Durante un reciente periplo por el Valle de Uco, casi de casualidad, los cronistas de Bichos de Campo llegaron a la finca de los Suárez Lastra. La idea de entrevistar al reconocido dirigente radical que fuera Intendente de la Ciudad de Buenos Aires con Raúl Alfonsín, nos tentó: Facundo Suárez Lastra es uno de los pocos políticos argentinos que hablan del campo con conocimiento. Por eso bajamos en el lugar.
Facundo no estaba en Mendoza esos días. no fue posible encontrarlo. Pero insistimos en conocer la historia de la familia y que accedió a respondernos fue su sobrina, Carla Suárez Lastra. Resultó ser todo un hallazgo, porque la joven resume muy bien la lucha de una nueva generación de productores vitivinícolas que tratan de sobrevivir con no muchas hectáreas de viñedos. En este caso, elaborando sus propios vinos y sirviéndolos en un precioso restorán gourmet, donde ella misma atiende y brinda con los turista.
Pero Carla nos contó además la extensa historia de los Suárez Lastra en Mendoza, que es casi tan antigua como la de la propia vitivinicultura. Fue su bisabuelo el que comenzó a implantar cultivos en esa zona pedregosa. Luego, con el correr de las generaciones, las tierras que colonizó fueron dividiéndose sin prisa pero sin pausa. Finalmente ella y su hermano heredaron una pequeña fracción de unas pocas hectáreas. Y lo mismo sucedió con su tío Facundo, el político que habla de campo sabiendo de qué se trata.
La joven emprendedora es quinta generación de la reconocida familia mendocina y decidió continuar con la finca de su padre. Sin embargo, junto a su hermano Lucio tuvo que buscarle mayor rentabilidad a los viñedos, algo que se ha convertido en una exigencia de la vitivinicultura actual. De esta necesidad nació Cundo Altamira, un restaurante instalado en medio de las parras, para generar ese vínculo entre “la uva que se cosecha y el vino que se consume”.
El vino que se sirve en el lugar es el que ellos producen para acompañar platos típicos de la gastronomía mendocina. Se denomina Presente por varias razones, y está dedicado al padre de los chicos, Lucio Salvador Suarez Lastra, el hermano de Facundo, quien plantó una parcela única a 1060 metros de altura sobre le nivel del mar, en el reconocido paraje Altamira, cerca de La Consulta.
“Es un nombre que puede disparar varias cosas. Para nosotros tenía tres significados muy marcados. Presente como tiempo, el aquí y el ahora. Presente como regalo, porque siempre el vino es un buen regalo para hacer. Y Presente como recuerdo del legado que nos dejaron acá en la familia”, explicó Carla.
Mientras, el nombre del restorán, Cundo, proviene de abreviar el nombre de Facundo, el abuelo, quien fuera uno de los primeros en plantar viñedos en la zona, una tarea que alternaba con sus estudios de abogacía -y la política, claro- en la ciudad de La Plata.
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Si bien la destreza de estos hermanos para reinventarse y seguir haciendo rentable las casi 50 hectáreas de viñedo heredadas es la esencia de esta nota, recorrer la historia de la familia Suárez Lastra, de la mano de Carla es necesaria para poder comprender en primera persona, los altibajos de la vitivinicultura en Mendoza, la cual ha tenido que profesionalizarse y subir la vara en materia de calidad.
Aunque Carla está bastante distante en generación de los primeros Suárez que comenzaron la saga, con ella conocimos que la familia siempre estuvo estrechamente ligada a la vitivinicultura y la política. El camino, se comenzó a recorrer hace aproximadamente 100 años atrás con su bisabuelo, quien salió de Mendoza para redescubrir el mundo de los viñedos en los principales referentes del viejo continente: Italia y Francia.
“Acá no había conocimiento, no había información, o sea, se sabía que había un montón de varietales, pero no se sabía qué eran. Él hizo una gran investigación con respecto a la ampelografía, que es el estudio de las hojas del viñedo para poder identificar qué tipo de varietales teníamos plantados acá en Mendoza”, contó Carla a este medio.
Mire la entrevista completa aquí.
Según narró la joven productora, su abuelo Facundo Suárez también heredó “la pasión por el vino” y lo trasmitió a sus cuatro hijos. Entonces para 1999, cuando ya había fallecido, le corresponde a la tercera generación de los Suarez Lastra hacerse cargo, justo cuando “la vinicultura comienza a pensarse de otra forma”.
“Estamos hablando que en el año 98 ya habían empezado a llegar estas grandes inversiones. Habían llegado las grandes bodegas que habían empezado a poner los cimientos donde era totalmente inculto y donde ya sonaba mucho el vino de Mendoza y el Malbec. Entonces ahí es donde se empieza a plantar Malbec. Mi padre empieza a plantar esos viñedos en el año 2001”, recordó Carla.
-Pero antes a la familia le tocó ir dividiendo la propiedad, ¿cierto?
-Exactamente. Estamos hablando de que la familia tenía miles de hectáreas en los años de que vivía mi bisabuelo Leopoldo Suárez y después, tocó ir vendiendo. Mi bisabuelo murió joven y mi bisabuela se tuvo que hacer cargo de cuatro hijos y obviamente tuvo que vender mucho. Pero a sus cuatro hijos le dejó aproximadamente 100 hectáreas a cada uno.
–Tu historia y la de tu hermano es uno de los tantos regresos a la vitivinicultura que ha experimentado la familia…
–Sí, de alguna manera, porque si bien nosotros vivimos en Buenos Aires, teníamos esta cosa de ir y volver a Mendoza. O sea, pasábamos prácticamente dos o tres meses al año acá en la finca. Con los años mi padre decide instalarse a vivir en Mendoza y luego con los años yo decido instalarme aquí y mi hermano también.
-¿Tuvieron que reinventar el negocio? Porque ya tener una viña, producir uvas y entregárselas una bodega no es tan rentable o por lo menos es mucho más incierto.
-En realidad, es muy incierto. Es como dar un cheque en blanco, uno cosecha en marzo, tiene que elaborar todo un año sin saber qué va a pasar, porque te puede caer helada, te puede caer granizo. Hay como una incertidumbre. Recién en junio/julio me van a decir cuánto me quieren pagar la uva. Ahora hay una especie de formalidad, pero sigue existiendo esta incertidumbre que uno no sabe qué esperar. Entonces, para evitar esa incertidumbre, cada uno de nosotros está empezando a darle ese valor agregado a nuestro propio producto y decir bueno, yo de lo que vendo puedo elaborar un porcentaje o comenzar con un porcentaje hacer vino y venderlo.
-¿Ese vino que elaboran ahora cobra mayor valor con toda la apuesta gastronómica?
–El vino que elaboramos también es una fusión entre la degustación y la gastronomía, para que la gente tenga esa experiencia completa. Estoy hablando de turistas de todo el mundo y argentinos, que son muchísimos los que nos visitan y los que están cada vez más interesados en conocer más de dónde proviene esa botella de vino que compran en Córdoba, en Buenos Aires o donde sea.
Carla Suárez Lastra es somelier y cuenta con una larga trayectoria dentro del turismo enológico. No obstante, para mantener la tradición de la familia, le tocó hacer un giro a las costumbres de su padre, que si bien era un “apasionado de la tierra” y vestía el típico atuendo de gaucho, jamás bebió y mucho menos elaboró vino. Ella sí lo produce. Y lo disfruta.
“Con mi hermano, a partir que heredamos o nos hicimos cargo de la finca, decidimos hacer ese cambio y empezar a elaborar vino porque justamente cuando vos sos un productor chico, me parece que el toque final es tener tu vino propio”, reflexionó Carla.