Para adaptarse al aumento de la demanda de los mercados, pero además a las nuevas reglas de bienestar animal y otras regulaciones, el sector avícola en la Argentina ha iniciado un camino firme hacia la tecnificación y eficientización de todos sus procesos. Uno de los principales desafíos es el reemplazo de los viejos galpones que se ven desde muchas rutas (y que tienen capacidad para unas 5.000 aves) por otro mucho mas grandes y modernos que pueden multiplicar por diez su capacidad.
Como el resto de las empresas, la entrerriana Fadel también está en ese proceso, que es complejo porque involucra especialmente a los llamados “productores integrados”, que son empresas independientes que prestan servicios a la empresa avícola. Reciben los pollitos BB y el alimento, y se ocupan del cuidado de las aves hasta el momento de faena en instalaciones (las granjas) que les pertenecen.
En Fadel, la tarea general de intentar modernizar las granjas de engorde está a cargo del ingeniero Manuel Bonvín.
“Hay que lograr un recinto que mantenga el ambiente confortable para las aves. Si se busca un una buena conversión (de alimentos en carne), para eso el ave tiene que estar en un nivel de confort óptimo. Con lo cual hay que ventilar, hay que enfriar, hay que calefaccionar según la etapa de vida del ave”, explicó Bonvín, durante una visita de Bichos de Campo a algunos de estos establecimientos.
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Un punto en el que el ingeniero viene prestando especial atención es la eficiencia energética. Durante muchos años, la actividad industria uso la combustión fósil para lograr calentar las carpas en los días fríos del año. Sin embargo, la migración a la calefacción con biomasa (pellets de madera) ha demostrado tener mejores resultados y ha permitido reducir costos. Por eso los nuevos galpones están equipados con hornos especiales.
“Se está pasando a la combustión de pellets de aserrín, que es más sustentable, renovable, y tiene un costo más favorable para el sector. El pellet lo tenemos en esta zona, que es forestal, lo cual también es beneficioso”, señaló Bonvín en referencia a la cuenca forestal que forman Misiones, Corrientes y Entre Ríos.
Otro ahorro significativo viene de la mano de la reutilización de viejos caños de acero, descartados por la industria petrolera, que son reacondicionados por Fadel y sirven para sostener la estructura de los nuevos galpones que se construyen, y que la compañía financia a sus integrados. Estos tienen una dimensión de al menos 1.000 metros cuadrados, a un costo de construcción cercano a los 300 dólares por metro. La inversión, por eso, es cuantiosa. Pero permite ingresar a un manejo distinto, donde se engordan unos 40.000 pollos por camada.
“En esto no hay una receta única. Cada empresa analiza y estudia lo que mejor le conviene. Hay varias formas de hacerlo. El objetivo es mantener ese estatus quo ambiental que necesita el pollo. El operador de la granja es el piloto. Lo que tratamos de darle desde la ingeniería son las herramientas de control, automatizar lo más posible su tarea, para que no sea tanto física sino de gestión”, indicó el ingeniero.
Bonvín agregó: “Cuando no hay escala se hace difícil, porque los costos de manejo empiezan a tener mucha relevancia, y la climatización hace la diferencia entre un galpón antiguo y los de ahora. Estos mantienen la curva de necesidad de humedad y temperatura del ave, que por genética está pidiendo. La automatización te permite tener hoy más aves y diluir mejor los costos fijos”.
Aún así, el ingeniero reconoció la necesidad de contar con buen financiamiento para arrancar, ya que si bien el negocio amortiza la inversión en un tiempo razonable, el empuje inicial conlleva un gran esfuerzo.