Rubén Contreras es coordinador técnico de la Cooperativa Lanera de Trelew, que es la capital nacional de la Lana. Desde hace unos años trabaja con muchísimo entusiasmo en el proceso de recuperación de esa empresa recuperada por sus trabajadores, que fue en algún momento la ex Lanera Austral, la primera industria que se radicó en dicha ciudad chubutense y se dedicó 65 años al procesamiento y exportación de esa fibra animal.
Pero la apuesta es más grande, porque Rubén está en realidad convencido de que la Argentina debería agregar mayor valor a su producción lanera. Y lo novedoso es que para lograrlo está planteando un programa de asociación con los productores ovinos de la región, que ya está empezando a arrojar algunos frutos.
“Trelew se fue transformando en el centro operativo a nivel nacional, donde se concentra 95% de las operaciones comerciales y del procesamiento de lana y fibra. El procesamiento es algo, dentro de las cuestiones que uno que viene observando con miradas más desarrollistas, en lo que nos quedamos a medio camino. Acá se hace el proceso de lavado y de peinado, y se vende en lo que normalmente se conoce como top de lana. Ese top se va a Europa, a China, donde se procesa y se llega al hilado, y del hilado se llega a la confección. Después muchas veces terminamos comprando una ropa sin saber que estamos consumiendo nuestra propia lana”, describe.
-¿Pero también mucha de la lana se exporta como lana sucia, sin proceso industrial?
-Ese es el otro pecado original, en donde mucha de la parte de la lana aún se sigue vendiendo como sucia, a granel. Lo único que se hace es que se cambian los fardos de exportación, por una cuestión sanitaria y de volumen, y se exporta tal cual viene del campo, con un nivel muy básico de acondicionamiento. No se le incorpora ningún proceso de agregado de valor localmente.
La situación descripta significa que el trabajo y el valor agregado a la materia rima se los agregaron otros en otras partes del mundo. “Implica la pérdida de fuentes de trabajo, como también de ingresos, porque si nosotros pudiéramos cerrar esa cadena de valor localmente y transferir parte de esas utilidades al sector productivo, otra hubiera sido la historia”, define Rubén sobre el objetivo de su trabajo en la Cooperativa Lanera.
Contreras pone siempre manos a la obra, no se consuela con declamar el problema. Y en ese sentido, dice que su sueño es “modificar el paradigma respecto a lo que es un verdadero proceso de integración de cadena de valor, pensando como elemento central la incorporación protagónica de los productores y compartiendo con ellos parte de las utilidades generadas en este proceso”, comenta.
Contreras viene de lejos y hace tiempo machacando para que los productores laneros se comprometan mucho más en la calidad del producto, con visión de cadena. “Tuve la suerte y el privilegio de haber coordinado el primer equipo de trabajo que puso en marcha el Prolana, en elk año 1994/95”. Ese programa nacional de calidad de lana todavía sigue vigente y tenía básicamente cuatro objetivos: transformar el proceso de esquila al sistema desmañado, que ya estaba instalado en Australia y Uruguay; establecer un esquema básico de acondicionamiento de lana en el campo; obtener un precio de referencia porque todavía no existía ninguna.
-¿Y el cuarto objetivo?- le preguntamos.
-El cuarto objetivo era integrar a los productores al proceso industrial, pero nunca se logró.
Desde la renovada historia de la Cooperativa Lanera de Trelew, cuyos trabajadores y dueños se organizaron tras la quiebra de Lanera Austral en 2016 y lograron comprar el edificio industrial en 2023, esa apuesta es la que continúa. Para empezar, porque son la única empresa de la zona procesadora que tiene hilandería, con lo cual pueden dar un paso más allá.
“El año pasado logramos, después de un trabajo muy importante, de hacernos de los fondos para poder comprar la planta. En noviembre pudimos escriturar y la planta pasó a ser de titularidad de la cooperativa. Y en medio de eso, fuimos avanzando en desarrollos. Por ejemplo, el 2020/21 nos permitió hacer los hilados que usó la marca Etiqueta Negra en su colección de invierno. Después tenemos una muy fluida relación con emprendedores de todo el país, a los que vamos abasteciendo de hilados de calidad, fundamentalmente de lana melino fina, pero también lo que es cruza fina, que es la lana que se dispone en provincias de Buenos Aires, en Córdoba, en Corrientes”, contó Contreras.
-Están decididos a que ese negocio funcione y que el valor agregado y el trabajo quede aquí en la región. ¿Es un poco la idea?
-Esa es un poco la idea, y vuelvo a insistirte, también incorporando a los productores dentro de ese proceso de agregado de valor. Nosotros tenemos un sistema en donde recibimos la lana del productor con quien nos integramos. Es un concepto también que fue cambiando. O sea, no es que nosotros salimos y compramos, sino que nos integramos, el productor trae su lana, se la valoriza con el precio de pizarra, y la lana entra, se lava, se peina, se hila, y cuando se vende el hilado y se obtienen las utilidades, se comparten las utilidades con el productor. Y eso le permite un valor marginal que va mejorando sus ingresos.
-¿Se enganchan los productores?
-Sí, es un proceso lento, que lo estamos haciendo fundamentalmente con pequeños productores, con organizaciones, con cooperativas hermanas, muchas de la meseta central, pero que van viendo el impacto rápidamente. Por ejemplo, un productor de una zona muy lejana, en el patio de la provincia, en la zona de Sierra Rosada, con el diferencial que obtuvo el año pasado sobre esta fecha nos mandó una foto en la cual muestra que con ese diferencial había logrado poder poner internet en su campo. Y esas son las cosas que nosotros creemos que valen la pena por las cuales seguir sobre este camino.
-¿Y qué es esto de la lana para la construcción?
-Dentro del proceso, nosotros cuando decimos vamos a mejorar el precio y los ingresos a los productores, lo que tenemos que saber es que no somos Papá Noel. Entonces tenemos que conseguir hacer lo más eficientemente posible para generar ingresos. Entonces, entre otras cosas, los subproductos que quedan del proceso empezamos a analizar con gente de Chile, de una empresa familiar que se llama LanArq, que estaban desarrollando un esquema de construcción que usaban la lana. Nos pusimos en contacto, empezamos a trabajar juntos. Chile nos lleva siete años, avanzó y aprobó la lana como parte de material constructivo y a su vez desarrollaron un sistema constructivo en forma de paneles que usa -por cada panel aproximadamente- 8 kilos de lana.
-¿De qué sirve usar lana en la construcción?
-Esto se inscribe dentro de lo que es el proceso de vivienda sustentable que está orientado a mejorar todo lo que es la eficiencia energética y de neutralidad, de carbono neutral. La lana, entre otras cosas, mejora casi un 40% la eficiencia energética, tanto en calor como en frío. La lana es ignífuga, con lo cual tenemos una cuestión a favor. Por otro lado termina siendo un proceso dentro de lo que hoy se conoce como economía circular, al aprovechar los subproductos o desperdicios o cualquier material de menor valor en algo que termina teniendo un impacto positivo a nivel ambiental y fundamentalmente a nivel social.
-¿Y en qué piensan ustedes aquí en Argentina?
-Estamos pensando en un principio en viviendas sociales con un efecto directo en cuanto a la calidad de vida. La gente de Chile, por ejemplo, tiene un sistema parecido al nuestro en donde entregan leña a los productores todos los inviernos. Después de cuatro o cinco años lo que ellos están viendo es que la gente que ha construido sus casas con este tipo de material se les entrega un 40% menos de leña. Eso tiene un impacto por distintas cuestiones, desde lo ambiental, obviamente que estamos quemando menos y estamos emitiendo menos gases, pero también en cuanto a lo que implica la calidad de vida del poblador rural.
-¿Y en qué estado de avance está el proyecto argentino?
-Nosotros estamos terminando de armar el primer lote, el primer kit de casas que se va a exportar a Chile. La primera casa no la vamos a hacer en Argentina, no la vamos a hacer en Chubut, la estamos exportando a Chile. Pero ya empezamos con conversaciones con el municipio y con la provincia justamente por esta cuestión. Nos parecía absurdo que no aprovechemos esto, que nació en forma conjunta, como un trabajo conjunto con Chile, por eso el proyecto también se llama Lanarq Patagónico, porque no queremos empezar a hablar de Lanarq Chile o Argentina, y hemos decidido que el sistema constructivo se llame Lanarq Patagónico, como una forma también de terminar estas falacias que a veces nos plantean divisiones políticas o físicas, cuando en realidad tenemos la misma problemática. Los productores de allá la están pasando tan mal como los de acá, y la calidad de vida de los pequeños productores es tan mala de aquel lado como la de ese otro. Entonces estamos buscando soluciones comunes a través de un trabajo en conjunto.