Aunque todo el mundo sabe que el trigo incide relativamente poco en los precios finales del pan y otros productos panificados que paga el consumidor, hasta un 20% en el peor de los escenarios, los economistas de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires se tomaron el trabajo de estudiar nuevamente el tema para ver qué tanta razón podía llegar a tener el presidente Alberto Fernández cuando afirma que es necesario desacoplar todavía más los precios del cereal por vía de un aumento de retenciones, para así poder abaratar los precios del pan.
La conclusión es que el presidente es bastante improvisado al cantar y para echar la falta envido, ya que propone una solución demasiado facilista a un problema complejo, por lo que posiblemente no termine resolviendo nada.
El desacople va por dentro.
Vamos a ver. El estudio económico, llamado “¿Cuán importantes son las variaciones del precio internacional del trigo en los bienes finales?” y realizado por Jimena Vicentin Masaro y Agustín Tejeda Rodríguez, dos economistas de la Bolsa de Cereales, parte de reconocer que “el precio internacional del trigo alcanzó máximos históricos durante el mes de marzo, impulsado por el conflicto en el Mar Negro. La cotización FOB de Argentina aumentó un 45%, situándose en 461 dólares por tonelada”.
Ahora bien, los especialistas aplicaron diversas fórmulas para calcular de cuánto debería ser el impacto de esa suba en la materia prima en los precios finales de los distintos productos que se elaboran con ella, empezando por el pan, el paquete de harina y los fideos secos. Se supone que son esos tres rubros sensibles para el gobierno, que no solo propone elevar las retenciones al cereal (que ahora están en 12%) sino que ha creado complejos fideicomisos para subsidiar el costo de la materia prima a las fábricas alimenticias y las panaderías.
Comparando qué sucedió en cada eslabón de la cadena desde que estalló la guerra entre Rusia y Ucrania, el trabajo mostró que desde febrero pasado el trigo había subido muchísimo y arrastró en esa escalada a muchos productos panificados. También hizo elevar el IPC (índice de Precios al Consumidor) en el Rubro Alimentos.
Pero el trabajo apuntó que el IPC Alimentos “está construido por las variaciones del precio del pan y cereales, que tienen una ponderación del 20,2% o un 5,3% en promedio sobre el IPC Nivel General”. Y determina: “Teniendo en cuenta un 13% de participación del trigo en el precio del pan, un aumento extraordinario del 45% en el precio del trigo generaría un incremento de apenas el 0,3% en el IPC General”.
Por otro lado, los analistas utilizaron un modelo económico de transmisión de variaciones de precios. “De acuerdo a los resultados obtenidos, sólo el 9,8% (en promedio) de los cambios en el precio del pan provienen de variaciones en el precio internacional del trigo, mientras el 11% se explica por variaciones en el tipo de cambio”.
“El resto de las variaciones en el precio del bien final provienen de otros factores locales. Por este motivo, una política de intervención sobre el precio del producto primario, en este caso el trigo, tiene un impacto poco significativo sobre los precios al consumidor y la demanda, mientras impacta de manera negativa sobre el productor y la oferta”, explicó el trabajo, aconsejando al presidente que afi.ne mejor y busque otra manera de frenar el precio del pan, porque elevando las retenciones al trigo solo estará desacoplando todavía más el problema real de inflación de una solución adecuada.
Según este documento, si solo se tuviera en cuenta el aumento de 45% en el precio internacional del trigo en el período febrero/marzo de 2022, así como las variaciones del tipo de cambio, un kilo de pan debería haber aumetado en ese mismo periodo en 8,45 pesos por kilo. Peor lo hizo casi cinco veces más, y aumentó nada menos que en 38,46 pesos.
El mismo ejercicio para la harina de trigo -que sigue una cuerva mucho más lineal con el trigo- resalta que la suba del cereal debería haber provocado un incremento en el mostrador de 9,7 pesos por kilo, pero el producto subió casi 11 pesos.
En el caso de los paquetes de fideos, la remarcación debería haber sido de 7,05 pesos por kilo, pero el incremento fue de casi el doble, de más de 14 pesos.
La conclusión, una vez más, es que el trigo tuvo solo una porción de la culpa y no toda la culpa. Entonces la pregunta pertinente es por qué el Presidente se empecina en imponer una receta (la suba de retenciones) que implica nivelar el valor del trigo para abajo, sin garantías de que esto vaya a impactar del mismo modo en los alimentos procesados.
“Las variaciones de precios de estos productos están afectadas mayoritariamente por los otros factores ya que, incluso, en períodos donde los precios internacionales registran un aumento significativo, los precios locales se incrementan más que proporcionalmente, llegando a más que cuadruplicar el aumento en el caso del pan, y a más que duplicar en el caso de los fideos”, argumentaron los economistas de la Bolsa de Cereales.
Manual básico para entender por qué el trigo no es determinante en el precio del pan
En un apéndice de su estudio, estos expertos se preguntan qué otro camino, además de la desacoplada suba de retenciones, podría seguir el presidente si honestamente estuviera preocupada por el impacto de la suba de los alimentos panificados sobre las familias de más bajos recursos.
El sector molinero y la cadena agrícola, en este sentido, siempre opinó que sería mucho más ventajoso y barato subsidiar directamente a quienes lo necesiten. El estudio valida esta tesis al afirmar que sería más barato y menos dañino “compensar a los consumidores por el aumento en los precios de los productos derivados del trigo en la canasta básica para todo el año 2022”.
Dice el trabajo que “compensar por el aumento estimado de los alimentos en base a trigo que conforman la canasta básica alimentaria para todo 2022 implicaría un desembolso que va entre 268 y 1.266 pesos por adulto equivalente, dependiendo si se compensa solo el aumento explicado por el precio internacional, o por todo concepto”.
“Se gastaría entre un 40 y 80% menos de recursos; se evitaría la aplicación de derechos y restricciones a las exportaciones, que tienen impactos poco significativos sobre el consumidor; no se generarían desincentivos al productor; y costaría entre 4,3% y 13% de lo que se recaudaría adicionalmente en derechos de exportación como consecuencia del conflicto en el Mar Negro”, enumeró el documento.
Ese calculo surge porque debido al aumento de los precios de los granos (incluyendo los del trigo) se estimó que el Fisco recaudará unos 1.400 millones de dólares adicionales por las retenciones vigentes, sin enecsidad de elevar ese tributo. Frente a este filón de recursos “inesperados”, el Estado debería gastar “para compensar a los consumidores por el aumento total -no solo por el incremento del precio internacional- en los precios de los productos derivados del trigo en la canasta básica para todo 2022 solamente 183,8 millones”. Es poco más del 10%.
Pero allí anda el presidente, cantando una melodía muy distinta. Desacoplando a más no poder.