En las soleadas tierras de Mendoza, donde el clima seco se convierte en un aliado ideal para los cultivos, la ciruela está viviendo una segunda juventud. Aunque históricamente el foco estuvo puesto en la uva y el durazno, hoy la ciruela se erige como uno de los cultivos más prometedores, sobre todo en el sur. La clave de este resurgimiento es una articulación eficiente entre productores, industria y el apoyo fundamental del INTA, que ha permitido estructurar un ecosistema productivo y exportador en constante crecimiento.
Para comprender cómo se logró este impulso, Bichos de Campo dialogó con Paola Urfalino, ingeniera química y doctora en alimentos del INTA Rama Caída, quien ha trabajado de cerca con las industrias y los productores de ciruela en Mendoza. En su relato, Urfalino nos detalla cómo, desde el sur de la provincia, en los valles de San Rafael y General Alvear, la ciruela se ha consolidado como un cultivo clave para la agroindustria mendocina.
“El fuerte de Mendoza es el deshidratado de ciruela. Se utiliza la variedad Allen, que es específica para este proceso. Aunque también se comercializa en fresco, es solo una fracción mínima. El 98% de lo que se produce se destina a la deshidratación”, comenta Urfalino, explicando la magnitud de este sector. Este proceso, de hecho, ha sido clave para la expansión de las exportaciones, pues la ciruela mendocina ha logrado conquistar mercados internacionales gracias a su calidad.
En la región, los productores van desde pequeños emprendimientos de 3 a 10 hectáreas hasta grandes fincas que alcanzan las 200 hectáreas. A pesar de los esfuerzos del INTA para incentivar la tecnificación, Urfalino señala que los pequeños productores enfrentan desafíos significativos debido a la falta de escala, lo que dificulta el acceso a tecnologías de punta, como sistemas de riego de última generación o técnicas de cosecha más eficientes.
Sin embargo, el INTA juega un rol crucial en la orientación técnica, brindando herramientas a estos pequeños productores para que puedan, por ejemplo, deshidratar la ciruela de forma casera utilizando tendederos, aprovechando el clima mendocino. “Aunque no tengan hornos industriales, la calidad del secado al sol puede ser excelente si se hace bien”, explica Urfalino. Y agrega: “Si logran almacenar bien el producto, tienen la ventaja de poder vender durante todo el año, no solo durante los 45 días de cosecha, lo que aumenta su rentabilidad”.
El trabajo del INTA no solo se enfoca en los productores pequeños, sino también en los grandes industriales que procesan la fruta a nivel masivo. A través de ensayos y mejoras continuas, la institución ayuda a optimizar el proceso de deshidratado, un aspecto clave dado que los hornos de secado tienen una alta demanda energética.
Urfalino explica que, mediante su investigación en optimización energética, se pueden lograr eficiencias significativas en el uso de los recursos, lo que contribuye a reducir los costos y aumentar la competitividad en los mercados internacionales. También se puede mejorar la relación entre productor e industria, que trabajando con conjunto pudieron pensar en el producto y su calidad, en lugar de discutir precios o entregas.
En este camino, la articulación entre el INTA, los productores y la industria se ve reflejada en el clúster de ciruela de Mendoza, una iniciativa que comenzó a tomar forma en 2019. Este clúster reúne a todos los actores clave del sector: desde productores de diferentes escalas hasta industriales y las instituciones gubernamentales.
Urfalino destaca que este modelo ha permitido resolver muchos de los problemas que enfrentaban los productores, como la falta de acceso a financiamiento o las dificultades logísticas. “Al estar organizados, podemos presentar nuestras necesidades de forma más clara y acceder a líneas de crédito o subsidios, y eso abre muchas puertas”, señala.
El clúster también ha facilitado la reactivación de la participación argentina en la International Prune Association (IPA), un organismo internacional que agrupa a los principales países productores de ciruela. “Volver a integrar la IPA ha sido crucial para generar un intercambio de conocimientos y acceder a tendencias globales. Ahora, Argentina puede presentarse como un jugador clave en el mercado internacional”, apunta Urfalino a este medio, quien también menciona el congreso de la IPA, que se celebró en Mendoza recientemente, con visitas a campo y fábricas, además de charlas sobre mercados internacionales y tecnología.
Pero más allá de la optimización de procesos o el acceso a mercados, Urfalino hace hincapié en que el gran desafío del sector está en mantener la calidad. “Lo que buscamos desde el INTA es asegurar que, desde la plantación hasta la comercialización, la calidad sea 360°. Desde el cultivo hasta el producto final, que se logre un estándar internacional”, concluye.
Gracias al trabajo conjunto entre productores, industria, el INTA y el clúster, la ciruela mendocina está alcanzando nuevos horizontes. Con la exportación como objetivo y la innovación tecnológica como herramienta, Mendoza se posiciona como un actor relevante en el mercado global de frutas deshidratadas, con la ciruela como uno de sus productos bandera.