Aunque puedan sonar opuestas e irreconciliables, dos facetas se combinan y amalgaman muy bien en Mariano Moro. Una es la del ingeniero agrónomo recibido de la Universidad Nacional de La Plata, que a diario se preocupa por cuestiones como los rendimientos, las plagas y el monitoreo de cultivos, tanto de los campos que asesora como en el propio, y que no duda en utilizar aplicaciones de agroquímicos cuando hace falta. Otra faceta es la del productor agroecológico, enfocado en el cuidado del ambiente y de la comunidad que lo rodea, pero sin dogmatismos. ¿No es acaso esa la figura del profesional agrícola ideal?
“Ojalá”, respondió entre risas el hombre de 44 años oriundo de Carhué, durante una charla con Bichos de Campo. “No sé qué hago bien y qué hago mal, pero la voluntad y la práctica las llevo a todo terreno”, añadió luego.
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Su pasión por el sector y la actividad agropecuaria se gestaron en Mariano desde la escuela primaria, al punto tal de que para su cumpleaños número ocho pidió convertirse en socio de Fundación Vida Silvestre Argentina, cuando esta apenas estaba iniciando.
“Siempre trato de hacer las cosas lo más responsablemente posible. Me interesa el tema ambiental en Argentina y eso te lleva al mundo. Creo que la vida es todo un conjunto, un sistema del cual nosotros participamos. Y me toca producir, entonces trato de integrar todo”, afirmó Moro, que confesó que lo único con lo que reniega es con las personas.
“Reniego con el mal uso de la tecnología y también con las personas cuando se pelean unas con el otras, generando discusiones sin sentido. Creo que desde la humildad y la escucha todo fluye y podemos progresar. Contra las personas, los productores y lo que hace cada uno, no reniego. Trato de aprender y me gustaría que sea una gran red en la cual todos nos podamos escuchar y aprender. Yo como agrónomo soy asesor y siempre digo que la Universidad me dio mucho, pero también he aprendido de la gente que me paga por asesorar”, sostuvo.
El contacto con la producción agroecológica llegó en parte por transitar ese camino que para muchos otros parece imposible, y que aunque hoy no logra fusionarse por completo con la agricultura convencional, no está tan lejos de conseguirlo, según el agrónomo.
“Son dos mundos distintos pero no lo veo tan lejanos. Creo que desde la escucha y la aceptación del otro, ni lo transgénico es tan malo ni lo extremadamente agroecológico, o incluso lo orgánico, son malos. Creo que hay que ir un poco hacia el medio y respetar lo que quieren hacer unos y otros. Hay mercados, hay consumidores y hay oportunidades para todo el mundo”, reflexionó.
En su caso particular, a las tareas de asesoramiento se les suman aquellas de producción tanto convencional como alternativa, de la mano no solo de agricultura tradicional sino de ganadería con especial énfasis en los procesos y en el respeto por el ambiente.
“He hecho desde cultivos tradicionales como trigo, girasol, maíz, soja y vicia, hasta ganadería de ciclo completo y apicultura. Si hay que usar alguna herramienta se usa, si hay que usar agroquímicos se usan, pero siempre pensando en ser lo más eficientes posibles, en el suelo, en lo que necesita el sistema y en los vecinos. Por suerte en nuestra zona tenemos la chance de que todavía haya alquileres de largo plazo, de tres años, de cinco años y hasta de diez años, que eso ayuda muchísimo”, destacó Moro.
Este último punto resulta clave para lograr impactos ambientales reales y medibles, que permitan a su vez mejorar la nutrición del suelo.
Como si eso fuera poco, el agrónomo dio un paso más y comenzó a trabajar para disminuir residuos tanto agrícolas como urbanos, de la mano del proyecto Carhué Lugar Verde.
“Participo de un proyecto industrial que se relaciona con los plásticos, que lamentablemente cuando son de un solo uso estos se tiran y contaminan. No son solo del campo, como los silobolsa, sino también de consumo urbano. Con ellos hacemos madera plástica, postes, varillas, tablas, decks, sillones, pérgolas, entre otros productos. Es dar un uso dentro del esquema de la circularidad”, señaló el productor.
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La otra venta apunta a manejar los residuos de las pulverizadoras, que normalmente son descartados en banquinas o rutas. Para eso inició el armado de una cama biológica, a partir de la cual, con tierra, compost y otros componentes, degradan dichos residuos contaminantes.
-¿Crees que se puede ser agrónomo entonces sin sentir culpa, y sintiendo placer?- le preguntamos.
-Sí. Es un poco estresando por la cantidad de apuestas, pero se puede.