A veces, los tiempos de la política sí comulgan con las necesidades de la población. Y es que por segunda vez en su historia, y en sólo 3 años, Brasil logró salir nuevamente del global mapa del hambre confeccionado por las Naciones Unidas. Lo había hecho por primera vez en 2014 y lo vuelve a hacer ahora.
Entre el 2022 y el 2025, 24,4 millones de brasileños dejaron de estar en situación de “inseguridad alimentaria severa”, lo que representa un 85% de disminución de ese índice que elabora regularmente la FAO. En el último informe, presentado en Adis Adeba, Brasil está virtualmente borrado del mapa del hambre porque menos del 2,5% de su población sufre esta condición.
En Argentina, en cambio, no tenemos tan buenas noticias para dar. De acuerdo con los registros de Naciones Unidas, 3,4% del país -un millón y medio de personas- pasa hambre en el sentido estricto de la palabra, mientras que el 12,3% -5 millones y medio de personas- sufre de inseguridad alimentaria grave.
“A falta de seis años para que venza el plazo de 2030, las tendencias del hambre y la inseguridad alimentaria todavía no avanzan en la dirección adecuada. Sin embargo, los progresos registrados en muchos países infunden esperanza”, señalan desde la FAO al presentar los resultados del informe “El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo”.
El caso brasileño podría ubicarse sin problemas entre los resultados que “infunden esperanza”. Depende para quiénes, porque lo que indica la FAO es que este país ha sumado casilleros en la lucha contra el hambre nada más, ni nada menos, que con gasto público. Políticamente no parece ser un buen momento para proponerlo en nuestro país.
Y lo ha mantenido como un proyecto a largo plazo. Sin ir más lejos, el plan “Fome Zero” (Hambre Cero) fue lanzado por Lula Da Silva durante su primera presidencia, en 2003. En ese entonces, alrededor del 6% de la población pasaba hambre extremo.
Tras los dos mandatos suyos, y el de Dilma Rousseff, el país logró salir del mapa, por primera vez, en 2014. La crisis económica y política posterior, sumado a los efectos de la pandemia y el cambio de rumbo que representó el mandato de Jair Bolsonaro, Brasil volvió a figurar en los registros del 2021. Hoy, nuevamente está afuera.
Minhas amigas e meus amigos. É com grande orgulho e imensa alegria que informo: O Brasil está fora do mapa da fome, mais uma vez.
O anúncio foi feito hoje (28) pela FAO/ONU. Isso significa que reduzimos a insegurança alimentar grave e a subnutrição para menos de 2,5% da… pic.twitter.com/nkOgTZTNbU
— Lula (@LulaOficial) July 28, 2025
Se entiende, entonces, por qué Lula festeja con bombos y platillos el dato y por qué se lo atribuye. En sus redes sociales, el presidente brasileño lo calificó como “un logro histórico que demuestra que con políticas públicas serias y un compromiso con la gente, es posible combatir el hambre y construir un país más justo y solidario”.
Más allá de que, en términos estrictos, la reducción en un 85% de las personas que padecen de subalimentación se dio durante sus 3 años de mandato, esto también obedece a políticas de larga data que su propio movimiento -el Partido de los Trabajadores- impulsó.
En ese sentido, uno de sus programas sociales más conocidos es “Bolsa Familia”, algo similar a la Asignación Universal por Hijo en Argentina, que entrega fondos a sectores vulnerables a cambio de que acrediten que los niños van al colegio y a los centros de salud. Pero, en realidad, se enmarca en un plan más global, con una red de bancos de alimentos, cooperativas, apoyo a la agricultura familiar, créditos blandos y una política salarial acorde.
En declaraciones con Agencia Brasil, el ministro de Desarrollo y Asistencia Social, Familia y Combate al Hambre, Wellington Dias, celebró los resultados y recordó que es gracias a un trabajo conjunto de más de 80 acciones y programas de 24 ministerios.
“Cumplimos el objetivo en un tiempo récord. Este resultado demuestra que el Plan Brasil sin Hambre del gobierno brasileño fue eficaz y tuvo políticas públicas sólidas”, expresó.
En particular, el último informe de la FAO destaca que Brasil país destina el 69% de los fondos usados para paliar la inseguridad alimentaria en políticas más profundas, que atacan los factores determinantes de la malnutrición y el hambre en vez de sólo apoyar el consumo de alimentos.
Brasil salió nuevamente del Mapa del Hambre de la ONU: 24.4 millones de brasileños dejaron de estar en situación de “inseguridad alimentaria severa”. Segunda vez en once años que los gobiernos del PT logran este hito social. “Hoy soy el hombre más feliz del mundo”, dijo Lula. pic.twitter.com/CPcWdaCl2f
— Juan Manuel Karg (@jmkarg) July 29, 2025
Si nos regimos por la media mundial, que indica que el 8,2% de la población pasa hambre, Argentina sí puede inflar el pecho, mostrar su 3,4% y sentarse junto a su país vecino. Lo mismo si se observa el promedio en Latinoamérica, que es del 4,2%.
Sin embargo, estos índices también ameritan una salvedad: Hablar de hambre, o subalimentación, no es lo mismo que hablar de pobreza. Una contiene a la otra, desde ya, pero ser pobre, de acuerdo a lo que establece la ONU, va más allá de los ingresos económicos o la alimentación deficiente, sino que también incluye la falta de acceso a servicios básicos, como educación, salud o una vivienda digna.
Con ese enfoque más amplio, los números son otros. De acuerdo con el Índice de Pobreza Multidimensional (IPM) global, al día de hoy 1.100 millones de personas están en ese grupo, y casi la mitad de ellas son niños.
En esa línea, también se torna relevante el dato de la inseguridad alimentaria, sobre el que trabaja cada informe elaborado por la FAO y que demuestra que, además de quienes no comen, importa ver cuántos lo hacen de forma deficiente.
De acuerdo a los últimos datos relevados, en Argentina el 12,3% de la población, unas 5,6 millones de personas, no cubren la demanda de alimentos suficientes, seguros y nutritivos. Esta cifra se duplicó respecto a los registros del 2014 al 2016.
Pero no somos los únicos. En Brasil, por ejemplo, la inseguridad alimentaria alcanza al 3,4% del país -unas 7 millones de personas-, cuando era del 0,7% entre 2014 y 2016. Así y todo, en otros registros sí han mostrado muy buenos avances: La tasa de desempleo en 2024 fue del 6,6%, el mejor dato desde 2012, y la pobreza extrema bajó al 4,4%, diez millones menos de personas que en 2021.
Es sólo proponerse…