La medición de los gases de efecto invernadero es, desde hace varios años, una de las principales tareas a la que se aboca la ganadería en materia de sustentabilidad. Ya es conocido el caso de las varias plantas frigoríficas que accedieron a su certificación, pero ahora se incorpora a este circuito verde la lechería.
Así lo confirmó Mastellone Hnos, la firma dueña de La Serenísima y líder en la producción y comercialización de lácteos, que acaba de verificar su huella de carbono con una certificación a nivel organizacional. Es la primera empresa de este sector que lo logra en Argentina.
Certificar la huella de carbono es, en cierto sentido, un punto de partida y de llegada al mismo tiempo. De llegada, porque para obtener ese reconocimiento hubo que evaluar las emisiones de la organización en cada uno de sus sectores y el aporte que hace al calentamiento global. Para ese largo trabajo, Mastellone trabajó junto a la certificadora IRAM, que es el único representante argentino ante la Organización Internacional de Normalización (ISO).
Pero, a la vez, la certificación IRAM-ISO 14064-1 no deja de ser un punto de partida en varios sentidos. Con su inventario de gases de efecto invernadero delimitado, la empresa puede evaluar nuevas estrategias para continuar reduciendo su huella, lo que se traduce en ventajas competitivas y financieras, ahorro energético y, por supuesto, la posibilidad futura de ingresar a mercados de bonos de carbono.
Y es “continuar reduciendo”, porque, tal como explicó Juan Alonso, jefe de gestión y control ambiental de la compañía, “este es un proceso que inició hace mucho tiempo”. Lo dice porque, si bien el documento con la certificación ISO ya expedida lo recibieron ayer, en realidad es un camino que iniciaron en 2018, cuando incorporaron a la huella de carbono como pilar dentro de su estrategia de sustentabilidad.
Fue en 2023 cuando, tras algunas mediciones parciales, decidieron avanzar con la certificación, a través de un comité de Cambio Climático conformado dentro de la compañía.
Como fueron la primera empresa láctea en avanzar con este proyecto, mucho del trabajo que hicieron, que les llevó un año, consistió en empezar desde muy desde abajo, y lo que más esfuerzo les demandó fue recopilar la información del sector primario, los tambos.
El relevamiento lo hicieron en 72 establecimientos, que representan el 16% de la leche remitida y conforma la muestra de un total de 557 que abastece a la compañía. En cada uno de ellos se recolectó información sobre animales, alimentación, sistemas de producción y hasta de uso de fertilizantes.
“En la bibliografía del país no hay estudios realizados con una muestra tan grande”, explicó en el anuncio de este hito Ignacio Masó, que oficia de gerente coordinación de sistemas de gestión e inocuidad en la firma.
En realidad, justamente por no remitirse a la bibliografía existente es que también demandó tanto esfuerzo y trabajo conjunto con los productores. “Es muy intenso y se necesita mucha información, ahí estuvo el principal desafío”, explicó Alonso.
Pero, además de los tambos, que representan el 75% de las emisiones de gases de efecto invernadero de la cadena, la certificación también contempla los demás eslabones, como el transporte, la producción y la distribución. Es decir, calcularon su inventario de gases de efecto invernadero desde que se alimenta la vaca hasta que el lácteo llega a la góndola.
Ahora bien, si no es una certificación obligatoria, ni responde a exigencias del mercado o a regulaciones internacionales, ¿por qué tomarse la molestia de hacerla?
“El objetivo final no es sólo medir, sino tomar decisiones y hacer algo con eso”, explicó Alonso, que aseguró que, a futuro, tener en claro cuánto se emite y en qué eslabones, permite pensar en planes concretos y definir objetivos de corto y mediano plazo. En suma, es hacer que lo relativo a la huella de carbono sea un elemento más de las herramientas de gestión, para que todo lo que se decida también se haga teniendo eso en cuenta.
Sin ir más lejos, la misma certificación que emitió IRAM ya les da una foto de cuánto han mejorado entre 2019, año que tomaron de base, y 2024. En esos 5 años, explicaron los directivos de la compañía, las emisiones bajaron en un 8,9%, lo que equivale, por ejemplo, al consumo de nafta anual de 110.000 autos.
“Estamos mucho mejor parados que otras industrias a nivel internacional”, asegura el , jefe de gestión y control ambiental. Mucho tuvo que ver lo que se hizo en esos 5 años para reducir las emisiones, y que marca el camino de por dónde pueden ir a futuro.
Entre 2019 y 2024, por ejemplo, Mastellone sustituyó el uso de fuel oil por gas natural en varias de sus plantas, con la construcción de gasoductos propios; impulsó cambios en los envases para hacerlos reciclables y reducir el gramaje; bajó la cantidad de kilómetros recorridos por sus camiones, con ajustes en la logística; y profundizó el trabajo de los efluentes.
La última de esas medidas fue anunciada a principio de año, cuando, mediante un convenio celebrado con Pampa Energía, alcanzó el 80% del suministro de energía renovable y logró un salto significativo respecto al 63% que registró el año pasado.
A eso se suma un aspecto ulterior, que es el aporte que tiene este tipo de iniciativas al valor de la marca, como modo de construir confianza y credibilidad y diferenciarse de los competidores. Es otras palabras, certificar la huella de carbono tiene aporte en términos de sustentabilidad y no se traduce al precio del producto, sino al capital intangible de esa etiqueta y, a futuro, a la posibilidad de darle mayor valor económico a la empresa en sí.
“Siempre tratamos de ir detrás de los estándares internacionales, por eso esto fue una decisión organizacional”, destacó Masó durante la presentación.
En línea con esa misma propuesta, esta firma que está próxima a cumplir 96 años ya había alcanzado otro hito anteriormente: A fines del 2022 se convirtió en la primera empresa argentina en obtener el sello de bienestar animal mediante la certificación ISO 34.700. La misma, que también había obtenido a través de IRAM, obliga a que los animales sean tratados con respeto, cuidado y de acuerdo con las normas éticas.