Una de las actividades seriamente afectadas por la sequía es la lechería, que como paliativo recibió anuncios de subsidios que aun no se hicieron efectivos. Por ahora, solo se conocieron los nombres de quiénes cobrarían y los montos.
Desde la producción dicen que eso sólo es una pequeña ayuda que se va licuando cada mes, ya que fue comunicada a inicios de enero y acumula más de dos meses de inflación. Así, ya se perdió el 15% del beneficio que todavía no llega. Mientras, los tamberos se las rebuscan para subsistir, aunque hay mucho temor respecto de lo que pueda pasar con la disponibilidad de reservas para el invierno.
“No pudimos cosechar el maíz de primera pero el gasto lo hicimos. Volvimos a sembrar en noviembre y se perdió también, y ahora estamos jugados con lo que se sembró en enero. No vamos a sortear el invierno con las reservas que tendremos”, dijo el consultor y agrónomo Ricardo Etienot, quién trabaja desde hace 40 años junto a tambos chicos de la provincia de Santa Fe.
Cuando comenzó en la década de 1980, el país contaba con 30 mil tambos, de los cuales solo queda la tercera parte. De ese número, la mayoría son de gran tamaño y productividad.
Para el especialista, la crisis es grave, se va a llevar más tambos puestos y se va a profundizar la concentración. Solo los que puedan dar un salto en productividad y gerenciamiento empresario van a sobrevivir.
Etienot consideró que “con la seca de 2018/19 aprendimos que había que hacer más reservas, pero este año no será posible. Además el alimento está muy caro. En ese momento con un litro de leche comprabas dos de maíz o uno de expeller de soja. Esta situación lleva a la descapitalización o al endeudamiento, lo que significa una reducción futura del capital”.
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Indicó que para sobrellevar la situación hace falta una financiación a largo plazo que le permita al productor comprar alimento, recuperar niveles de productividad, generar ingresos y entonces pagar esa deuda. Sin embargo, esos préstamos no están.
“¿Entonces cómo pago el alimento? Primero se echa mano a los machos -algo ya se hizo-, y luego se descartan hembras poco productivas. Así el tambo se va así achicando cada vez más. Por eso necesitamos créditos a 4 o 5 años para rearmar el rodeo, porque no tengo tampoco el alimento para producir leche y pagar la cuota”, afirmó.
Para que un tambo chico pueda sobrevivir, además de sortear los problemas de esta crisis, se requiere que tenga una tasa de crecimiento de producción de leche sostenida de 10% anual. “Sino pasas a ser chico en 3 años. Esto es una guillotina y al que se queda abajo le cortan las patas”, sostuvo.
Pero para eso se requieren ciertos cambios. “Necesitamos de una apertura mental, al margen de que nos peguen los gobiernos. Tenemos que saber que los tambos son fábricas de leche y eso requiere de manejo empresarial, lo que es complejo para el productor chico porque está imbuido en su trabajo. Él tiene que saber ordeñar, llevar los papeles, pagar impuestos y el grande tiene la ventaja de entender ese proceso”.
Esos tambos además tienen otro problema. El de la sucesión. “Ese productor llega a los 60 y pico de años y termina alquilando su campo porque el tambo no da para que sus hijos vivan de él. Entonces les recomienda que estudien otra cosa y llegado el momento terminan alquilando su pedazo de campo. El problema que tenemos es que ellas crecen más lento que las familias, razón por la cual la concentración se seguirá dando”, concluyó.