Llegó el frío y con él las ganas de comer comidas calentitas y portentosas que ayuden a levantar el ánimo. Por supuesto, esa compañía no está completa si no es escoltada por un buen vino tinto.
Afortunadamente, si bien en la Argentina la inflación pulveriza de manera creciente a los salarios, existe la posibilidad de acceder a vinos de invierno, intensos y con gran estructura, para acompañar guisos, pastel de papa o pastas con salsas bien cargadas, entre otras comidas propias de la temporada.
En todos los casos se trata de vinos que, más allá del precio de lista, pueden conseguirse en el “chino” o la vinoteca de barrio “amiga” a valores inferiores a los 1500 pesos.
Nota al margen. Si usted está leyendo esto en algún otro país que no sea la Argentina, entonces debe saber que 1500 pesos son equivalentes a unos tres dólares al tipo de cambio informal (“blue”). Es decir: la gloria en una copa por apenas unos magros billetes.
Karma Malbec. Originario de Gualtallary, Mendoza, esta maravilla creada por Finca Sophenia tiene una crianza de diez meses en tanques de acero inoxidable. Se caracteriza por aromas a frutas rojas maduras, como frambuesa, frutilla y arándanos, los cuales son complementados por reminiscencias a comino y nuez moscada.
Tucumen Malbec. La familia tucumana Budeguer desembarcó en Mendoza en 2005 para montar viñedos en las zonas de Maipú y Agrelo. La línea de entrada, denominada Tucumen, precisamente hace referencia a las dos provincias. Este malbec, con doce meses en barricas de roble francés y americano de primer, segundo y tercer uso, tiene todo lo que se espera de esa variedad, aunque con algunos atisbos de vainilla y café.
Coquena Malbec. Esta perla del norte argentino, elaborada por la bodega San Pedro de Yacochuya, tiene la potencia en boca característica de los malbec salteños. Con un aroma intenso y un carácter frutal muy marcado, cuenta con un toque de roble que aporta complejidad a la bebida ideal para el invierno.
Vallisto Malbec. Otro exponente del norte argentino, específicamente del Valle de Cafayate, Salta, que cuenta con una crianza de doce meses en barricas de roble francés. En boca es un vino de buen volumen, textura, carnoso y con taninos maduros. Un compañero ideal para un locro o unos ravioles con salsa de hongos.