Sería difícil pensar en elegir los hechos más destacables de la carrera profesional del ingeniero agrónomo y doctor Rodolfo Juan Carlos Cantet, que durante cincuenta años se vinculó con la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (FAUBA) y con otras universidades del mundo. No se trataría sólo de una larga lista sino de una muy compleja, teniendo en cuenta que con los años se transformó en uno de los referentes del mejoramiento animal en Argentina.
Lo que sí podemos hacer es intentar ver con sus ojos la forma en que esa área de estudios fue cambiando, al tiempo en que a sus 68 años celebra el aniversario de esas cinco décadas de profesión y se despide la universidad.
Un breve sumario arrancaría diciendo que Rodolfo Cantet ingresó a la FAUBA en 1972. Para 1978 comenzó a trabajar dentro del Departamento de Producción Animal de la Facultad, que por entonces se llamaba de Zootecnia. Gracias al apoyo brindado por el doctor Julio García Tobar, uno de sus maestros, viajó a Estados Unidos para realizar un máster.
En 1984 obtuvo su maestría en Mejoramiento Animal y Genética en la Universidad de Montana y en 1989 una maestría en Estadística en la Universidad de Illinois. Para 1990 ya era doctor en Mejoramiento Animal, y entre ese año y el siguiente realizó un posdoctorado en la misma área, en la Universidad de Guelph en Canadá. Ya de regreso en el país, logró convertirse en investigador superior del Conicet.
“El mejoramiento animal es un área que si bien tiene un montón de ciencia, es eminentemente aplicada con lo cual uno está conectado con el sector productivo desde hace muchos años. Apunta a los caracteres de importancia económica, es decir lo que el mercado paga como la leche, la carne o los huevos. Los agrónomos estamos formados en una filosofía productiva, distinta a los veterinarios que tienen una filosofía más sanitarista”, dijo a Bichos de Campo Cantet.
Si bien el mejoramiento animal comprende muchas áreas, la especialidad del investigador giró en torno a las evaluaciones genéticas de las razas bovinas Brangus y Braford, de las que se encarga desde 1999 junto a su grupo de trabajo.
“Lo que ocurre con la genética de los bovinos de carne, de la cual exportamos mucho más de lo que importamos, es todo lo opuesto a lo que ocurre con otras genéticas. Argentina, por ejemplo, perdió todo lo que es mejoramiento en cerdos y aves. Hay cinco o seis empresas multinacionales que producen esa genética en el mundo y la exportan por todas partes. Otro tanto es en bovinos de leche, que si bien es la más tecnológica de todas las aéreas del mejoramiento genético, el 70% a 80% del semen que consumimos es importado”, señaló el agrónomo.
Pero para que este proceso se diera, debió llegar al país un tipo de producción que hasta hace algunas décadas no existía: el feedlot.
“Antes de la llegada del feedlot no teníamos posibilidad de mejorar genética en la hacienda de carne, porque requería un tipo de animal que hasta ese momento no teníamos. Antes, el mejoramiento estaba limitado por el pasto. Con pasto hay un tope al tamaño y capacidad del animal de engordar. El novillo que estábamos produciendo era chiquito y se cargaba rápido de grasa, no pasaba los 400 kilos. Pero eso no era lo que pedía la exportación. El feedlot nos empezó a abrir puertas”, recordó el investigador.
El impacto de este modelo fue tal que no sólo comenzaron los análisis en torno a las dietas sino que se sumó una herramienta clave para el mejoramiento, pero poco utilizada hasta entonces: la estadística.
“Fue García Tobar el que se dio cuenta de que a futuro los breeders o mejoradores íbamos a necesitar de mucha más estadística, incluso más que de la genética. Y eso es una deficiencia de la UBA porque no tiene una licenciatura en estadística. Tampoco la tiene en zootecnia y en genética, y sin embargo son disciplinas que se ven en muchas carreras”, consideró Cantet.
Y a continuación agregó: “Te lo remato con el concepto estadístico de consumo residual o RFI, que es la eficiencia de animales, que son del mismo tamaño y tienen la misma ganancia diaria, para requerir menos alimento y ganar el mismo peso. El feedlot implicó que la gente empezó a mirar mucho más los datos. Ya no importaba Palermo y los jurados de las exposiciones como herramienta de selección de genéticas, sino que había que mirar el RFI, el marmoreado, y el área del ojo del bife”.
-En el terreno, ¿cómo se le explicó en su momento al productor que debía darle de comer más a los animales y adoptar manejos como este?- le preguntamos.
-La única forma es educar a los más jóvenes y que los viejos dejen su lugar. Lamentablemente en este país hay mucha gente con muchos animales sin capacitación, y eso no es producción sino tener vacas tiradas. Hoy más del 85% de la carne que consumimos en el país es de feedlot. La pastura es muy romántica. Hay muchos ecologistas de las pasturas, pero para producir carne lo que se tiene que lograr es que el feedlot no contamine. Hoy pueden producir gas. Con lo que el país necesita de gas, el biogás sería una buena opción.
-¿Qué otros cambios supuso la llegada del feedlot?
-En los últimos diez años, conceptualmente, en la cría de vacunos de carne hemos visto que si la vaca no come no hay ternero. Lo sabíamos desde 1970, el INTA Balcarce lo venía diciendo. Pero la realidad es que en el paradigma de producción de la Cuenca del Salado, a la vaca la venía matando de hambre. Desde hace diez años se ve camino a Mar del Plata, cada vez más seguido algún pedacito de pastura donde la vaca recién parida está amamantando. Si usted aumenta en 5% el porcentaje de destete nacional, duplica la producción de carne. En un país con entre 20 y 25 millones de vacas de cría, un 5% más de terneros es duplicar la producción. Es potencial claramente, porque después se le tiene que dar de comer a esos novillos para aumentar el peso de la faena.
Pero eso no fue todo. Para Cantet otro cambio estructural clave fue el aumento en el consumo de pollo y cerdo.
“Bajó el consumo de carne y esos nos permitió exportar. Mejoró el precio y la gente empezó a animarse a hacer más inversiones en pastura, en mejorar genética, en comprar toros, etc. En cualquier mercado externo podemos vender la tonelada de carne a cinco veces más que en el mercado argentino, por lo que todo lo que podamos exportar va a alentar que mejoremos adentro”, afirmó.
-¿El cambio en el consumo permitió apostar al mejoramiento?
-Claro. Yo en 1971, con 17 años, viví una veda de carne. Las carnicerías estaban cerradas los martes y los jueves, los restaurantes no podían dar carne esos días porque había llegado a un dólar el kilo. Hoy está casi dos dólares a veces. La gente come menos acá y hay más chance de exportar.
A continuación Cantet indicó: “Lo que mejora la situación es el aumento de los precios. En la medida en que los precios mejoran, las cosas se hacen mejor. En esta situación económica, tanto la ganadería como la agricultura se dieron cuenta que lo mejor que pueden hacer es exportar todo lo que pueden. Al país históricamente le molestó que el sistema de producción ganadero exporte carne porque siempre le sacaba para el consumo interno. Estuvimos casi 40 años produciendo la misma cantidad de animales. Hasta el 2000 producíamos lo mismo que en los años 60. Todo lo que era exportar era menos para el consumo, aumentaba el precio y a los gobiernos no les convenía por el tema de la inflación. Por eso bendigo la sustitución del consumo de carne porque uno se anima a producir y a generar tecnología”.
-¿Qué cree que es lo que se viene de ahora en más?
-En mejoramiento creo que va a haber mucha más selección. Creo que va a cambiar el sistema de producción hacia uno más integral. Hoy Estados Unidos produce el doble de leche que hace 20 años con la mitad de las vacas, y con la decima parte de los tambos que tenía hace 20 años. Si se quiere abaratar el precio de los alimentos, se los tiene que producir en escala. Y el tamaño de empresa va a cambiar, vamos hacia unas más grandes.
-¿Va a sobrevivir el pequeño productor a eso?
-El pequeño productor lo que va a hacer es comprar toros mejorados, para producir terneros mejorados y recriarlos un poquito más. El modelo es distinto del de hace 30 o 40 años, donde llegaba el ternero y había que venderlo a un campo de invernada. Ahora con los forrajes tiene la posibilidad de aguantar un poquito la recría, para tener un mejor precio del animal al feedlot. Ahí es donde va a sobrevivir el pequeño productor.
-Y en medio de esto se están debatiendo con fuerza los planteos silvopastoriles.
-¿Sabe donde harían una gran diferencia esos sistemas? En la Cuenca del Salado, porque tenemos un montón de campos bajos salobres que hoy producen muy poco y se les podría dar una alternativa. Imagínese yéndose a Mar del Plata y en vez de ver campos lisos ve arboles. Eso sería una gran cosa. Ahí se produciría el ternero que después iría al feedlot. La Cuenca del Salado es una zona productora de terneros histórica. Lo que creo es que el árbol puede darle una alternativa al productor más chico o más grande y aumentar la capacidad forrajera.
-Sería una forma de volver más sustentable y sostenible el sistema.
-Absolutamente.
-¿Qué se lleva usted de todos esos años de enseñanza?
-Lo más importante para mí es haber hecho una escuela. Argentina hoy tiene un lugar en mejora genética. Uno de los estudiantes que pasó por el programa que armé hoy es profesor en la cátedra Lush, del fundador de la mejora genética, en Iowa State. Yo formé diez doctores, 20 magísters y pasaron entre 70 y 80 personas por el programa de las cuales 50 tienen doctorado. Lo que yo en particular he intentado es generar es un modelo de evaluación genética que se llama la regresión ancestral, que nunca se había aplicado.
-¿En qué consiste su modelo?
-Es un modelo genético cuantitativo y estadístico de análisis, que permite aumentar esa exactitud de predicción del merito genético animal. Yo quiero saber si este toro es mejor que este, pero no es lo mismo una precisión del 10% que del 90%. Mi modelo lo que hace es aumentar esa actitud sumando información genómica. Va a los abuelos. El modelo tradicional sin genómica iba a los padres.
-¿Qué va a extrañar de la docencia?
-La docencia de posgrado es muy gratificante. Actualmente tengo una doctorando colombiana y por lo menos tengo 3 años más con ella. Yo voy a seguir investigando, no tengo ninguna duda.
-¿Hay algo que no vaya a extrañar?
-No voy a extrañar para nada la parte administrativa.