Mariana Elena Solís y José Pablo Monti son productores de frutilla en la ciudad de Coronda. La zona de cultivos de frutillas comprende a tres localidades y abarca una superficie total de 400 hectáreas. Son unos 110 productores, de los cuales el más grande mayor no supera las 20 hectáreas. En Lules, Tucumán, hay productores con unas 150 hectáreas, que exportan, pero Coronda envía casi toda su cosecha de la fruta al mercado interno.
Las primeras frutillas del año se llaman “primicia” y son exclusivamente las de Coronda. Desde fines de mayo y comienzos de junio empiezan a salir hacia el Mercado Central de Buenos Aires. Podrían vender hasta fin de cosecha, pero ya en septiembre comienzan a llegar al mismo mercado las frutillas que se producen en el conurbano de Buenos Aires y en el Gran La Plata, y que se venden a más bajo precio porque, entre otras cosas, tienen menos flete.
Entonces ya está estipulado que cada Día de la Madre, las frutillas de Coronda se dejan de vender en fresco y a partir de esa fecha la destinan para industria.
Este 2021 el precio base de la frutilla fresca fue de 160 pesos el kilo, mientras que en octubre les pueden llegar a ofrecer a 80 pesos, un valor que ya no cierra. “Imagínese, a 80 pesos perdemos plata. Pagamos por cosecharla, clasificarla en cajas de 3 a 5 kilos, más el flete, y nos cobran por bajarla del camión. Luego, el distribuidor tendrá su ganancia. Y ni le enumeré los gastos de sembrarla y de cuidarla”, señala Mariana, preocupada.
Entonces los productores de Coronda hoy celebran la ventaja de contar con 5 o 6 fábricas en su zona, que recepcionan la frutilla despalillada -sin el cabito verde- de modo que pueden salvar toda la producción que les queda hasta fin de cosecha, ahorrándose el gasto de flete a Buenos Aires. Estas fábricas procesan las frutillas para elaborar pulpa y otros derivados, cuyos destinos serán los jugos, helados, yogures, dulces, almíbares, mermeladas, panificados, bebidas, coctelería y demás.
Mariana nos contó la historia de su emprendimiento: En 1960, Clementina Paporelo, abuela de su pareja, José Pablo, había enviudado. En su chacra ubicada en Lisandro de la Torre 436, a 3 kilómetros de Coronda, ella tuvo que agarrar la azada para cultivar frutillas, melones, calabazas, tomates, lechuga, camote, higos, cítricos y dar de comer a su familia. Pero luego puso un kiosquito a la vera de la ruta 11 -cuando aún no estaba la autopista- y allí se puso a vender los excedentes. La sucedió su hijo Miguel Monti, quien se concentró en el cultivo de las frutillas y creó la empresa Monti Hermanos. Poco a poco fue comprando más tierras hasta llegar a 11 hectáreas.
José Pablo decidió ir a estudiar agronomía a Esperanza, pero no terminó la carrera y pegó la vuelta. Su padre, Miguel, le dijo: “Si no estudiás, trabajá en la empresa familiar”. Así lo hizo y justo en esa época –hace unos 12 años- conoció a Mariana, con la que luego formó familia. En 2010 tuvieron un hijo, Juan Pablo, al que llamaron “Juanpy”. En 2015 José Pablo creó Monti SRL junto a Mariana, ya que su padre falleció y sus hermanos se fueron retirando de la actividad. Con la SRL pasó a alquilar las 11 hectáreas a su mama Cristina y sus hermanos. Mariana y José Pablo hoy ocupan 6 hectáreas con frutillas -que ahora venden bajo la marca “Juanpy”- y dejan descansar 2, porque rotan los cultivos. En la misma chacra tienen su casa y los galpones para clasificar la fruta. Además tienen un pequeño ensayo de frambuesa y mora.
Producir frutillas no es nada simple. Mariana nos lo explica: “Compramos los plantines a viveristas reproductores de la provincia de Neuquén (a su vez ellos compran los plantines ‘madres puras’, cada 4 años, a productores de Estados Unidos y de España). Los plantan de agosto hasta marzo y los cosechan en abril. Cada planta reproduce unos 6 a 8 estolones, que ellos enraizan y dan sus 6 a 8 nuevos plantines de primera calidad. Así viajan unos 800 a 1000 plantines en cajas con un frío de 7 a 8 grados, desde Neuquén hasta Coronda”.
“Cada planta nos debe dar no menos de 1 kilo de frutillas. Cada hectárea debe rendir unos 45.000 kilos de frutillas, como mínimo, para la cual aprovechamos 4 personas. En diciembre matamos a las plantas con herbicidas porque la frutilla es una planta de clima frío y en el verano no rinden, no dan ni medio kilo. Se desmonta todo, se ara la tierra y se montan las mangueras para riego, se tiran los nylons y vamos colocando micro y macrotúneles. Lo más caro es la desinfección del suelo, matar los hongos, virus, bacterias y ´nemátodos”, agrega.
Continúa Mariana: “Cultivamos las frutillas formando lomos o camellones de tierra compactada. Los forramos con un nylon ‘mulching’ -un polietileno negro con una perforación cada 20 o 30 centímetros donde se introduce cada plantín, impidiendo que crezcan malezas a su alrededor-. Y le colocamos una manguerita que va por el medio, de riego por goteo”.
“Cubrimos cada lomo con un micro túnel. Los levantamos al final de cada jornada y al otro día el personal los despliega apenas llega. También formamos macro túneles de nylon que cubren entre 5 y 6 lomos, también desmontables, pero los dejamos entre 3 y 4 meses. Ambos son para proteger a las plantas de las heladas y las lluvias. Apenas cosechadas las frutillas, van a la cámara de frío para que al día siguiente, las mujeres las clasifiquen en el galpón”, relata la productora.
La ingeniera agrónoma Romina Vagnoni es quien realiza el control de plagas en sus cultivos y hace 3 años los llevó a implementar el manual de buenas prácticas agrícolas.
Mariana tiene necesidad de que el común de la gente sepa del sacrificio y de los problemas que hoy tiene su actividad: “Invertimos 3 millones de pesos por hectárea para sembrar la frutilla. Este año arrancamos con deudas y las pagaremos, pero no creemos poder ahorrar para la inversión del año que viene. Nos mata, la inflación”.
“En pandemia no nos bajaron las ventas, pero cumplir con los protocolos nos complicó y nos generó muchos gastos extra. Todos los insumos son en dólares, mientras vendemos las frutillas en pesos. Siempre comparamos el tratamiento de esta planta con la tarea de los tambos, porque hay que estarle encima de lunes a lunes”.
“Dependemos del clima, hoy hubo tormenta eléctrica con muchos truenos y no pudimos cosechar. Las PyMEs frutilleras de Coronda estamos en la lucha. Pero si cerráramos, cada una dejaría a unas 30 familias sin trabajo. Además, arrastraría a innumerables proveedores y todo produciría una caída de consumo en la ciudad. Es que acá los que no trabajan en la frutilla, en general son empleados estatales”.
“Nuestro futuro es incierto y nos duele que hoy no estemos soñando con que nuestro hijo continúe con la empresa, lograda con tanto sacrificio de tres generaciones”. Mariana y José Pablo nos quisieron dedicar la canción “Frutillerito de ruta”, de y por Orlando Vera Cruz.
excelente nota! felicitaciones a los Monti! frutilleros de toda la vida!
Exelentes personas! Soy cliente de años,