Se crió en el norte del conurbano bonaerense, una familia de clase media, con otros 4 hermanos. Recuerda que, a pocas cuadras de la General Paz, donde vivían durante su adolescencia, tenían un descampado donde se armaba el “fulbito” (“Nos matábamos como si fuese el mundial”) y él supo tener un caballo. Mamá escribana. Papá contador con una buena cartera de empresas de agro. “No tengo dudas que ese fue el germen de la vocación de agrónomo y, a la distancia, de los agronegocios y las vinculaciones con empresas.
Luis Mogni es el protagonista del último capítulo de El podcast de tu vida en el que repasó su vida y su trayectoria profesional que empezó entre ovejas en Patagonia, continuó entre árboles en el norte y después vinieron más de 30 años en el mercado. “Fue gracioso porque yo en terapéutica vegetal la había pasado mal, tanto que dije ´nunca voy a trabajar con agroquímicos´… ¡Hoy tengo 35 años de mercado!”, cuenta sobre su etapa universitaria.
Además, como siempre, hablamos de hobbies, series, música, viajes en el tiempo, comidas y más. “Spinning, yoga y mucha lectura”, dice. Pasen y lean…
-Contame de tu infancia, ¿En qué barrio? ¿haciendo qué? ¿Qué te gustaba hacer de pibito?
-Nací en Florida, en una casa muy de clase media, vivíamos en el fondo de la casa de mis abuelos. Mi abuela paterna era de esas familias italianas que todavía en Florida, y a 15 cuadras de la General Paz, cuando éramos chicos o antes habían tenido esas quintas de 4-5 hectáreas en el borde de la capital. Nacimos ahí. Somos cinco hermanos. Nos criamos ahí. Colegio parroquial cerca de casa. Ahí hice primario, después secundario en San Isidro. Pero era una infancia de estar en la calle con amigos. Cuando nos mudamos a la casa nueva, en una quinta que se loteaba, el terreno de al lado de la casa nuestra era la canchita de fútbol “oficial” del barrio. Nos juntábamos todos. No había ninguna distinción de edad, tamaño, ingresos, ni nada. Era jugar a la pelota. Nos matábamos como si fuera el campeonato del mundo. Yo en ese lote, en el año 73 tuve caballos a 10 cuadras de la General Paz. La calle era de tierra. Andaba a caballo por ahí. Muy loco. Pasaron apenas 50 años.
-¿Y tus viejos qué hacían?
-Mi mamá escribana en Vicente López, con una muy fuerte inserción social. Y mi viejo contador, tenía como clientes un par de empresas agropecuarias grandes y de ahí viene mi tema de ser agrónomo. Porque cada vez que podía me escapaba a alguno de los campos que administraba mi viejo. Él no iba al campo. Te imaginás que tenía un escritorio en San Martín y Lavalle, pleno microcentro. Núcleo de reuniones. Pero a mí me encantaba ir al campo, hacer control de cosecha, pavear… No dudo un momento de cuál fue el origen de esta pasión o vocación.
-Te hago dos preguntas de esa elección. Una, si tenías un plan b, otra carrera o profesión dando vueltas.
-Yo hoy tengo 63 años y hemos pasado un montón de crisis. Y montón de cosas. Y en ese momento no pensabas en un plan b. Si me lo planteas, casi 20 años después de andar a caballo por ese barrio, en 1994, un plan b fue en un momento por qué no estudiar derecho y recibirme de escribano y seguir el registro de mi vieja. Pero ya uno de mis hermanos se casaba con alguien que estaba estudiando escribanía. Que se yo. No daba. Lo hablé con un amigo más grande en su momento que me dijo “te vas a desenfocar mucho con escribanía, lo tuyo son las relaciones, enfócate en esto”. Hice MKT en la UCES, hice economía rural en FLACSO. Siempre hay planes b. Si no te gusta donde estás inventate otra cosa.
-Y vaya que lo fuiste haciendo…
-Si, estuve dos años en la Patagonia con mi primer trabajo y me fui a criar ovejas en medio de la nada. Chubut, en medio de la meseta. Lugar que amo profundamente. Yo había terminado de cursar la facultad en marzo de 1985 con ovinos, para poder recibirme con 10. Y terminé la tesis a los premios, en diciembre de 1986 (se ríe). Y después de Patagonia me fui a Misiones, tres años de forestal, una experiencia que me marcó mucho. Trabajar con gente de todos lados, armar equipos de 150 personas. Aprendés a cómo relacionarte de una manera diferente. Es un punto que si hay algo que le pueda aportar al sistema universitario, sobre todo en agronomía, es que nunca nos enseñaron a trabajar con otro. Aprendés de la tierra, de fertilizantes, agroquímicos, pero hay otro. Trabajamos con gente, en equipos. Si, tuvimos una materia, Sociología rural, pero te hablo de los años 80s.
-¿Y cómo fue lo de Patagonia?
-Era muy gracioso. Porque yo pasaba y veía un animal con lanas, cuatro patas y decía “oveja”. Y el capataz al lado mío me corregía “capón”. Para mí eran todas ovejas. Salvo que tenga cuernos, que era carnero (se ríe). Te das cuenta de que hay un montón de cosas que no sabés cuando terminás la facultad y en ese ida y vuelta con la gente que está todo el tiempo, o aprendés o el sistema te eyecta. Mis planes b fueron ir cambiando de trabajo. Cuando Misiones no dio más yo ya estaba casado me volví a Buenos Aires, y empecé a trabajar con agroquímicos. Viajaba todas las semanas. Y empezó otra historia. Yo trabajaba en una empresa inglesa, Duperial, después nos fuimos cambiando de nombres hasta ser Séneca. Pero el perfil era totalmente distinto. ¡Yo venía del monte misionero! Y la verdad que estuvo bueno. Hoy, cuando miro para atrás me doy cuenta que el recorrido fue interesante.
-Ese pibe de 18 años que se da cuenta que lo que quiere estudiar agronomía. Pero agronomía es muy amplia. ¿Vos tenías una idea de qué querías hacer? Y es lo mismo que seguiste ¿O descubriste otras cosas?
-Como yo iba a ese campo que administraba mi viejo, un campo muy grande en el sur de Córdoba termina administrando, en Adelia María. Con mucho agrícola pero que no llueve de marzo a septiembre, y tenía mucha ganadería. Entonces yo siempre pensé, yo quiero criar vacas. Y pensé en agronomía pero me pegué un golpe. Yo venía de que me iba muy bien en el secundario. Todos los años me estaba por llevar alguna materia pero rendía todo y zafaba. Cuando entré a la facultad, en mi vida había visto química. Mi primer bochazo fue Botánica 1, estuve 4 días haciendo capilla y cuando me tomaron me mataron. No tenía la gimnasia de bancarme esos cuatro días de ansiedad. Mi primer año lo hice en dos. No era un alumno exitoso. Después me acomodé. Lo que estaba bueno de esa época es que éramos grupos de 300 que íbamos tirando materias uno y otro. Y en ese recorrido, con todas las notas posibles, bochazos incluidos, en algún momento, la vida te lleva también. Uno va haciendo elecciones. Cuando en el 84 que tenía que elegir producciones y sale un contacto a través del que después fue mi suegro en Patagonia y yo elegí ovinos, por interés, porque me iba a ir a trabajar a Patagonia.
-¿Y la vuelta a Buenos Aires? Trabajar con agroquímicos…
-Qué decirte… yo en terapéutica vegetal, fue gracioso, porque era complicada, larga, difícil En ese momento que creo teníamos 10 moléculas. ¡Imaginate lo que debe ser hoy! Después de hacer esa materia dije “Nunca voy a trabajar con agroquímicos”… Tengo 35 años de mercado…. Imagínate…
-¿Qué te gusta de lo que hacés hoy? Viste cuando te levantás a la mañana y sentís, que bueno que me toca hacer esto o aquello…
-Con Sebas (Senesi) hace 12 años que tenemos una consultora. Lo que más disfruto es no saber lo que va a pasar. Ese nivel de incertidumbre que a veces parece que te va a matar, pero me gusta. No tener jefe me encanta. El poder interactuar con Seba de una manera que los dos sabemos que el otro nos va a bancar, y lo que siempre digo, rescato y promuevo, casi que es una religión, es lo relacional. Vos me vas a ver en cualquier lado que me veas, me vas a encontrar siempre con alguien. Pero no porque tenga fobia a estar solo, me gusta lo relacional. Este mercado lo que potencia es el relacionamiento. Poder entender lo que le pasa al otro, lo que nos pasa, poder tener una mirada de faros largos, y entender qué va a hacer el otro para interactuar y sumar valor me fascina. Lo que a mí me gusta en estos 35 años en el mercado, más los 12 de consultoría y los 2 y pico de armar el congreso de distribuidores, lo que potenciamos fue esto. Poder conectarnos de mil maneras. Antes hablaba mil horas por teléfono. Tenía un jefe que me sacó el teléfono de la oficina. Hoy hay otros medios o, lo que siempre rescato, lo presencial. Encontrarme con gente. en este mercado estar relacionado le suma valor siempre a alguien. A mí un montón.
-Bueno Luis, llegamos al pin-pong de El podcast de tu vida. ¿Cómo despejás tu cabeza después de días largos de laburo?
-Para mí hay tres herramientas. O me cambio y rajo a spining y me subo a una bici y pedaleo durante una hora. O hago yoga. Y si tengo capacidad intelectual me siento a leer. Y si puedo, me siento a tomar café con alguien.
-Y cuando lees ¿por dónde vas?
-En general leo mucha novela. Me gustan más las novelas que los cuentos, me gusta engancharme con la trama y seguir ese desarrollo. Leo muy variado. Gracias a mi hija que me introdujo en una librería especial que se llama Mandolina, en Nuñez (Ugarte casi Cabildo), hay mil recomendaciones de estos libreros/as que te van conectando. Leí todo Paul Auster, todo (Henning) Mankell. Cuando me engancho con un autor le meto a fondo. Me encanta Mariana Enriquez, para mí el mejor libro que tiene ella es “Nuestra parte de noche”. Me parece que leer estas novelas, cuando estás todo el día en el agro, cuando salís de ese mundo y te metés en el mundo literario te da capacidad para recrear cosas y las podés aplicar después en el día a día.
-¿Comidas? ¿Qué tal sos para cocinar?
-En general había mucho más parrilla cuando los chicos vivían en casa. hacíamos buenos asados. Después Agustín se hizo vegetariano y perdimos un consumidor de carne. Pero sé cocinar. En una familia de cinco hermanos siempre alguno tenía que cocinar. Pero no soy el gourmet.
-¿Tenés algún plato que digas “con esto no erro”?
-Sigo prendiendo un fuego y hago una buena parrillada. Te puedo sacar la carne en el punto que te guste. A mí me gusta, igual que mi hija, muy jugoso, que chorree.
-¿Tu desayuno habitual?
-Tengo muchos más tes en mi vida, y bastante café durante el día… más de lo que me recomiendan. Hay un te de limón, lima, jengibre
-¿Algún país que te gustaría ir?
-Siempre me parece que por un tema profesional me encantaría conocer China. Siempre es largo, mucho tiempo, pero creo que China es el driver de muchas de las cosas que nos pasan en el mercado de agroquímicos de Argentina hoy. Mas del 60% del mercado son productos que vienen de China. Creo tengo que conocer China algún día. Me encantaría también ir a Turquía, subir a los globos de Capadocia. Tengo otros lugares, pero China es un obligado.
-¿Algún lugar al que hayas ido y volverías o recomiendes ir?
-Si me regalás un fin de semana largo, cuando sea, me subo a un avión y me voy a París. No la conozco toda, pero mi hija estuvo viviendo ahí y eso me da un nivel de afinidad diferente.
-Si pudieses tener algún superpoder, ¿Cuál elegirías tener?
-Me emociono… yo creo que, voy a decir un lugar común, pero a mí me pega mucho que hoy tengamos más del 50% de pobreza. Y me gustaría poder cambiar esa situación social de Argentina. Es injusto e ingrato este desbalance social que estamos padeciendo. Estamos comprometiendo el futuro, estamos rompiéndoles la cabeza a un montón de chicos que no tienen qué comer. No tener un baño, agua corriente, es tremendo.
-La penúltima, es: si pudieses viajar en el tiempo, ¿A qué momento viajarías? Puede ser de tu vida o de la historia de la humanidad…
-Yo iría adelante. Al 2050, porque me parece que nos pasamos pensando en el futuro. Y planificamos mucho qué va a pasar con la trazabilidad, y la huella de carbono, los polos si se van a descongelar o no. Entonces, si estamos trabajando para hacer un mundo más organizadamente mejor, yo iría adelante para ver qué hicimos bien y qué mal para ver cuáles son los errores. Una de las lindas discusiones que tengo yo con el equipo que organizamos el Congreso de Distribuidores es ¿Cómo involucramos a los más chicos? A los jóvenes entre 24 y 35 años. Capaz vamos al futuro y enderezamos el camino.
-Genial. Bien. para terminar, les pido que elijan un tema musical que va a quedar sonando. ¿Qué teme elegís?
-Soy muy malo para elegir uno. Pero siempre elijo Cerati, si querés, “Ciudad de la furia”.
-Gracias.
-A vos. A mí siempre me dio miedo exponerme porque cuanto más te exponés te aparecen más flancos para que alguien con mala intensión pueda atacarte, pero también hay gente que te puede mirar de otro lugar. Y está bueno. Hay muchas cosas que podemos cambiar y pensando de manera colectiva podamos resolver este porcentaje de pobreza que para mí es demoledor.