La historia de los hermanos es Barbi es la de aquellos que se hacen desde abajo. Y está marcada por la experiencia de su madre, que quedó huérfana a los quince años y fue criada por quienes entonces eran sus vecinos de la casa lindante, Ricardo y Elsa. Cuando se casó, sus hijos, Esteban y José Luis, también se convirtieron en parte de la familia adoptiva. “Nosotros pasamos a ser los nietos, los sobrinos, todo de ellos”, recuerda hoy Esteban.
Ricardo y Elsa eran descendientes de italianos y se dedicaban a hacer tanto agricultura como ganadería en su campo ubicado en la localidad bonaerense de Lima. Esteban y José Luis pasaron toda su infancia en contacto con ellos.
“Desde que tenía un año y medio iba en una Ford 65 con el tío Ricardo al campo. Mamé todo, desde la vaca hasta la agricultura”, contó a Bichos de Campo Esteban, el hermano mayor de los Barbi.
Por desgracia, cuando Esteban tenía 17 años, Ricardo sufrió un ACV. Si bien se recuperó, no quiso volver a trabajar la tierra y fue ahí que los hermanos Barbi consideraron por primera vez ofrecer servicios a otros campos.
“Los primeros tres años nos ayudó en todo. En ese momento el tío tenía algo de campo propio, pero nosotros no. Cuando estuvo mejor, le pedimos seguir con agricultura y nos dejó el parque de herramientas. El resto de la tierra la vendió. De eso pasaron 27 ó 28 años. Teníamos hambre de gloria, desde ahí no miramos para atrás; le debemos todo”, afirmó Barbi.
Los hermanos se iniciaron realizando cosechas para terceros y luego comenzaron a trabajar a porcentaje con algunos clientes. Actualmente, entre agricultura y ganadería, trabajan 14.000 hectáreas -de los cuales el 95% es alquilado y el 5% restando se hace en el marco de acuerdos a porcentaje- y han logrado, luego de mucho esfuerzo, comprar un pedazo de campo propio.
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“No hemos perdido prácticamente campos, al contrario, siempre hemos ido creciendo. Lo mismo pasó con la ganadería. El tío nos decía que la vaca era un cheque al portador, entonces en nuestra empresa siempre se la tomó como una caja de ahorro. Tal es así que pudimos comprar un pedazo de campo”, dijo alegre Barbi.
Los años también les permitieron engrosar su parque de maquinaria, que hoy incluye todo el equipo completo para pulverizaciones, siembra, cosecha y laboreos. A eso le siguió el armado de una planta de silo y la compra de camiones, que incluye uno para el transporte de los animales, ya que realizan engorde a corral de terneros en feedlot.
Los Barbi también cuentan con la ayuda de Jaime Mestre, un ingeniero agrónomo que trabaja con ellos desde hace 17 años, quien los contactó con Emilio Satorre, uno de los referentes agrícolas más reconocidos de la Argentina.
“Si bien con Jaime estamos arriba de toda la tecnología, Emilio nos aportó muchísimos datos, y nos nutrimos de un montón de cosas. Después, a través de otro amigo en común, conocimos a Mercelo Arriola –principal difusor de los cultivos de servicio en Aapresid. Jaime quería traerlo para que nos empuje a los cultivos de cobertura y estamos muy conformes”, sostuvo Barbi.
-¿Eso es un costo para ustedes o consideran que puede ser rentable y útil?- le preguntamos.
-Nosotros lo estamos tomando como una inversión a largo plazo, porque hoy tenemos serios problemas de malezas resistentes. Vamos por ese camino, no es fácil masificar tanta cantidad de hectáreas, pero también intensificamos la rotación. Estamos haciendo más cultivos de invierno, como por ejemplo las arvejas. Le estamos buscando la vuelta; creo que el camino es ese.
-¿Te sentís importante al trabajar tanta cantidad de hectáreas?
-No. La cabeza mía y de mi hermano piensan en producir y en invertir. Sale una cosechadora nueva y la querés comprar, sale una pulverizadora y la querés comprar.
-¿Hay una pulsión por la tecnología?
-La tecnología te va llevando. Históricamente el productor vive comprando fierros y nos vamos a morir comprando fierros. Hay que buscarle un equilibrio, pero lo cierto es que con en tanta cantidad de hectárea los fierros se gastan y llega el momento en que hay que renovar.
-¿Es fácil renovar maquinaria? Sobre todo cuando no tenés avales ni un campo para hipotecar.
-Depende, hubo momentos en que hubo créditos ‘blandos’. En este momento, por ejemplo, no hay nada. Hace dos años que al productor que tiene dos kilos de soja declarada no le dan un crédito. Es la famosa clausula del Banco Central (BCRA). Nosotros lamentablemente tenemos que cambiar las dos cosechadoras y estamos esperando que aparezca algún crédito con tasa accesible. La única forma de pagar los fierros es que se vayan pagando con la misma producción.
-Gran parte de la agricultura la hacen contratistas o arrendatarios. ¿Cuál es el principal problema que te gustaría que se corrija?
-Uno de los grandes desafíos hoy es el factor humano. La gente no quiere venir a trabajar al campo. Te subís a una cosechadora de estas y tiene una tecnología que ni los autos de alta gama tienen, pero la gente no quiere venir a trabajar al campo y eso nos va limitando. El factor humano nos va limitando. Está más que claro que uno trabaja para ganar plata, pero llega un momento en donde no pasa que decís “bueno, me embarco cinco años para adelante y compro una cosechadora”, pero para ella necesito un operario y no hay; no es una cuestión de plata, es una cuestión de que se perdió la cultura del trabajo.
Barbi reconoce también que en aquella zona de la provincia, el campo compite muchas veces con la demanda de mano de obra de las industrias de la zona, lo que hace que tengan que buscar nuevos trabajadores en localidades a más de 50 kilómetros de Lima.
-¿De quién aprendieron a trabajar tanto?
-Nosotros lo mamaos del tío Ricardo, un gringo que lo único que hizo fue trabajar toda su vida. En los inicios el tío nos decía “mira que el campo es muy sacrificado, que te absorbe y no te suelta más”. La biología te lleva de tiro y la verdad es que en cierto modo tratamos de que no nos pase lo mismo, pero estamos muy contentos.
Dios ilumine a todo emprendedor, dichoso quien tenga ganas y sacrificarse en el campo y obtener logros.