Algunos libros tienen mejores títulos en su traducción libre al castellano que en su idioma original. Es el caso de “La rebelión de Atlas” de Ayn Rand, que en realidad se llama “Atlas Shrugged”, que vendría a ser algo así como “Atlas se encogió de hombros”.
En la obra de la escritora y filósofa estadounidense los empresarios de un EE.UU. ficticio comienzan a experimentar cada vez más problemas por las excesivas regulaciones gubernamentales. Hasta que un día se casan y dejan de producir para refugiarse en un valle secreto. Y la economía colapsa.
Ayer la localidad bonaerense de Pérez Millán, que cuenta con unos 5000 habitantes, fue testigo de su propia versión de la “Rebelión de Atlas”, aunque en este caso deberíamos decir la “Rebelión de los Borrell”, la familia propietaria del frigorífico Arrebeef, que decidió cerrar la empresa luego de que en los últimos meses un grupo de trabajadores comenzara a obstaculizar el normal funcionamiento de la misma para intentar disputar la representación gremial a Luis Alberto Pérez, delegado del Sindicato de los Trabajadores de la Carne de la Zona Norte de la provincia de Buenos Aires, quien recientemente sufrió un atentado en su domicilio particular por delincuentes aún no identificados.
El presidente de Arrebeef, Hugo Borrell (74), quien hacía un año que no concurría a la industria gestionada por sus hijos, ayer se tomó un tranquilizante, se trasladó hacia el frigorífico y pidió un megáfono para anunciar públicamente, frente a los manifestantes presentes en el lugar, que había tomado la decisión irreversible de cerrar la empresa.
Si Ayn Rand hubiese estado presente en el lugar, seguramente les habría dicho a los ahora ex trabajadores del frigorífico que no había necesidad de llegar a tan drástico desenlace para comprender que ellos necesitan más de la empresa que los propios empresarios.
“Somos una empresa familiar que en mayo vamos a cumplir cien años. La fundó mi abuelo la empresa. Mis hijos y sobrinos son los que atienden el frigorífico”, comentó un extenuado Hugo Borrell a Bichos de Campo.
¿Cuándo se originó el problema?
– Empezó en septiembre del año pasado con un grupo que quería elecciones (sindicales), pero por el tema del Covid-19 no podía haber elecciones; desde la Federación (del Personal de la Industria) de la Carne les dijeron que tenían que esperar. Nosotros no tomamos nunca partido por nadie. Ahí se inició el gran problema; fueron buscando gente, tuvieron más adhesiones (por parte de trabajadores de la empresa), y en la Federación les aclararon que tenían que respetar los tiempos del aislamiento obligatorio; entonces siguieron, consiguieron más gente. No nos hemos metido nunca con el tema sindical, siempre (José Alberto) “Beto” Fantini (el presidente de la Federación de Trabajadores de la Carne) me ha atendido perfectamente bien, y cada vez que teníamos un problema, lo gestionábamos con la Federación. Pero esta gente siguió y el martes (pasado) no faenó: la mitad de la hacienda la dejó cortada; querían tener una charla con nosotros y les dijimos que no podemos negociar con trabajadores que no tienen representación gremial; las paritarias se negocian a nivel nacional con la Federación y a nivel local con el Sindicato. Entonces hablaron con la Federación, que aparentemente no los pudo convencer, y ahí empezaron los conflictos; lo empiezo a ver muy mal a mis hijos, sobrinos, esto no vale la pena, dije, la palabra es “me cansé”. Yo no iba al frigorífico hace un año, soy una persona de edad, y no quise correr riesgos. Mi hijo hizo una tarea muy buena con el tema del coronavirus; fuimos uno de los últimos frigoríficos, allá por octubre (de 2020), que tuvimos algunos casos; hizo un trabajo que me llenó de orgullo.
¿La decisión es definitiva?
– Ya tomé la decisión: la salud es lo más importante. Creo que se tienen que cumplir los ciclos. Son los hijos los que tienen que llevar el cajón de los padres y no los padres los cajones de los hijos. Y no los veía bien a mis hijos, como para que me tocara un caso de esos, entonces esta mañana (por ayer), en un momento me puse mal, me tomé un tranquilizante, me fui al frigorífico, después de un año sin ir, agarré el megáfono y le informé a la gente que cerraba el frigorífico. Y punto.
La decisión esta tomada entonces…
– La comunidad de Pérez Millán es muy chica y, no sé, ha aparecido gente de afuera, porque hay todo tipo de versiones… Siempre actué como hay que actuar. Cuando (los trabajadores el martes pasado) no faenaron, pido (al Ministerio de Trabajo) la conciliación obligatoria el miércoles, sale el miércoles por la tarde, y el jueves no faenaron y teníamos los animales en los corrales; ahora esta la policía en el frigorífico; quiero sacar los animales, no puedo tenerlos en los corrales; varios colegas (industriales) se ofrecieron para hacerme la matanza, pero no los puedo sacar, porque los comisarios me piden que consiga alguna autorización…
¿La decisión es compartida con sus hijos?
Por supuesto, lo vengo conversando hace varios días con ellos; estoy en una buena posición económica y no tengo necesidad; lo hacemos (seguir trabajando) porque la empresa va a cumplir cien años. Esto lo empezó mi abuelo en 1921; mirá qué casualidad, que el 16 de mayo de 1921 Don Jaime Borrell empezó sus actividades comerciales con carnicerías y ahora no pude lograr el objetivo de cumplir cien años. Después de mi abuelo, siguió mi padre con mi tío, luego mi hermano mayor y posteriormente lo tomé yo y ahora mis hijos.
Con la historia de la familia y del frigorífico, seguramente se podría escribir una novela sobre lo que sucedió con la Argentina en el último siglo…
– No somos mediáticos ni de salir a hablar mucho, tenemos perfil bajo. Somos una empresa que faena 1500 cabezas por día y tiene (tenía en realidad) más de 1000 empleados. Por supuesto que cuando se toma esta decisión, se deja en el medio a un montón de gente muy valiosa, porque si la empresa tuvo el éxito que tuvo no fue por Hugo Borrell, sino porque tanto los gerentes como los supervisores y mucha gente ha hecho fuerza para que esta empresa esté posicionada hoy entre las empresas cárnicas más importantes de la Argentina. Es muy lamentable, porque queda (sin empleo) mucha gente muy valiosa. Yo tengo un orgullo muy grande por mis hijos, mis sobrinos y la gente que hace más de treinta años que me acompaña. No fue fácil tomar esta decisión.
¿Va a vender el frigorífico?
No he pensado absolutamente nada de eso. Mis deudas las voy a pagar todas; ellos (por los trabajadores en conflicto) están en conciliación obligatoria y sé quiénes son a los que no le voy a pagar la indemnización, porque, al estar en conciliación obligatoria, deberían haber estado trabajando.
La noticia es triste pero aplaudo la desicion del hombre. Ahora quedan liberados del yugo explotador de la patronal capitalista. Ahora son libres.
Ahora jodanse. Fin.
Felicitaciones señor Borrell, un trago amargo qué hay que tomar para que las cosas cambien, si nuestros gobiernos no defienden a aquellos que emprenden y generan riqueza en el país hay que cerrar e irse, una lastima pero es la única opción que nos dejaron, tal vez sirva para tocar fondo y revertir
LA PUCHA… que tiempos…
DE TANTO COMER POLENTA YA .SE ME HA MELLADO EL FACÓN CARONERO.!
Estamos llegando a un punto que o los empresarios cierran sus puertas o se organizan y vuelven igual de mafiosos y que los sindicalistas.
Ya pasó en todo el mundo cuando el gobierno no te da las errsmientas el mercado y la gente las crea. No se la van a llevar de arriba manga de ladrones corruptos y araganes. Casta zurda peronista, molestan hace 30 años cuando se levante el pueblo van a llorar y buscar familiares otra vez.
Bien sindicalistas, sigan así, aplauso