Los precios de la Cuota Hilton llegaron a topes históricos. Según exportadores de carne, la tonelada cotiza entre 17.000 y 17.500 dólares FOB la tonelada, aunque hay algunas operaciones que se están negociando en 18.000 mil dólares.
Eso permite pagar mejor el novillo pesado a los productores, que vienen aumentando en las últimas semanas de forma continua y ahora cotiza a unos 520 a 530 pesos por kilo en gancho, aunque con operaciones que rozan los 550 pesos. Esto significa 5,5 dólares por kilo, superando el valor presente en Uruguay, aunque, claro, medido con el tipo de cambio oficial (con el dólar MEP es otra la historia).
Un año atrás el valor promedio de los envíos de la cuota Hilton se encontraban en 10.500 dólares la tonelada. Los valores negociados en la actualidad son los más elevados de los últimos diez años, ya que la última vez que el precio estuvo por encima de los 16.000 dólares fue en 2011.
¿Por qué tiene un valor tan alto la tonelada Hilton? Según los exportadores se debe a que la demanda europea no encuentra la cantidad de carne que requiere y aquí faltan novillos para cubrir ese cupo gracias a las nuevas regulaciones introducidas el año pasado por el Senasa.
Los altos precios de la Hilton no necesariamente implican que el negocio de la venta de esos cortes de alto valor sea “brillante”. Operadores del negocio dijeron a Bichos de Campo que “los precios FOB altos no necesariamente implican que el negocio sea bueno” gracias al cepo cárnico implementado por el gobierno nacional.
Si bien los envíos Hilton están fuera del cepo, el resto de los embarques destinados a Europa y, fundamentelmente China (el primer cliente), deben pasar por el “filtro” del gobierno, que desde comienzos de este año viene restringiendo con bastante ímpetu las exportaciones de carne vacuna. “No es la misma situación para los diferentes operadores, depende de los cupos que se logren y del mix de integración (de la media res)”, indico la fuente del sector cárnico.
Los animales faenados se “integran”, tal es el término empleado en la industria, en diferentes mercados, pero como el gobierno otorga de manera discrecional los permisos de exportación, la logística comercial viene por demás complicada. “Tenemos stocks más altos, costos mayores de almacenaje y es nos suma incertidumbre respecto del valor al que terminaremos vendiendo la mercadería”, se quejan los exportadores.
Se podría decir que “el kirchnerismo lo hizo”, emulando el jingle de la campaña presidencial de Carlos Menem en los ’90, cuando pretendía ser presidente por tercera vez. Y lo hizo, sí, porque durante años (y una vez más en esta gestión de gobierno) puso trabas a las exportaciones entre 2005 y 2015, lo que terminó frenando el crecimiento del sector durante años de fuerte demanda mundial, en lugar de potenciarlo como hicieron los vecinos Brasil, Uruguay o Paraguay.
Esa política nos dejó en esta discusión sobre cómo administrar un bien que cada vez es más escaso en función de una población que crece y encima con un mercado local empobrecido.
Las intervenciones kirchneristas en el negocio, que se repiten en este gobierno, finalmente terminaron modificando la estructura productiva. Antes la ganadería mandaba a la faena como producto final novillos de más de 400 kilos. Ahora terminó produciendo animales livianos de menos de 300 kilos con el fin de abastecer al mercado local, logrando una rápida rotación del capital que le permitía al inversor salir rápido del negocio si la cosa pinta mal, en lugar de apostar por el largo plazo, que es lo que exige la recría y engorde de novillos.
Esta categoría que ahora falta es la que aporta más kilos a la faena, lo que hace más productiva a la ganadería y a la industria frigorífica, pero a la vez aporta más carne al consumo local. Esa política destruyó un círculo virtuoso y hoy sufre los efectos de una suerte de efecto boomerang. Pero en lugar de reconocer los errores se insiste con la misma receta.