No me pregunten bien cómo se me ocurrió ir allí, pero logré colarme en la reunión reservada del Instituto Patria a la que Cristina Kirchner convocó para analizar la actual coyuntura del mercado del trigo. No fue difícil porque pasaban todos. Si hasta Matías Lestani, el ex secretario de Agricultura, ingresó sin que nadie recordara que había sido economista de CRA. Más bien, un fornido guardaespaldas lo confundió con Kojak. Formaba parte de una pequeña comitiva de viudas del poder que ahora acompañan a todos lados a Julián Domínguez, el ex ministro. Cristina había convocado especialmente al político de Chacabuco, sospechando que él había tenido cierta responsabilidad en la situación.
-A ver Julián, contame qué pasó- ordenó la vicepresidente opositora.
-Fue la sequía, Cristina, no la podíamos prever- respondió Domínguez.
-No te creo, pelotudo. Lo que te estoy preguntando en realidad es por qué falta trigo para mis amigos de Molino Cañuelas. Aldo me llama todos los días. Está más preocupado por esta escasez de trigo que por la deuda de 1.300 millones de dólares que tiene con los bancos internacionales.
-No sé de qué se queja, si cuando llegó Sergio Massa a Economía y a mi me echaron como un perro del gobeirno deje una cosecha récord de 22,1 millones de toneladas. Sobraba trigo por todos lados- replicó un Domínguez que hasta ese momento lucía como siempre, canyengue canchero.
-¿Y entonces qué pasó Julián? ¿Cómo puede ser que si sobraba trigo ahora no se consiga? ¿No te dije cuando asumiste que había que controlar?
-Es lo que hicimos Cristina. Acordate que hace un año participaste de un acto en el Museo del Bicentenario. Estaba Alberto, vos y yo. Ese día me maté pensando cómo decir e inventé eso de los “bienes culturales” de los argentinos. ¿No te acordás? La carne, el trigo y el maíz no se iban a poder exportar más libremente porque eran “bienes culturales”. Una genialidad me pareció la frase.
A esa altura de la charla, comencé a temer lo peor. Domínguez se entusiasmaba consigo mismo, pero la verdad era que no lograba explicarle a Cristina cómo había sucedido que, después de una cosecha récord, ahora el trigo apareciera de nuevo en todas las noticias porque faltaba. ¡Lucía realmente preocupada la líder del Frente para la Victoria! Sucedía incluso que en Rapanui estaban utilizando la excusa de este faltante para justificar un fuente aumento de las cerezas recubiertas de chocolate.
Para colmo de males, Cristina miró a la principal referente agropecuaria del Instituto Patria, Diana Guillen, como pidiendo más explicaciones por el desbarajuste a alguien de su entera confianza. Pero esta funcionaria, actualmente al mando del Senasa, se encogió de hombros y se lavó las manos.
-Yo no tengo nada que ver Cristina. Este impresentable me corrió de mi puesto como jefa de Gabinete de Agricultura y me mandó de nuevo al Senasa. Allá no tenemos nada que ver con el trigo- aclaró Guillen.
Fue suficiente como para que Cristina girara hacia el ex ministro de Agricultura y lo fulminara con una mirada de hielo.
-¿Te das cuenta por qué te echamos, pelotudo? ¿Por qué degradamos el Ministerio de Agricultura? ¿Por qué se lo dimos al forro de Massa? Decís que sobraba trigo, que había cosecha récord, y además pusiste cupos de exportación. ¡Pero igual falta trigo!
-No son cupos de exportación, Cristina. Se llaman “volúmenes de equilibrio” y fueron definidos por la Mesa del Trigo en conjunto con todos los sectores de la cadena. Ejem… Todos menos los productores.
-¡Me importa un bledo como carajo se llame! ¡Acá el único desequilibrado sos vos! ¿Como puede ser que falte algo que era tan abundante?- insistió la vicepresidenta, que lucía más preocupada por esto que por la peligrosa banda de los copitos y el intento de magnicidio.
-Es que en marzo me empezó a llamar Martín Guzmán. ¿Te acordás de ese tipo? Comenzó a pedirme que habilitara el grifo de la exportación de trigo y maíz, porque necesitaba reactivar el ingreso de divisas para el Banco Central y bla, bla, bla. Además si permitíamos anotar exportaciones también podía cobrar retenciones anticipadas. Por eso en abril anunciamos que se iba a poder exportar como 15 millones de toneladas de la cosecha récord de trigo y además otras 10 millones de toneladas de la cosecha 2022/23.
-Para mi 2023 es año de elecciones. ¿Me podés explicar Julián que mierda quiere decir eso de 2022/23?- replicó Cristina tratando de recuperar la compostura.
-La verdad mucho que no sé, porque yo de agricultura no entiendo nada. Me dijeron que era algo así como la campaña agrícola, que empieza a mitad de año y termina a mitad del siguiente. Una cosa rara. Pero bueno. Lo cierto es que a pedido de Guzmán nosotros habilitamos a que se exporten 10 millones de toneladas de trigo 2022/23, que ni siquiera se había comenzado a sembrar. Unos genios.
-Me acuerdo de ese cipayo de Guzmán. Mirá si me voy a olvidar tan fácilmente del que nos hizo volver a pisar el palito del FMI. Lo que no entiendo es por qué si vos tenías que cuidar que haya trigo, si era un “bien cultural”, luego permitiste la exportación de 10 millones de toneladas de trigo que ni siquiera se había comenzado a sembrar. Perdoname pero no entiendo, Julián.
-Es que a la par del Plan Ganar para recuperar la ganadería y producir más carne, acordate que desde Agricultura lanzamos un plan que se llamaba Plan Argentina 25MT.
-¿Me tomás el pelo? ¿Y eso qué quiere decir?
-Era un plan para “contribuir a la reducción de brechas de rendimiento entre productores” a través de “asistencia técnica especializada”. Lo lanzamos en mayo. La intención era llegar a una cosecha de 25 millones de toneladas de trigo. El contexto era buenísimo porque por culpa de la guerra entre nuestro amigo Putin y los muchachos de Ucrania los precios internacionales del trigo habían llegado a niveles altísimos. Nos íbamos a llenar de plata.
-¿Pero entonces qué pasó? ¿Por qué mi amigo Navilli hoy no encuentra trigo?
-Nada. Pensamos en todos los detalles, pero nunca nos dimos cuenta de que si no llovía el trigo no iba a crecer. Además de que los productores nunca nos creyeron demasiado sobre este plan.
Se hizo un espeso silencio en la reunión, de esos silencios calma chica que antecedes a una gran tormenta. El abogado Eduardo Barcesat, conspicuo integrante del Instituto Patria y leguleyo preferido de Cristina y de las Madres de Plaza de Mayo, pidió la palabra para ensayar una temerosa defensa de Julián, al fin y al cabo el funcionario que durante todos esos meses le había mantenido el suculento contrato de quasi-ñoqui del que disfruta en el Ministerio de Agricultura desde 2020. CFK lo interrumpió en seco.
-¡Chito!-. La Presidenta estaba pensando. Trataba de entender la difícil matemática del negocio agrícola.
-Perdón que interrumpa, señora Cristina. Lo mío es solo un aporte técnico, porque para eso servimos los técnicos, para hacer aportes técnicos. Nada de política -Lestani había tomado valor y hacía su propio aporte, claramente técnico, cero política-. Comenzamos la campaña agrícola 2022/23 con una perspectiva de producción de trigo de 25 millones de toneladas, como bien dijo el ministro, pero luego la fuimos moderando a 20 millones, luego a 17 millones, ahora estamos en 15 millones, aunque las bolsas de cereales ya hablan de 13 o acaso de 10 millones de toneladas. Ha sido un desastre climático.
-¿Pero éste no era el que era economista de la Mesa de Enlace?- Cristina hizo memoria y reconoció a Lestani. Mandó echarlo de la reunión de inmediato. Mientras el pelado se alejaba, nosotros nos acurrucamos en nuestra silla, al fondo de la sala, como para que nadie se diera cuenta que también éramos unos infiltrados. Domínguez, ahora sí, había quedado completamente solo. Lo interpelaban cientos de miradas militantes.
-Escuchame, Julián. Somos adultos. Tratemos de ser razonables. Primero cerraste las exportaciones. Luego las habilitaste excesivamente. No fuiste capaz de evitar esta sequía y ahora la producción no es suficiente para cubrir esas exportaciones. ¿Es así no? ¿Lo entendimos bien?- Cristina miró a sus alrededores como buscando aprobación a su razonamiento.
-Es así, jefa- se apuraron a contestar varios.
-Por eso además están subiendo los precios del pan- apuntó un gordito de barba candado, mientras se apuraba a agarrar una factura repleta de crema pastelera y dulce de leche.
-¡Eso mismo me dijeron mis amigos molineros! ¡Qué no consiguen trigo y que por eso no les queda más remedio que incrementar los precios del pan común para nuestro querido pueblo!
Ahí Domínguez se apuró y para sacarse el sayo de encima apuntó su dedo hacia un hombre canoso y de anteojos que había permanecido en silencio hasta ese momento.
-Señora presidenta. Eso de los precios pregúnteselo a él. Desde que asumió como secretario de Comercio Interior estuvo insistiendo con crear un fideicomiso para subsidiar las bolsas de harina para que no subiera el pan-. Roberto Feletti, que de él se trataba, tragó saliva.
-Así es compañera Presidenta. Antes de dejar mi puesto por las presiones de la oligarquía logramos subir dos puntos las retenciones a la harina y el aceite de soja para dar vida al Fondo Estabilizador del Trigo Argentino…
-¡El FETA! Claro, el FETA. 400 palos verdes, un montón de plata. De eso también se quejaron nuestros buenos amigos de Molinos Cañuelas. Parece que ese fideicomiso recauda mucho, pero la plata no les llega en tiempo y forma….
-Hasta ahora el 90% de los recursos fueron para Molinos Cañuelas, presidenta. En realidad, fueron casi los únicos en anotarse para recibir los subsidios. Hubo alguna otra empresa solo para disimular, pero ningún otro molino había querido hacerlo. Si hasta yo les pagué a Cañuelas un anticipo de 1.300 millones de pesos un día hábil antes de tener que renunciar a Comercio Interior. Lo que pasa es que después los muchachos de la Coalición Cívica presentaron una denuncia penal por este tema y las cosas se empiojaron. El gobierno nacional está lleno de cagones, Cristina. Habría que echarlos a todos y empezar todo de cero.
A esa altura, Domínguez había recuperado cierta confianza. Pensaba que la metralla que lo había castigado desde el comienzo de la reunión finalmente había apuntado hacia otros ex funcionarios presentes en la sala, pero se equivocaba.
-Parece que estoy rodeada de pelotudos- insistió Cristina. -Cada vez entiendo menos. Se suponía que íbamos a bloquear las exportaciones de trigo, pero resulta que habilitamos mucho más de lo que podemos exportar. Luego se suponía que íbamos a subsidiar las bolsas de harina, pero el precio del pan continúa aumentando igual. ¿Alguno acá me puede decir realmente qué pasa?
De nuevo un silencio espeso. Hasta yo sentí pánico y pensé en escapar.
Pero un cafetero, que había entrado a la sala y reponía ocasionalmente la dotación de facturas como para que nadie pasara hambre en aquella reunión, lanzó un chistido al aire para atraer la atención de todos.
-Es la lluvia, señora Cristina. Lo que pasa es que la lluvia no aparece desde hace varios meses. Si no llueve hay sequía. Y si hay sequía el trigo no crece, se marchita, no produce espigas. Yo soy de un pueblo del interior, ¿sabe? Allá están haciendo todo tipo de gualichos como para ver si caen algunas gotas y logran salvar algo de lo sembrado.
Todos en el Instituto Patria asintieron emocionados. Hubo incluso amagues de aplausos para saludar el modesto aporte y hasta alguno palmeó la espalda del personal de servicio, como signo de aprobación. Finalmente alguien con sensatez y en un lenguaje llano había logrado explicarle a la vicepresidenta las verdaderas razones de lo que estaba sucediendo en el mercado triguero.
Pero Cristina estalló, ahí sí, en un verdadero ataque de furia. Sin dar explicación, mandó despedir de inmediato al mozo y no solo eso sino que estrelló la enorme bandeja plateada contra la puerta, cuando el pobre hombre, sin entender lo que estaba sucediendo, se vio obligado a abandonar corriendo la sala de reuniones.
-No puedo confiar en nadie- explicó Cristina cuando pudo recuperar algo de calma- Sinceramente no puedo confiar ni siquiera en los mozos. ¡Qué salame este tipo que le echa la culpa a la falta de lluvias! Si este mismo año yo di la orden de aprobar la siembra del trigo HB4, desarrollado por la doctora Raquel Chan con mis amigos de Bioceres. Este infeliz se merecía ser echado. No sabe ni siquiera que ese trigo es resistente a la sequía.
Todo parecido con la realidad, NO es mera casualidad jajajaja
Es TAN MALO el artículo que al final de todo se ven en la necesidad de aclarar que es una ironía.
Mamadera…
Genial.. como me acordé del gran Tato Bores leyendo esto!! Me lo imaginaba a él. Saludos