La Fundación para el Desarrollo Agropecuario (FADA) suele calcular cuánto representa cada eslabón en la conformación del precio final de cada producto, pero limitándose a tres economías pampeanas clásicas: la carne vacuna, el pan y la leche. Ahora siguió ese ejemplo la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (CAME), pero aplicando el ejercicio a una cadena frutícola, la de producción de naranjas. De allí surgió que el 38% del precio final de la fruta son impuestos y van a parar a manos del Estado.
Así, casi casi, solo por 12 puntos, los diferentes gobiernos quedaron muy cerca de convertirse en la media naranja de la cadena productiva.
“Mientras que en los primeros 10 meses del año las frutas alcanzaron una suba acumulada del 44.5% en la zona del Gran Buenos Aires, un estudio realizado por el sector de Economías Regionales de CAME reveló que el 38.3% del precio promedio del kilo de naranja corresponde a impuestos. Dentro de este porcentaje, el 83.7% de la carga tributaria es nacional, mientras que el 16.3% es de índole provincial y/o municipal”, fue el resultado del ejercicio.
La CAME precisó que en los últimos tres meses el precio promedio del kilo de naranja en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA) fue de 64,3 pesos. Luego desagregó: de ese valor final, el productor recibió solo el 22% ($14,1), el empacador el 8,9% ($5,6), el puesto en el Mercado Central el 14,1% ($9,1) y la verdulería o el supermercado el 16,7% ($10,8). Por su parte, la presión tributaria del Estado, en sus tres niveles, asciende a 38.3%. Es decir que al fisco fueron 24,7 pesos por cada kilo de la fruta cítrica.
Para hacer este ejercicio, se analizó la cadena de valor de la naranja fresca desde el productor, ubicado en el caso de estudio en la zona de Chajarí, Entre Ríos, hasta la comercialización del cítrico dulce en verdulerías o supermercados de Ciudad.
Estas cuentas dieron pie para que la entidad que agrupa a muchas economías regionales dijera que “la asfixiante carga fiscal no solo pone en jaque a los citricultores, sino que está generando una considerable pérdida de rentabilidad en todos los complejos productivos del interior de nuestro país”.
“La presión tributaria que tiene el productor agroindustrial argentino es una de las más altas a nivel mundial. Necesitamos poner en marcha una reforma impositiva integral para poder ser rentables y competitivos”, aseguró Eduardo Rodríguez, presidente de Economías Regionales de CAME.