Luis Villa es ingeniero agrónomo y asesor de empresas, pero sobre todo es un hombre estudioso: se mete en los temas a fondo.
Bichos de Campo lo consultó sobre un tema que cruza varias agendas, que es la emisión de Gases de Efecto Invernadero, unificados para su medición en el Carbono. Las preguntas eran cuáles son las responsabilidades del agro y las de otras actividades, y qué posibilidades de recaptura de esos gases existen.
Villa dijo que primero hay que explicar por qué el agro está vinculado con este debate ambiental sobre el calentamiento global. Se trata de la teoría predominante -hay varias dando vueltas- respecto de por qué se produce el cambio climático. esta teoría dice que el incremento de dióxido de carbono, metano y dióxido de nitrógeno (los principales GEI) liberados a la atmósfera son la causa central del aumento de la temperatura en el planeta.
“Son varias teorías más que buscan explicar cierto fenómeno. De momento es eso, nada más que teorías que se volvieron dominantes y que tienen varios modelos que intentan llevar a la práctica cierto nivel de predicción. Lo cierto es que que la temperatura de la atmósfera aumenta 0,2 a 0,3 grados por década y como (a la par) aumenta el dióxido de carbono, se los vincula”, explicó Villa.
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El agrónomo cree que el aporte del agro a esa contaminación es mucho menos del que pesa sobre otras actividades humanas. Además explicó que las emisiones de metano que se le atribuyen a la ganadería deben ser relativizadas. ¿Por qué? Porque una molécula de carbono que se emite en el eructo de una vaca ya estaba en el círculo entre océano, tierra y aire, mientras que la que emite la producción de combustibles fósiles es una emisión nueva, que se agrega a las anteriores.
“Si la acción humana genera una emisión de 1 a 1,5 Gigas de toneladas de carbono por año por el mal uso y se pudiera revertir eso a menos de 1 o 1,5 Gigas, y de emitir pasáramos a secuestrar (los gases), sería muy bueno para los suelos”, pues se ayudaría a recomponer la materia orgánica que se ha ido evaporando y perdiendo por diferentes razones, apuntó Villa.
Pero aclaró: en términos de evitar el calentamiento global lo que puede hacer el sector agropecuario es “más motivacional” que efectivo, pues el campo genera apenas el “15/20% de lo que se emite por combustibles fósiles y por lo tanto no estaríamos estamos cambiando la ecuación, aunque si ayudando a los suelos”. La clave pasa entonces por detener las emisiones que se originan en el uso del petróleo y sus derivados.
En los debates públicos y mediáticos, sin embargo, en los últimos años se instaló como idea dominante que el agro es el gran responsable de las emisiones de gases de efecto invernadero. “Es un tema recurrente. Para hablar en números redondos, si la humanidad emite 10 Gigas de carbono incremental por uso de combustibles fósiles, el agro es responsable de 1 a 1,5 Gigas, lo que es muy poco”, explicó Luis. En este aporte menos, además, “la actividad de animales de rumiantes es menos significativa aun”.
Pero, objetivo como pocos ante estos datos, Villa reconoció que “sí podemos decir que la ganadería está ocupando demasiado espacio. Antes ocupaba 600 millones de hectáreas y ahora 3.500 millones. Quizás debamos retroceder y esta pandemia va a dejar ideas que van a tomar fuerza, como la que va a enfatizar en duplicar las áreas protegidas de la superficie terrestre”, advirtió.
En el caso de la Argentina, añadió, “la ganadería ocupa acá 120 millones de hectáreas y no tendría grandes problemas en devolver 10, 15 o 20 millones a un buen esquema de ordenamiento territorial, que debería contar con buenas leyes”. En este sentido, Villa fue muy crítica con la vieja Ley Bonnaso, de 2006, que reguló sobre los bosques nativos. También con los proyectos de ley de Humedales, que están dando vuelta por el Congreso y tendrían un impacto muy restrictivo.
Villa contó cómo se imagina esa ganadería más acotada. “De dos formas: con recrías que serán pastoriles, vacas que sean fértiles y longevas y, en el final, cuando un bovino es muy ineficiente en los desplazamientos es más lógico acercarle el agua, la sombra y la comida, es una combinación de los sistemas”. Así, no descartó que el feedlot siga ocupando parte del negocio.
-¿Están las instituciones vinculadas al agro a la altura de estas discusiones? ¿Mantenemos un debate coherente?
-No. Y ni siquiera aprovechamos antecedentes valiosos que apoyen estas ideas, como por ejemplo lo que se está haciendo en la provincia de Formosa con el ordenamiento territorial, o en el Chaco paraguayo donde se incrementa la producción y productividad y se crea riqueza, trabajo y divisas, peroal mismo tiempo sube la biodiversidad. Son compatibles ambas ideas y acá ni se tienen en cuenta. Siempre parece que se parte de cero y me preocupa la absoluta desorientación a la hora de caracterizar los problemas. No podemos siquiera tener pensamiento abstracto y convivimos con alta agresión y poca propensión al dialogo.