Hay ocasiones en que la cruda realidad atenta contra las buenas intenciones de la política pública. Sin duda es positivo el objetivo de la Dirección Nacional de Control Comercial Agropecuario (ex ONCCA) de instalar cajas negras o controladores electrónicos en las plantas de molienda de trigo, para impedir la evasión y controlar la competencia desleal. Pero varias plantas pequeñas ya están avisando que no podrán cumplir con ese requerimiento simplemente porque no cuentan ni con dinero ni con financiamiento adecuado para adquirir esos equipos.
Acá todo parece haber sido hecho correctamente, salvo que nadie podía prever que en en el segundo semestre de 2018 en la Argentina el dólar iba a pasar a costar el doble y las tasas de interés bancarias se ubicarían en niveles prohibitivos de 60/70% anual en pesos. Pero ese escenario existe, es real, y representa un pesado lastre para las empresas molineras que están obligadas a colocar los Controladores Electrónicos de la Molienda de Trigo (CEMT) en los próximos meses.
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Recordemos: como ya sucedió con los frigoríficos de carne vacuna, la Dirección de Control Comercial Agropecuario estableció un plan para que los 184 molinos inscriptos en el RUCA (la mayoría de ellos son Pymes ubicadas en pequeñas localidades) instalen antes de fin de año estos equipos, que chequean la cantidad de trigo real que ingresa al proceso de molienda y la compara con otros datos, como el consumo de electricidad para mover los motores de los molinos. Todo con tal de evitar la evasión y la subfacturación, entre otras maniobras prohibidas.
De las últimas conversaciones entre el director de la ex ONCCA, Marcelo Rossi, y las empresas del ramo, agrupadas en la FAIM y en Apymimra, surgió fin de diciembre como plazo máximo para acreditar la compra de los equipos necesarios para poner en marcha el sistema en cada planta, que pueden ser adquiridos a cualquiera de ocho empresas habilitadas por las autoridades como proveedores de esa tecnología.
El problema es que el equipo completo tiene un costo cercanos a los 30.000 dólares. El sistema consta de una balanza electrónica ubicada en la primera rotura del trigo (el viejo y querido “caudalímetro”), más una caja negra para almacenar los datos, más cámaras de filmación, más una serie de medidores especiales de energía para los equipos de molienda.
Algunas plantas industriales tiene ya colocada la balanza electrónica y no deberían gastar tanto dinero, pero muchas Pymes se quejan de que deben comprar de un saque todos los componentes del CEMT y afirman no tener los recursos para hacerlo. “Si uno divide el precio del equipo por cada tonelada molida, en las plantas más chicas el costo impacta mucho más”, explicó una fuente de las Pymes molineras, que advirtió incluso que algunos molinos podrían cerrar por este motivo.
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Como el sector viene de un año difícil (el costo de la materia prima, el trigo, se duplicó en los últimos meses), hubo gestiones oficiales ante la banca pública y se dispone de líneas de crédito especiales para financiar la compra de este equipamiento. Incluso el Banco Nación ofrece un crédito en dólares, a una tasa Libor más 4,5%.
Pero empresarios molineros, que venden en pesos la harina, le rehuyen a tomar un arriesgado financiamiento en dólares en medio de la tormenta cambiaria. “Además No todas las empresas están en condiciones de clasificar para un préstamos. Se complejiza todo”, dijo la fuente.