“Más vale prevenir que curar”, dice el viejo dicho. Esta vez calza a la perfección frente al desempeño que tuvo el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (Senasa) para contener el avance de distintas plagas cuarentenarias existentes en el país.
Fue hace poco más de un mes que el organismo de control tuvo chance de sacar a relucir los resultados de sus protocolos sanitarios. El pie se lo dio la detección de 44 ejemplares adultos de Lobesia botrana en seis trampas ubicadas en viñedos de San Patricio del Chañar, en la provincia de Neuquén, una de las nuevas zonas vitivinícolas que hasta ahora considerada libre de esta plaga, y que además está muy próxima al Alto Valle rionegrino, donde también hay varias bodegas.
El hecho activó un efecto dominó de acciones muy bien articuladas entre los Ministerios de la Producción de Neuquén y Río Negro, las asociaciones de vitivinicultores de esas provincias, con los dueños de la bodega afectada y las lindantes, y con las autoridades nacionales en cuestión.
La Lobesia botrana, también conocida como la “polilla de la vid” por afectar especialmente a ese cultivo, es una plaga cuarentenaria –es decir que tiene una importancia económica y ambiental para el país- que ingresó a la Argentina en 2010 desde Chile. El país vecino la había detectado por primera vez en 2009, lo que impulsó a Senasa a desarrollar una Red de Trampeo que se instaló en forma oficial en 2011.
La principal zona afectada fue la región cuyana, especialmente la provincia de Mendoza, aunque luego se detectaron brotes en Salta (en la zona vitivinícola norte) y Entre Ríos (en el litoral). Hasta ahora, la barrera sanitaria con la Patagonia no se había franqueado.
“Nosotros éramos conscientes de que en cualquier momento podía haber un ingreso. Lo que nos venía salvando es que no había un intercambio frecuente o intensivo entre bodegas. No es que hay bodegas que traen maquinaria, herramientas, camionetas, personal, fruta, de ida y vuelta entre Mendoza y Patagonia. Y además con la existencia de la barrera, eso nos venía salvando de que no hubiera Lobesia acá. Finalmente se dio lo que podía darse. En algún momento alguien trajo algo de allá”, dijo a Bichos de Campo Esteban Rial, ingeniero agrónomo y coordinador de Protección Vegetal del Senasa Centro Regional Patagonia Norte.
Hasta ahora, la región patagónica contaba con 600 trampas monitoreadas y distribuidas entre los 333 viñedos que existen en esa porción del territorio nacional, que comprende una superficie productiva de 3.400 hectáreas. Eso fue lo que permitió tener una alerta temprana de esta introducción y actuar rápidamente en consecuencia.
“Lo que fue llamativo es que se detectaron 44 adultos en un total de seis trampas. No es que de golpe cayó una Lobesia y después otra. Pero eso te explica también el origen. Nosotros lo que podemos inferir es que hubo una introducción de formas juveniles (ya sean larvas o pupas) en algún material vegetal que se transportado aquí a fines del verano pasado. Esos ejemplares seguramente pasaron todo el invierno como pupas y cuando se dieron las condiciones climáticas emergieron”, explicó Rial.
La detección se dio en una sola bodega, que cuenta con 120 hectáreas de viñedo. Y hasta el momento, estas pequeñas mosquitas no se han corrido de ese lugar.
“Las repeticiones que hubo, afortunadamente, están concentradas en ese establecimiento. Son nuevas detecciones pero en las mismas trampas del comienzo y en nuevas que se agregaron a esa red de trampeo. Hasta ahora las zonas más cercanas que tenían presencia de esta plaga eran San Rafael y General Alvear, en Mendoza. La Lobesia vuela no más de 50 metros. No es que hubo una contaminación por proximidad sino que claramente fue transportada por el hombre”, indicó el agrónomo.
Entre los protocolos activados se inició con la determinación de un área de contingencia de 683 hectáreas, donde se incrementaron las trampas existentes de 14 a 62, y se definió una segunda área denominada buffer, de 868 hectáreas, donde la cantidad de trampas paso de 50 a 100. En ambas porciones del territorio se realizan dos controles semanales.
“La rapidez con la que se actuó nos permite pensar en que no se va a expandir. No es una afirmación pero si una alta probabilidad. Inmediatamente se empezaron a hacer controles químicos, se reforzaron las trampas y se instaló la técnica de confusión sexual que es la que permite que los adultos que sigan emergiendo no copulen. Los controles químicos apuntan a que si hay presencia de nacimientos, de huevos eclosionados y de racimos, con esas aplicaciones hayan sido controlados. No hay aún un insecticida que mate al adulto, por lo que apuntamos a que no haya procreación”, señaló Rial.
Ahora bien, ¿esta detección implica que la región patagónica quedó en condiciones de perder su estatus de “libre”? Afortunadamente no. Según el especialista, al igual que ocurre con otras plagas como la “mosca de la fruta”, el territorio conserva su condiciones de libre mientras se trabaja sobre el área circunscripta, que en este caso solo tiene 188 hectáreas productivas del los cordones de contingencia previamente mencionados.
“La zona del Chañar es una de vegetación nativa y en el medio de eso se empezaron a instalar viñedos. Esa vegetación no es hospedera de esta plaga y no se cultiva ni se riega. Eso sirve como contingencia también”, aseguró el especialista.
-¿Qué queda ahora por delante?- le preguntamos a Rial.
-Nosotros seguimos haciendo un monitoreo intensivo, por lo que las trampas se revisan dos veces por semana para estar bien seguros del diagnóstico, y hacemos un control de lo que hace le productor. Además, como son bodegas grandes con mucho turismo, hay vehículos que entran y salen de esos establecimientos y esos se tienen que controlar con aplicaciones en chasis y carrocerías para evitar que la plaga llegue de un lado a otro. En caso de detectar un accionar incorrectos, labramos un acta. Ahora en este momento estamos por aplicar una segunda tanda de agroquímicos, cosa que es muy importante que se realice. Mientras tanto, el comité de crisis sigue trabajando junto a las provincias y las bodegas.