Con los sorpresivos cambios anunciados el viernes a la noche en el Ministerio de Agricultura han caído “los últimos románticos” que quedaban en esa cartera. Cayeron quienes cuidaban, en este primer año de gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner, la última trinchera.
La última trinchera es la Dirección Nacional de Control Comercial Agropecuario (la ex ONCCA). Es el área del Ministerio de Agricultura que los militantes kirchneristas que rodean a Basterra necesitaban conducir para ejecutar una política más áspera hacia los productores agropecuarios.
Lo que estamos viendo es que, frente a la radicalización del conflicto agrario que se viene -empujada por el Instituto Patria-, el ministro Basterra, su jefa de Gabinete Diana Guillén y una troupe de militantes mediocres avanzan sobre ese casillero creyendo que toman la Bastilla.
¿Por qué no habían podido avanzar en el primer año de gobierno? Porque ahí estaba Marcelo Rossi, un veterinario, funcionario de carrera -de origen en la UCR- que ya había mandado a cagar a Guillermo Moreno en 2007, cuando éste y Ricardo Echegaray decidieron avanzar sobre la ONCCA para hacer sus matufias. Cuando finalmente se apoderaron de ese organismo, comenzaron las compensaciones a sectores empresarios amigos y sobre todo el cierre de las exportaciones a través del ROE (Registros de Operaciones de Exportación).
Después del estropicio que hizo el kirchnerismo con la ex ONCCA (a punto de que Cristina tuvo que disolverla para tapar los curros en 2011), Rossi -que ya estaba jubilado-, fue convocado a reconstruirla en 2016 por el primer ministro de Cambiemos, el formoseño Ricardo Buryaile. Luego siguió Luis Miguel Etchevehere. Y llegó el nuevo gobierno…
Durante este primer año, ni Basterra ni Guillén se animaron a avanzar sobre esta última trinchera, la ningunearon. Pero era sabido que en cuanto pudiera, la estudiantina iba a tomar valor para lanzar este asalto. Rossi es éticamente intachable y eso es algo que los mediocres no toleran.
La ex ONCCA, que se reconstruyó en base a laburo conjunto de Rossi con el sector privado (molineros, frigoríficos, avícolas y toras ramas de la agroindustria que necesitaban ordenan sus propios sectores de la competencia desleal), dependía en la estructura del secretario de Agricultura, Julián Echazarreta.
Echazarreta, que provino de las cooperativas y es un hombre del agro, actúo durante todos estos meses como filtro entre la ex ONCCA y los apetitos desmesurados de la estudiantina kirchnerista comandada por Basterra y Guillén. Ese espacio estaba a salvo con él en el cargo, pero anoche fue reemplazado por el ex directivo de la Federación Agraria, Jorge Solmi.
En las últimas semanas, bajo la presión de los militantes kirchneristas que llenaron casi todos los casilleros en el Ministerio, Echazarreta pidió a la ex ONCCA que actuara de garante de los acuerdos de precios. Ya había sido utilizada por el Banco Central como ariete contra las firmas que adeudaban su liquidación de divisas. Fue en el caso de Díaz & Forti, la cerealera que operaba las plantas de Vicentin, que debía liquidar cerca de 400 millones de dólares. Rossi actuó de modo intachable en ese caso y la justicia le dio la razón, confirmando la suspensión de dicha operadora.
Pero poner la ONCCA al servicio del control de precios era un límite peligroso, que el histórico funcionario no estaba dispuesto a jugar.
En esta materia, la estudiantina comandada por Basterra y Guillen ya había dado muestras de querer alinearse con el kirchnerismo más duro y la mejor prueba de eso fue el cierre sorpresivo de las exportaciones de maíz a fin de 2020. Echazarreta nunca estuvo de acuerdo y trabajó todo lo que pudo para revertir la medida. Finalmente fue lo que sucedió.
Pero aquel fue, para los militantes que se creen los nuevos dueños del Estado, solo un primer capítulo. En el horizonte inmediato, con los precios de los alimentos desatados, aparecen nuevas ofensivas de ese estilo y había que alistar la tropa. Por eso no solo le pidieron la renuncia a Echazarreta sino que también decidieron avanzar sobre la ex ONCCA.
¿Por qué es importante la ONCCA en esta lógica? Porque administra el Registro Único de Operadores de la Cadena Agroalimentaria (RUCA), donde deben estar habilitados todos los operadores de las diversas cadenas. ¿Se imaginan todo lo que puede hacer un kirchnerista militante con acceso a esa botonera?
Bueno, vencida la tenue resistencia de Echazarreta, allí ahora pusieron a un militante. Luciano Zarich manejó el RUCA en el anterior gobierno, cuando era habitual el tráfico de permisos de exportación (los ROE Verde) a manos de los amigos de Moreno, sobre todo de Íder Peretti.
Para poder exportar y obtener un ROE, las empresas truchas necesitaban estar habilitadas en el RUCA. Zarich afirma que no tiene nada que ver con esas maniobras delictivas. Puede ser, pero en todo caso él habilitó firmas recontra truchas sin ningún tipo de control. Ahora vuelve a ese puesto.
El de Josema Group es un caso concreto de cómo se manejaron las cosas que terminaron alimentando un circuito de corrupción.
En la rosca de la política agropecuaria, Zarich es un contador cercano a Gabriel Delgado y por eso fue designado subinterventor en la fallida experiencia de Vicentin. Pero quien más lo impulsa en este salto a al ONCCA es Carlos Milicevic, santacruceño y actual vicepresidente en el Senasa. Milicevic pertenecía al grupo que, junto a Javier De Urquiza y Carlos Cheppi, manejó la política agropecuaria entre 2006 y 2007. Fueron la antesala de la llegada de Moreno y Echegaray a aquel gobierno kirchnerista.
Así las cosas, a primera vista la caída de los dos últimos románticos de Agricultura es una pésima señal y coloca a la ex ONCCA al servicio de una militancia política que por ahora parece inocua, pero que ya ha dado muestras de lo que puede hacer o dejar hacer.