Aunque los buenos números no son tan remarcados como los malos, el sector lechero argentino vive por estas horas un momento de tensiones que está condicionado simplemente por la realidad.
Los productores que siempre descansaron en lo que las industrias disponen en cuanto a los precios, hoy empiezan a levantar la voz cuando las condiciones de fijación de valores cambian, al mismo tiempo que el mercado se sigue achicando.
En este mar de particularidades que tiene la cadena lechera, que con el correr de los años cuenta cada vez con más datos, no se logra adelantar el número, el valor de la materia prima entregada a mes cumplido. Es así que las industrias al filo del final de junio comenzaron a deslizar la posibilidad de cancelar los acuerdos “de palabra” que imponían números basados en el valor promedio del Sistema Integrado de Gestión de la Lechería (Siglea), más un porcentaje que podía oscilar entre el 5 y 10%.
Parece ahora que esos tiempos terminaron y el ajuste llega para quedarse.
Con una nota de las entidades productivas bonaerenses, la Unión de Productores de Leche de la Cuenca Mar y Sierras, Una Sola Voz y la Cámara de Productores de Leche de la Cuenca Oeste de Buenos Aires, es que se hizo pública esta situación que -con el correr de las horas- no hace más que confirmarse entre la mayoría de las empresas que utilizaban este formato de valoración.
Cumplir con la palabra es cuestión de damas y caballeros, pero en esta cadena tan particular, las suspicacias siempre fueron el condimento obligatorio y esta es una versión más de eso.
La solución a estos desencuentros serían los contratos, los escritos, como esos que tiene en carpeta la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR) y que se pueden adaptar a la lechería, pero que jamás las entidades de productores se animaron a probar siquiera. Por lo tanto ahora beben la poción de sus tantas sospechas.
Concretamente lo que está haciendo la industria en general es empezar a atajar una situación compleja que viene en lo inmediato.
Explicado ya varias veces, los tres años de sequía y la combinación con los dólares soja y los tipos de cambio diferenciales terminaron aplastando la producción para la primavera de 2023, con lo cual el arranque del año fue muy diferente a lo esperado.
Si bien el verano no fue intenso, poder recuperar litros se hizo complejo, teniendo en cuenta la fuerte liquidación de rodeos que se dio sobre el final del año pasado, con lo cual la producción primaria no puede aún vislumbrar la estabilidad para a partir de ahí arrancar con la real recuperación.
En este marco, la caída del consumo interno sigue dando golpes fuertes en la cadena, con un promedio del 20% por debajo de las cifras del año anterior. Con una situación económica compleja, la recesión, los temores de devaluación y los recortes en la vida cotidiana, esta podría ser la última variable a normalizar.
Mientras tanto, los precios internacionales tampoco ayudan. Este último martes las cotizaciones conocidas desde Nueva Zelandia arrojaron otra importante baja, que es la mayor desde agosto del año pasado por su impacto, promediando entre siete productos una contracción de 6,9%, mientras que la Leche Entera en Polvo quedó en 3.218 dólares, con una baja puntual de 4,3 puntos porcentuales, siendo el segundo menor valor del año.
La consecuencia es que las operaciones que se hagan hacia los destinos internacionales desde Argentina no pueden aspirar hoy a más de 3.400 dólares por tonelada, lo cual se puede traducir a grandes rasgos a un poder de pago de 350 pesos por litro, aunque las exportaciones estén en una proporción altísima del 30,3% de la producción nacional total.
Es así que la recuperación de los precios internacionales no acompañan y no compensan las debilidades del mercado interno, entonces todos los caminos conducen a una decisión, que ahora o el mes próximo llegará a empresas grandes, medianas o pequeñas.
Como la baja productiva se empezó a revertir por el ímpetu de los productores y ayudada por los buenos valores cubriendo los costos, las industrias prevén una primavera mucho mejor a la anterior, o sea, más producción para una demanda rodeada de alertas que directamente generarán un derrumbe en los precios para la primavera.
Aunque duele escribirlo, las industrias lácteas empezaron a frenar los precios, temen no poder cumplir con cifras que se transformarán en exorbitantes en un plazo inmediato y es así que el precio de la materia prima ya conoció su techo. Parece que prefieren frenar ahora y no recortar más abruptamente hacia adelante. Si están acertadas las empresas se verá con el transcurrir de la realidad.
El promedio de 389,33 pesos por litro, o los 43 centavos de dólar sería la tapa de la caja en la que se debe desenvolver una cadena acosada por un costo particular que no cesa.
Siempre concediendo y nunca limitando, las grandes industrias aceptaron ya el año anterior no cerrar una paritaria legal con la Asociación de Trabajadores de la Industria Lechera de la República Argentina (Atilra), por lo tanto el ajuste salarial se da mes tras mes con el ritmo inflacionario, ajuste que no se puede cumplir al mismo ritmo ni para el pago de materia prima, pero mucho menos para el ajuste de tarifas de productos en las heladeras.
A esto se añaden pagos cuotificados directamente al gremio que siguen elevando el costo laboral, punto sobre el que las empresas pyme tienen su resguardo.
Lo que se creía que iba a ser un momento de recuperación más traslúcido para la lechería nacional, ahora empieza a tener una nebulosa por delante que no se aclarará más que con una normalización general de la economía y del costo de vida, que es el punto donde todo confluye.