo se manejan las excretas. A eso lo volcamos en una planilla, que en algún momento sea una herramienta más automática online y se hace un cálculo automático, donde se estiman los distintos impactos, en función a cada actividad”.
Lo que la Ingeniera explica es que “hoy esto se transforma en un indicador, en tener un parámetros de la la huella de carbono, que es un tema que las empresas empiezan a trabajar, porque su control es un valor agregado que se puede utilizar como parte de la gestión, para conocer qué impacto tengo y cómo lo puedo mejorar y que sea un indicador más para tomar decisiones en el establecimiento”.
Tener información objetiva, comparable, real y local permite tener parámetros más claros de la tarea que se hace todos los días en las unidades productivas y que las empresas lácteas ya comienzan a promover y a exigir, tal como también se explicó durante el encuentro.
El control de los 50 tambos abarcó a 47 empresas, con 13.891 vacas totales, 270 mil litros de leche por día y 98,5 millones de litros anuales, obteniendo por ejemplo por litro de materia prima 1,01 kilos de carbono, o 0,07 metros cúbicos de escasez de agua, en promedio.
En todos los casos, la gestión de los animales es lo que más impacto tiene sobre la huella de carbono. Promedió para el relevamiento de La Lehmann los 1,05 kilos, quedando en línea con la huella de carbono de Nueva Zelandia, que está en 1,02 y es de las más bajas del mundo, muy superadora del registro del resto de países lecheros, que promedian 1,35 kilos. Peor todavía, la huella de carbono en China es 1,97; el de Estados Unidos 1,54 kilos o el de Brasil con 2,47 kilos.
Un buen parámetro de escasez de agua en 0,16 metros cúbicos en promedio, sólo superado por Nueva Zelandia con 0,07, mientras que Brasil se ubica con 0,23 metros cúbicos y el resto del mundo 0,33, al tiempo que Estados Unidos se escapa con 1,32.
Los potenciales de acidificación, eutrofización, recursos minerales, combustibles fósiles, capa de ozono, oxidación fotoquímica, quedan por debajo de los países de referencia, generando un indicador de sustentabilidad muy competitivo, que permite avanzar en la mejora de la eficiencia y la mitigación de impactos.

“Hoy en día no hay un pago diferencial por tener esta medición, pero permite conseguir créditos, por ejemplo”, para poder plantear qué estrategias a tener en cuanta para la mejora en huella de carbono.
Este mapeo le permite a Tieri explicar que “una de las cuestiones que nos pueden ayudar a mejorar, es el tema manejo de excretas, el manejo de purines. Creo que es una deuda que todavía tenemos, aunque cada vez hay más establecimientos que van mejorando, pero requiere de una inversión, del apoyo en alguien que sepa del tema, también para hacer este tipo de proyectos, y creo que a veces esas son las dificultades que encuentran los productores”.
Lo concreto es que “el productor no se tiene que sentir culpable de tener vacas, porque el herbívoro es parte de un sistema, es necesario, creo que tiene sus ventajas. Con la emisión de metano entérico, que hoy está en discusión para saber si se va a considerar o no en futuras evaluaciones, es un proceso biológico donde el metano que emite la vaca dura 10 años, a diferencia de otros. Creo que a veces la presión por este tipo de emisiones biológicas viene porque es lo único en lo que nosotros podemos hacer algo y en 10 años ver un resultado, mientras que el rumiante utiliza alimentos que otros no y esa es una ventaja más”.
Por eso, Tieri recomienda “empezar a tener la información del establecimiento, que sirve para lo económico, para lo productivo y para lo ambiental. Hay que animarse a empezar a hacer estas evaluaciones o a ser parte de estos proyectos para tener una opción más de decisión”, mientras la evolución sigue haciendo mejoras metodológicas.
Para Sabine Papendieck, la coordinadora General del Programa Argentino de Carbono Neutro, es fundamental trabajar sobre los requerimientos de sostenibilidad social y ambiental para el acceso a los mercados, con diferentes estándares, sistemas de trazabilidad y cadena de custodia para poder acreditar los atributos diferenciales de los productos en los mercados externos.
“Cuando uno habla de emisiones y de huella de carbono, hay que convertir datos de actividad en datos de emisión, con un buen relevamiento del ciclo de vida del sistema productivo, para tener una base que empieza a generar un indicador para el acceso a los mercados”.

En tanto, “la huella de carbono establece la posibilidad de trabajar en proyectos adicionales, los créditos de carbono, que permiten un intercambio para compensar emisiones de terceros”.
Papendieck coincide con el director Ejecutivo de la Cooperativa, Gonzalo Turri. “Hoy tenemos tiempo ganado, un cierto conocimiento por el que los productores están sensibilizados y empezando a gestionar, porque en cada campo hay un valor propio, un agregado ambiental que nos puede hacer más competitivos”.
Para Turri, el relevamiento permite tener una más amplia perspectiva como cadena. “Hay una plena conciencia de que tenemos que hacer organizaciones atractivas para toda la mano de obra, para la familia de los productores, como sector empleador y empática con las comunidades. Hay muy buena receptividad de los productores, para ver más oportunidaes para generar valor a partir de estos datos y ganar competitividad”.





