Textos irónicos por Matías Longoni.-
Este sábado el Ministerio de Agroindustria abrirá sus puertas a la comunidad durante lo que ya se está transformando en un clásico: la noche de los museos. Las autoridades de la casa han preparado una serie de actividades para contar una larga historia de 119 años. En efecto, el Ministerio de Agroindustria (o de Agricultura, como se llamó hasta antes de que los políticos inventaran ese versito de “industrializar la ruralidad” o ser “supermercado del mundo”), fue creado el 12 de octubre de 1898 por Ley 3727.
Mientras las oficinas de altos techos (y sobre todo los choferes tomando mate) aguardan la llegada de quien será el nuevo ministro, el ex presidente de la Sociedad Rural Argentina, Luis Miguel Etchevehere, la Noche de los Museos ofrecerá a la gente de a pie la chance de enterarse que el primer ministro también pertenecía a las filas de esa institución gremial. Fue Emilio Frers, uno de los principales impulsores de la siembra de alfalfa en el país. Sí, alfalfa. La soja llegaría muchísimo después.
Más allá de estas historias fascinantes, para los visitantes que esta noche vayan a Paseo Colón 982, la gran atracción será recorrer los pasillos de la vieja construcción diseñada por el estudio Kimbau y Cía. Fue a partir de un decreto de 1911 que designó la mitad sur de la manzana comprendida entre las calles Paseo Colón, Carlos Calvo y Azopardo para la construcción de un Asilo Nocturno para la ciudad. Tenía 51,96 metros de frente. El sueño del pibe, pero para albergar un grupo de menesterosos que no tenían donde caerse muertos.
Dicho edificio se proyectó para dar albergue a 100 mujeres, 25 niñas, 45 niños y 370 hombres, es decir, en total a 540 personas. Se proyectó con “oficinas, comedores, baños, peluquerías, cocinas, depósitos varios, casita para el administrador, una enfermería, talleres, escuela y otros anexos necesarios; también lavadero y caballerizas; estos dos últimos en edificio aparte”.
¡Mirá si había lugar! De todos modos, actualmente no da abasto para los más de 7.000 empleados que tiene esa cartera y hubo que salir a alquilar otros edificios vecinos. Y eso que había varios “empleados” de le gestión de Julián Domínguez que hasta hace poco ni aparecían o iban a trabajar apenas unas pocas horas cada semana.
De estilo neogótico, con algunos retoques vinculados al estilo Tudor y otros renacentistas, el primer edificio que actualmente alberga a Agroindustria demandó varios años. Luego vino un segundo edificio idéntico, que se inauguró en 1931 y que ocupó originalmente una empresa llamada YPF (Yacimientos Petrolíferos Fiscales), bastante chica por ese entonces.
Recién en 1938 ambas construcciones pasaron a ser la sede de la entonces Secretaría de Agricultura y Ganadería de la Nación.
Pero volvamos a esta noche, la noche de los museos. Quienes concurran a la sede del Ministerio de Agroindustria posiblemente puedan cruzarse con algunos de los fantasmas que, es vox pópuli, merodean por los pasillos de ese Ministerio.
Hay muchos fantasmas, pero los más populares de todos, por sus alaridos y gritos de desolación, son los famosos “secretarios fantasmas del 2001”.
Se trata de criaturas casi mitológicas: personas que en medio de la crisis institucional más profunda que vivió la Argentina estuvieron a punto de asumir en el principal cargo de la política agropecuaria local, pero finalmente o no pudieron hacerlo o lo hicieron durante apenas unas pocas horas.
De allí los lamentos que todavía se escuchan por las noches en el viejo edificio de Paseo Colón.
Uno de esos fantasmas todavía pulula por allí y hasta se lo menciona para ocupar una silla en la nueva gestión de Etchevehere. Se llama Bernardo Cané, es veterinario y se hizo conocido en la década de los noventa, cuando en la gestión de Carlos Menem el país lograba dominar la fiebre aftosa. Cané estaba entonces a cargo del Senasa y pocos recuerdan que estuvo a punto de ser secretario de Agricultura en marzo de 2001, cuando Domingo Cavallo regresó a la vida pública como hombre fuerte del gobierno de la Alianza. ¿Recuerdan?
Hagamos memoria. A principios de marzo de ese año, después de meses de ocultamiento por parte de la gestión de Antonio Berhongaray, estalla la crisis de la aftosa. En simultáneo también estalla la crisis económica y asume el “bulldog” Ricardo López Murphy. Tan fuerte era el ajuste que proponía que su gestión duró apenas una semana: el 21 de marzo era reemplazado por Cavallo. Pero, en medio, el área de Agroindustria vivió una gran zozobra: fue reducirda apenas a una Subsecretaría que iba a depender de la Secretaría de Producción que durante esos escasos días estuvo al mando de Víctor Savanti, un ex presidente de IBM.
De esa semana son los primeros fantasmas que hoy pululan sin destino por la sede de Agroindustria: para ocupar la degradada Subsecretaría surgieron entonces nombres como los de Eduardo Manciana o la economista Beatriz Nofal. Ambos se quedaron con las ganas.
Con el desembarco de Cavallo y el alejamiento de López Murphy, Agricultura recuperó su rango y el nombre de Cané comenzó a sonar fuerte para ser secretario. Durá apenas unas horas, pues finalmente asumió Marcelo Regúnaga y Cané fue enviado nuevamente al Senasa para hacer lo que sabía hacer bien: arreglar con el monopolio, vacunar y a otra cosa mariposa.
Cané es desde entonces como un alma en pena. A los pocos meses hasta se lo vio refugiado como ignoto asesor de un ex ministro de la Producción de Eduardo Duhalde, un tal Aníbal Fernández.
No son los únicos “secretario fantasmas” que dejó la crisis de 2001, que como todos sabemos desencadenó en el cacerolazo, las marchas de diciembre, la mortal represión, la renuncia de Cavallo y la huida del ex presidente Fernando de la Rúa.
Quienes concurran a la noche de los museos quizás puedan encontarse en un pasillo también con Jesús Leguiza. Un avezado economista correntino.
Leguiza tuvo dos experiencias que lo llevaron a ser “e eterno candidato”. La primera data de abril de 1999, cuando de la economía se ocupaba un economista llamado Roque Fernández. En aquel momento los cordoboses de Juan Manuel De la Sota (que había apoyado la reelección del caudillo Carlos Menem, aunque ahora se haga el distraído) habían copado el viejo asilo de Paseo Colón y uno de ellos, llamado Gumersindo Alonso, era el secretario. Pero Roque Fernández decidió reemplazarlo sin pedir permiso a Menem. En aquel momento Leguiza era subsecretario y su nombre sonó para asumir durante un par de días.
Casi dos años después, tras la violenta crisis de fin de 2001 y cuando comenzaba la reconstrucción institucional de la Argentina, le llegó el turno de la revancha a este correntino, un técnico muy eficiente que conocía al dedillo los pliegues de la política agropecuaria, pues había acompañado casi todas las gestiones desde que Felipe Solá habitara el museo de Paseo Colón.
El 23 de diciembre de 2001, la asamblea legislativa proclamó como nuevo presidente al puntano Adolfo Rodríguez Saá. De inmediato surgió el nombre de Jesús Leguiza para hacerse cargo de Agricultura. Era número puesto y su nombre formó parte de los anuncios.
Pero la ilusión duró apenas ocho días. El 30 de diciembre de 2001 el Adolfo renunciaba y 48 horas después era reemplazado por Duhalde.
Sordos sapucai de dolor pueden escucharse desde entonces por las noches en el palacio de Agroindustria.